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Arte que vibra en Culiacán: María Fernanda convierte el cartón en alegres recuerdos

María Fernanda, joven de Las Glorias, en el sector Los Ángeles, encabeza un proyecto de piñatas personalizadas que mezcla técnica, arte, familia y sueños, generando unión y recuerdos para fortalecer la identidad cultural en Culiacán

21 diciembre, 2025
A los 27 años, María Fernanda transforma cartón reciclado en piñatas personalizadas que cuentan historias y fortalecen la comunidad en Culiacán. | Imágenes de Francisco Castro
A los 27 años, María Fernanda transforma cartón reciclado en piñatas personalizadas que cuentan historias y fortalecen la comunidad en Culiacán. | Imágenes de Francisco Castro

En el sector Los Ángeles, al nororiente de Culiacán, existe una historia luminosa que se abre paso entre colores, cartón reciclado, familia y disciplina. 

Es la historia de María Fernanda Martínez Duarte, joven de 27 años y vecina de Las Glorias, quien combina su trabajo en una cafetería con la creación de piñatas personalizadas que se han convertido en su sello personal.

María Fernanda, joven de Las Glorias, impulsa un proyecto de piñatas personalizadas que mezcla técnica, familia y sueños, fortaleciendo comunidad en Culiacán.
María Fernanda, joven de Las Glorias, impulsa un proyecto de piñatas personalizadas que mezcla técnica, familia y sueños, fortaleciendo comunidad en Culiacán.
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Con formación como administradora de empresas, la vida de Fernanda, lejos de ser un camino lineal, es un rompecabezas bien armado donde la pasión sostiene los sueños y la constancia asegura el futuro.

Desde hace cuatro años, esta creadora autodidacta ha logrado dar identidad propia a un oficio tradicional que, en sus manos, se transforma en arte aplicable a eventos, empresas, fiestas y familias.


Con una sonrisa tímida, pero segura, sostiene que su especialidad son las piñatas de tambor: piezas hechas de cartón, decoradas con papel crepé y fomi, repletas de acabados minuciosos. Su nivel de detalle es tal, que hay quienes se resisten a romperlas.

El origen: una niña que encontró magia en el papel

María Fernanda recuerda que su primer encuentro con las manualidades llegó cuando apenas tenía cinco años, en el kínder, haciendo pequeñas piñatas. Desde entonces, el arte se volvió parte de su identidad, y ya adulta siguió explorando costura, dibujo y diseño, hasta que encontró su vocación en las figuras personalizadas.

“Para mí hacer piñatas es transmitir un sentimiento”, explica para Tus Buenas Noticias.


Su intención va más allá del producto: busca generar recuerdos. Desea que cada pieza se convierta en parte entrañable de un cumpleaños, de una posada o de un momento especial.

Y vaya que lo ha logrado: hay niños que prefieren no romperlas. Familias completas que ven “algo diferente” en sus trabajos. Y clientes que regresan año con año para obtener nuevas creaciones, sobre todo en diciembre, cuando su producción puede superar las 40 piezas.

En temporada decembrina, María Fernanda llega a elaborar alrededor de 40 piñatas personalizadas, todas con acabados detallados, técnica propia y cartón reciclado, lo que demuestra disciplina, creatividad y una clara demanda de su trabajo en Culiacán.
En temporada decembrina, María Fernanda llega a elaborar alrededor de 40 piñatas personalizadas, todas con acabados detallados, técnica propia y cartón reciclado, lo que demuestra disciplina, creatividad y una clara demanda de su trabajo en Culiacán.

Creatividad que evoluciona y crea comunidad

Su catálogo revela variedad: personajes de caricatura, figuras navideñas, logos empresariales y hasta números temáticos. Entre sus mayores retos está el logo de una constructora local: una pieza de metro y medio que le piden cada diciembre, con diferentes colores y un gorrito navideño incluido.

Esta diversidad en pedidos demuestra la confianza que ha generado su trabajo. Sin página web aún —pero con planes firmes para abrir una marca llamada Trigueña— sus pedidos llegan por redes sociales, Marketplace, y por recomendaciones.

Las temporadas navideñas se convierten en maratones creativos: inicia moldes desde septiembre, recorta, empapela, forra, pinta, ensambla y perfecciona. Todo esto, mientras mantiene su empleo diario en una cafetería y equilibra responsabilidades personales.

Su familia también es parte crucial del proceso: su madre, Rosa Elvira Duarte Quintero, ayuda en la elaboración, mientras su hermana apoya en la distribución y ventas. Así, cada piñata queda impregnada de amor colectivo y de una identidad compartida.

De cartón reciclado a piezas únicas

Su técnica se basa en una decisión simple, pero poderosa: reciclar cartón de proveedores cercanos al lugar donde trabaja. Con esa materia prima fabrica las estructuras de tambor, que luego rellena y reviste con colores vivos.

La creatividad llega a partir de referencias visuales: una piñata inspirada en una galleta de jengibre, otra en el Grinch, balones deportivos, figuras de Minecraft, animales, números gigantes, vasos gigantes para cafeterías y hasta Santa Claus personalizados.

Lo extraordinario es que cada diseño, por más similar que parezca a otros, se convierte en algo único. “Siempre tomo ideas y las transformo”, explica. Ese sello transforma su oficio en una propuesta artística con estilo propio.

Un oficio que también construye esperanza

Las piñatas de María Fernanda representan mucho más que decoración; son símbolo de comunidad, esfuerzo y crecimiento personal. Con humor reconoce que, aunque a veces el cansancio se impone, la satisfacción supera cualquier desvelo.

Su meta hoy es clara: fortalecer su producción, expandir su marca y lograr que Trigueña se convierta en referencia local. Su historia confirma que el arte también es economía, formación emocional y oportunidad para construir tejido social en sectores urbanos.

En tiempos donde pareciera fácil rendirse, María Fernanda apuesta por algo distinto: por el trabajo honesto, por la creatividad hecha a mano y por la capacidad de transformar un oficio clásico en una propuesta moderna.

Desde Las Glorias, esta joven demuestra que los sueños también se fabrican con papel, engrudo y paciencia. Que el detalle importa. Que el arte popular mexicano sigue evolucionando. Y que el futuro puede ser luminoso si se abraza con disciplina.

Entre risas, reconoce que todavía batalla para romper su propio perfeccionismo. Y mientras habla, sostiene una piñata impecable, lista para alegrar un hogar en diciembre.


Al final, esa es la verdadera victoria: convertir simples materiales en recuerdos indestructibles. Y si el mundo aprendiera a ver la vida como ella ve una piñata—con color, con corazón y con humor—todo sería un poquito mejor.



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