Judith Magaña transforma el dolor en esperanza y llena de sonrisas a la niñez de Culiacán
Desde Barrancos, Judith dedica su vida a alegrar a niños de bajos recursos, especialmente en esta Navidad, donde impulsa una gran colecta de juguetes para llegar a las colonias más vulnerables.

Desde Barrancos, Judith dedica su vida a alegrar a niños de bajos recursos, especialmente en esta Navidad, donde impulsa una gran colecta de juguetes para llegar a las colonias más vulnerables.
En Barrancos, donde las historias de lucha son parte de la vida diaria, hay una mujer que decidió transformar su propia pérdida en una fuente inagotable de amor.
Su nombre es Judith Arlene Magaña, presidenta de COAL – Corazones Alegres, una fundación pequeña en tamaño, pero enorme en propósito: llevar alegría y oportunidades a la niñez de escasos recursos en Culiacán.
Una experiencia que cambió su vida

Judith no habla de su labor como quien presume un logro; lo hace con la voz suave de quien ha vivido algo que le cambió la vida para siempre.
“Yo tuve un niño… y falleció”, comparte para Tus Buenas Noticias, y lo hace respirando hondo.
Su bebé Emilio vivió apenas 14 días. Fueron dos semanas que marcaron para siempre a su familia. En ese dolor, Judith descubrió también algo más: la enorme necesidad de quienes viven en los hospitales esperando noticias de sus hijos.
“Nos dimos cuenta que había mucha gente de rancherías, sin dinero para comer. Entonces dijimos: vamos a hacer tortas, sándwiches para los papás que están afuera”, recuerda. Y así, un año después del fallecimiento de Emilio, comenzó lo que nunca imaginó que sería el inicio de una misión de vida.
Judith no estaba sola. A su lado, como siempre, estaban su hermana Lourdes y su sobrina Monserrat, inseparables en la vida y ahora también en la ayuda comunitaria.
Familia y amigos se unieron a la causa

Las tres comenzaron a hacer colectas pequeñas entre conocidos, amigos, escuelas y grupos de WhatsApp. Primero fueron tortas, luego juguetes, después útiles escolares. Con el tiempo, entendieron que aquello que hacían de manera independiente necesitaba un nombre, un rumbo, una identidad.
Así nació COAL: Corazones Alegres, una fundación reciente, hecha con las manos y el amor de tres mujeres que creen firmemente en que un gesto de bondad puede cambiarlo todo.
El logo, incluso, lo dibujó la hija mayor de Judith: un niño con alas, inspirado en su hermanito Emilio, una niña que la representa a ella y una mamá fuerte.
“Mi hijita hizo el logotipo y me dibujó grande porque soy su mamá guerrera”, cuenta Judith entre sonrisas tímidas.
Un centro de acopio para recolectar regalos para los niños

Hoy, a solo unos días de la Navidad, Judith y sus hermanas transformaron el crucero de Banjamín Hill y Bulevard Las Torres en un centro de acopio lleno de vida.
Entre cajas, bolsas y juguetes donados, la emoción se siente. La convocatoria fue sencilla: juguetes en buen estado, calzado, ropa, lo que la gente pueda y quiera dar. La respuesta, sin embargo, fue enorme.
“Esto no es nada, hemos juntado muchísimo apoyo”, dice Judith sorprendida mientras acomoda una muñequita donada.
Desde temprano recibieron juguetes nuevos, muñecas restauradas, carros, pelotas y mochilas. Familias completas llegan a dejar algo.
Niños que donan lo que ya no usan. Adultos mayores que llevan lo que pueden. La comunidad de Barrancos, muchas veces estigmatizada, demuestra una vez más que tiene un corazón generoso y dispuesto a ayudar.
Los juguetes serán entregados en colonias que ellas mismas recorren para identificar dónde hay más necesidad: el basurón, barrios vulnerables y también el Hospital Pediátrico.
Una experiencia familiar que deja corazones contentos
“Es bonito que los papás traigan a sus hijos a donar, que vean que hay niños que no tienen nada, que aprendan el valor de compartir”, explica Judith.
Ayudar, para Judith, no es un pasatiempo. Es su manera de honrar a Emilio. Es su forma de sanar. Es su compromiso con un mundo que necesita más manos que se den, más corazones que abracen y más personas que entiendan que la empatía también se construye desde el dolor.
Por eso, mientras acomoda los juguetes y sonríe agradecida cuando un vecino llega a donar algo, Judith demuestra que las personas con corazones nobles también viven en Barrancos, y desde ahí están transformando la vida de quienes más lo necesitan.
Porque al final, lo que ella y su familia hacen cada día tiene un sentido muy simple y muy profundo: llevar un poco de alegría donde a veces parece que falta todo.









































