Zulema Olivas, cineasta que contribuye a la transformación de las infancias en Culiacán
La cineasta Zulema Olivas, originaria de Navolato, pero radicada en CDMX, lleva talleres de cortometraje a niñas y niños de colonias populares en Culiacán


En varios sectores de Culiacán, donde el ruido de la violencia suele acallar las voces de los más pequeños, una cineasta sinaloense ha decidido llevar una cámara, una pantalla inflable y un sueño.
Su nombre es Zulema Olivas Sánchez, originaria de La Cofradía de la Loma, Navolato, y desde hace algunos años dedica su vida a compartir el lenguaje cinematográfico con niñas y niños de colonias populares de Culiacán.

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Para ella, no se trata solo de enseñarles a grabar o a escribir historias, sino de ofrecerles un espacio donde imaginar, crear y, sobre todo, creer que sus voces merecen ser escuchadas. Y para ello imparte a niños el talle de cortometraje: "Festivalito de Cine La Pilindrina".
La fascinación de Zulema por el cine
“Crecí en un rancho donde lo más cercano al espectáculo era el circo, y lo amaba, aunque fuera el mismo show una y otra vez”, recuerda Zulema con una sonrisa.
“No sabía que existía el cine. En mi casa había televisión, pero mi papá decía que las películas no eran para niños. La primera vez que fui a una sala de cine, ya en Culiacán, me pareció deslumbrante. Desde entonces, cada película me la creía por completo”.
Esa fascinación sembró una inquietud que, con los años, se convertiría en un propósito de vida.
Sin acceso a una escuela de cine formal en Sinaloa, Zulema estudió Ciencias de la Comunicación en la entonces UdeO y más tarde Lengua y Literatura Hispánicas en la UAS, buscando afinar sus habilidades narrativas.
“Empecé por mi cuenta: hacía maquillaje de heridas, veía videos en YouTube sobre cómo usar la cámara y grabar cortos. Siempre he estado en constante aprendizaje”, dice.
Sin embargo, más allá de su formación técnica, lo que realmente la movía era una promesa que se hizo a sí misma: volver a las comunidades para compartir lo que había aprendido.

Un cine hecho por niños, para niños
Desde 2019, Zulema ha llevado su taller de cortometraje a seis sindicaturas de Culiacán, a la Sierra del Sur de Durango, Zacatecas, Chiapas y comunidades indígenas como la Yoreme y la Odam.
Su más reciente trabajo se desarrolla en colonias como Capistrano y Plutarco Elías Calles, y en junio llegará a Bugambilias.
El taller tiene una duración de cuatro días. El primero se dedica a conocer a los niños, despertar su imaginación y crear historias en equipo.
“No todos disfrutan escribir, así que trabajamos con dibujos. Les digo: ‘no necesitas que el dibujo esté bonito, solo necesito que me ayude a entender tu historia. Yo no leo mentes, pero si me lo dibujas, puedo ayudarte a contarlo’”.
El segundo día es para familiarizarse con el lenguaje del cine: planos, encuadres, sonidos. Usan celulares con estabilizadores, grabadoras profesionales y conceptos básicos de dirección. El tercero, filman. El cuarto, editan y proyectan.
“Les encanta usar las grabadoras. Cuando descubren que pueden escuchar lo que pasa en otro salón, se emocionan mucho. Ahí aprovecho para enseñarles por qué es importante el silencio cuando grabamos”, comparte para Tus Buenas Noticias.
Arma funciones al aire libre con palomitas y sillas prestadas. También les muestra cortometrajes hechos por otros niños, gracias a colaboraciones con festivales de cine infantil. “Ver que otros niños también hacen cine, les cambia la perspectiva. Se dan cuenta de que ellos también pueden”.
Violencia, creatividad y contención emocional
Los niños llegan con historias marcadas por el entorno que habitan. “La mayoría de los guiones que crean hablan de violencia”, confiesa Zulema. Pero lejos de censurar esa expresión, los talleres la canalizan con sensibilidad. Se utilizan técnicas como el stop motion para abordar temáticas difíciles de manera simbólica y emocionalmente segura.
“En el último taller incluimos apoyo psicológico. También colaboramos con maestras y maestros de las primarias. No se trata de forzarlos a cambiar su narrativa, sino de darles herramientas para contarla de una forma que no les haga daño”, explica.
Más allá de enseñar: sembrar esperanza
Zulema no es una tallerista tradicional. Se posiciona en el “universo de los niños”, como ella lo llama. “No estoy ahí para corregirles ni para imponer una forma de hacer las cosas. Solo quiero que se expresen. El arte no tiene reglas sobre lo que está bien o mal”.
Esa cercanía ha generado confianza con las comunidades. Al principio, confiesa, hay reticencia: “Me preguntan cuánto cuesta, si de verdad es gratis, si es cierto que les voy a prestar cámaras. Pero cuando ven a los niños entusiasmados, participando, y luego los cortos proyectados, los papás se acercan. Se sienten orgullosos”.
A pesar de los desafíos logísticos —como cargar proyectores, pantallas o equipos en transporte público—, Zulema no se queja. “Todo vale la pena cuando ves a los niños preguntarte si pueden dedicarse a esto, si pueden salir en Netflix”, dice entre risas.
Aprender de los niños: una lección constante
Para Zulema, el aprendizaje es recíproco.
“Ellos me enseñan a seguir soñando. Son niños fuertes, que a pesar de la adversidad, no dejan de imaginar”. Ha aprendido palabras en lenguas originarias, ha recorrido caminos rurales, se ha sentado a editar con ellos en el suelo.
¿Ha sentido miedo en algún momento? “Nunca”, responde con firmeza. “Siempre me han recibido con mucho cariño. En El Dorado, por ejemplo, me bajaba del camión en la carretera y un niño me esperaba en moto para llevarme. Siempre me he sentido acompañada”.
Una casa productora para la infancia
Su mayor sueño es abrir una escuela de cine para niños en Culiacán. No una escuela tradicional, aclara, sino un espacio creativo, como una casa productora infantil. “Pienso en lo que me emociona la Feria del Libro de Guadalajara... Quiero algo así, pero en Sinaloa, para niñas y niños”.
Antes de despedirse, lanza un mensaje para quienes, como ella, crecieron en contextos adversos pero con sueños artísticos:
“Si realmente sueñas con algo, no quites el dedo del renglón. A mí me decían que no se podía, y aquí estoy. Soy muy terca. Si te cierran una puerta, busca por dónde entrar. Y nunca, nunca dejes de creer en ti”.