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Francisco Javier López: El relojero de Culiacán que desafía el tiempo, pieza a pieza

Francisco Javier López, relojero en Culiacán con más de 50 años de experiencia, mantiene viva una tradición familiar de precisión y arte

22 agosto, 2025
El oficio de relojero es un arte que combina la precisión técnica con la habilidad manual, y que sigue siendo relevante en la actualidad a pesar del avance de la tecnología digital, por ello es la principal pasión de Francisco Javier López Ibarra.
El oficio de relojero es un arte que combina la precisión técnica con la habilidad manual, y que sigue siendo relevante en la actualidad a pesar del avance de la tecnología digital, por ello es la principal pasión de Francisco Javier López Ibarra.

En un mundo dominado por pantallas digitales y relojes inteligentes, Francisco Javier López Ibarra, de 66 años, mantiene vivo un oficio que combina precisión, paciencia y arte: la relojería

Heredero de una tradición familiar que abarca tres generaciones como joyeros y relojeros, López Ibarra aprendió desde niño, entre engranes, cadenas y piezas diminutas, observando el trabajo de su padre y sus tíos en el viejo Culiacán.

Francisco Javier López Ibarra aprendió desde niño el arte de la joyería y la relojería, pero admite que su pasión es esta última por la precisión que exige.
Francisco Javier López Ibarra aprendió desde niño el arte de la joyería y la relojería, pero admite que su pasión es esta última por la precisión que exige.

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“Tenía ocho años cuando ya armaba y desarmaba relojes”, recuerda.


En la joyería familiar, Joyería y Relojería Leal, trabajaba de pie sobre un cojín para alcanzar la mesa de trabajo. Su abuelo, su padre y un tío formaban un equipo de joyeros y relojeros que marcaron la historia comercial de la ciudad.

La relojería es su pasión

Con el tiempo, Francisco se convirtió en el encargado de reparar relojes de pulso mientras su padre se ocupaba de los despertadores y relojes de péndulo. Tras la jubilación de su padre, asumió el negocio, pero la violencia que azotó Culiacán en los años noventa lo obligó a cerrar tras múltiples asaltos.

Su vida dio un giro hacia la ingeniería civil, pero el oficio aprendido en casa lo alcanzó de nuevo cuando Mario Ramos, propietario de una de las joyerías más grandes del noroeste de México, lo invitó a unirse a su equipo como relojero.


Desde entonces, han pasado casi 20 años en los que ha trabajado con relojes de alta gama como Rolex, Cartier y Omega, viajando regularmente a la Ciudad de México y Guadalajara para cursos y servicios especializados.

Francisco heredó de su padre y de su abuelo el gusto y habilidad por la joyería y la relojería.
Francisco heredó de su padre y de su abuelo el gusto y habilidad por la joyería y la relojería.

La relojería es un arte

López Ibarra explica que, aunque los relojes inteligentes han ganado popularidad, el reloj mecánico conserva su lugar: “Nunca va a pasar de moda; es una pieza de arte y precisión”. Su labor no solo requiere destreza técnica, también honestidad y responsabilidad, pues trabaja con piezas de alto valor.

En la joyería, él es el único relojero entre varios joyeros, una señal de lo difícil que resulta encontrar nuevos talentos dispuestos a aprender este oficio.

“La joyería se aprende más fácil, pero la relojería es más compleja. Es una máquina viva”, afirma para Tus Buenas Noticias.


Pulso firme y mente ágil gracias a la relojería

Más allá del prestigio de trabajar en una de las cinco joyerías más grandes del país, López Ibarra valora la oportunidad de seguir activo, mantener un pulso firme y una mente ágil. Su trabajo le ha permitido formar una familia sólida junto a su esposa, Fany, y brindar estudios a sus hijos.

“Mientras pueda, seguiré aquí. No me hallo sin trabajar. Esto lo traigo en el corazón, es mi vida”, concluye, convencido de que su historia es también la de una tradición que resiste al paso del tiempo.


La profesión de Francisco Javier, es un trabajo honrado que sobrepasa las generaciones donde cada minuto cuenta.





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