Francisco Javier López: El relojero de Culiacán que desafía el tiempo, pieza a pieza
Francisco Javier López, relojero en Culiacán con más de 50 años de experiencia, mantiene viva una tradición familiar de precisión y arte


En un mundo dominado por pantallas digitales y relojes inteligentes, Francisco Javier López Ibarra, de 66 años, mantiene vivo un oficio que combina precisión, paciencia y arte: la relojería.
Heredero de una tradición familiar que abarca tres generaciones como joyeros y relojeros, López Ibarra aprendió desde niño, entre engranes, cadenas y piezas diminutas, observando el trabajo de su padre y sus tíos en el viejo Culiacán.

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“Tenía ocho años cuando ya armaba y desarmaba relojes”, recuerda.
En la joyería familiar, Joyería y Relojería Leal, trabajaba de pie sobre un cojín para alcanzar la mesa de trabajo. Su abuelo, su padre y un tío formaban un equipo de joyeros y relojeros que marcaron la historia comercial de la ciudad.
La relojería es su pasión
Con el tiempo, Francisco se convirtió en el encargado de reparar relojes de pulso mientras su padre se ocupaba de los despertadores y relojes de péndulo. Tras la jubilación de su padre, asumió el negocio, pero la violencia que azotó Culiacán en los años noventa lo obligó a cerrar tras múltiples asaltos.
Su vida dio un giro hacia la ingeniería civil, pero el oficio aprendido en casa lo alcanzó de nuevo cuando Mario Ramos, propietario de una de las joyerías más grandes del noroeste de México, lo invitó a unirse a su equipo como relojero.
Desde entonces, han pasado casi 20 años en los que ha trabajado con relojes de alta gama como Rolex, Cartier y Omega, viajando regularmente a la Ciudad de México y Guadalajara para cursos y servicios especializados.

La relojería es un arte
López Ibarra explica que, aunque los relojes inteligentes han ganado popularidad, el reloj mecánico conserva su lugar: “Nunca va a pasar de moda; es una pieza de arte y precisión”. Su labor no solo requiere destreza técnica, también honestidad y responsabilidad, pues trabaja con piezas de alto valor.
En la joyería, él es el único relojero entre varios joyeros, una señal de lo difícil que resulta encontrar nuevos talentos dispuestos a aprender este oficio.
“La joyería se aprende más fácil, pero la relojería es más compleja. Es una máquina viva”, afirma para Tus Buenas Noticias.
Pulso firme y mente ágil gracias a la relojería
Más allá del prestigio de trabajar en una de las cinco joyerías más grandes del país, López Ibarra valora la oportunidad de seguir activo, mantener un pulso firme y una mente ágil. Su trabajo le ha permitido formar una familia sólida junto a su esposa, Fany, y brindar estudios a sus hijos.
“Mientras pueda, seguiré aquí. No me hallo sin trabajar. Esto lo traigo en el corazón, es mi vida”, concluye, convencido de que su historia es también la de una tradición que resiste al paso del tiempo.
La profesión de Francisco Javier, es un trabajo honrado que sobrepasa las generaciones donde cada minuto cuenta.