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La maestra que enseña con el corazón: Angélica María Espinoza, 19 años de vocación en el aula

Angélica María Espinoza Sánchez, directora de la Primaria Distribuidores Nissan 64, comparte su inspiradora trayectoria de casi dos décadas en la docencia

15 mayo, 2025
Angélica María Espinoza Sánchez, maestra de aula por 19 años, fue nombrada directora de la Primaria Distribuidores Nissan 64, en marzo pasado. | Fotos: Francisco Castro y de cortesía
Angélica María Espinoza Sánchez, maestra de aula por 19 años, fue nombrada directora de la Primaria Distribuidores Nissan 64, en marzo pasado. | Fotos: Francisco Castro y de cortesía

Recordar sus inicios como maestra rural en la sierra de Badiraguato, aquellos recorridos de casi dos horas en cuatrimoto por caminos inhóspitos para llegar a su escuela, inunda de nostalgia y emoción a la maestra Angélica María Espinoza Sánchez, actual directora de la Primaria Distribuidores Nissan 64.

Con 19 años dedicados a la enseñanza, la maestra Angélica María no solo ha guiado generaciones de alumnos, también ha encarnado la esencia de la vocación docente: servir, transformar y amar lo que se hace. 

Para la maestra Angélica María Espinoza Sánchez, enseñar es transformar. Y ella lo hace con alma, corazón y vida.
Para la maestra Angélica María Espinoza Sánchez, enseñar es transformar. Y ella lo hace con alma, corazón y vida.

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Su reciente nombramiento como directora de la Escuela Primaria Distribuidores Nissan 64 de Prados del Sol II, en marzo pasado, representa un logro profesional, además del reflejo de un camino lleno de retos, aprendizaje y pasión.



La motivación por la docencia

Angélica, de 43 años, desde pequeña soñaba con ser maestra. Jugaba a la escuelita con sus sobrinas, siempre asumiendo el rol de educadora. Pero sus motivaciones iban más allá del juego: surgieron del contraste entre la rigidez con la que fue educada en el aula y el deseo de ofrecer algo distinto.

“Yo recuerdo que también fui de las alumnas a las que les daban reglazos, castigos muy fuertes. Entonces me visualicé y dije: ‘Cuando sea maestra, yo no voy a tratar mal a mis alumnos. Voy a ser la mejor’”, recuerda con firmeza y ternura en entrevista para Tus Buenas Noticias.


El motor de la maestra Angélica en su carrera como docente son sus tres hijos: dos niños y una mujer.
El motor de la maestra Angélica en su carrera como docente son sus tres hijos: dos niños y una mujer.

Su primera escuela, en la sierra de Badiraguato

Ese deseo de marcar una diferencia se volvió brújula en su camino. Su primer destino fue en la sierra de Badiraguato, en un poblado arriba de Surutato.

El trayecto no era sencillo: después de llegar a Surutato, debía recorrer hora y media en cuatrimoto. Ahí, en una escuela de lámina, dio clases multigrado y vivió en la comunidad, bajando al pueblo apenas una vez al mes.

“Cuando llegué, todos los niños estaban como en una valla esperándome. Yo era su maestra... y también su directora. Tenía 40 alumnos y trabajaba desde primero hasta sexto. Fue duro, pero muy hermoso. Me enamoré más de mi vocación".



En ese entorno, sin muchas comodidades, pero con una comunidad cálida y respetuosa, Angélica descubrió que la educación es más que impartir conocimientos: es generar confianza, sembrar esperanza y acompañar procesos.

De Badiraguato se vino a Las Puentes, Navolato, y de ahí a la Primaria Renato Vega Amador, en la colonia Villa Verde, a un lado de Barrancos, donde dio clases durante 18 años.

En cada escuela que ha laborado, la maestra Angélica María se ha destacado por sus estrategias para inculcar el hábito por la lectura en sus alumnos.
En cada escuela que ha laborado, la maestra Angélica María se ha destacado por sus estrategias para inculcar el hábito por la lectura en sus alumnos.

La docencia es una vocación por servir

A lo largo de los años, Angélica ha visto pasar diversas reformas educativas, libros de texto y metodologías. Pero para ella, hay algo que no cambia: “Lo importante es que el docente siempre dé lo mejor de sí. Que ayude a los niños a crecer.”

Fue esa convicción la que la llevó a continuar preparándose. Mientras trabajaba, estudió una maestría y un doctorado en desarrollo humano, convencida de que una mejor versión de sí misma también sería mejor para sus alumnos.

"Mi competencia soy yo, siempre busco superarme a mí misma".


Para mejorar sus técnicas de enseñanza, Angélica se ha dado tiempo para estudiar una maestría y un doctorado en desarrollo humano.
Para mejorar sus técnicas de enseñanza, Angélica se ha dado tiempo para estudiar una maestría y un doctorado en desarrollo humano.

Una de las historias que más atesora es la de un alumno de sexto grado que no sabía leer. "Yo no busqué culpables. No pensé ‘por qué los maestros anteriores no lo atendieron’. Pensé ‘¿cómo lo ayudo yo ahora?’".

Con dedicación, afecto y estrategias personalizadas, logró que el niño accediera a la lectoescritura. Aquel día, el pequeño le dijo: “Gracias, maestra. Ningún maestro me había volteado a ver como usted.”

Ese tipo de momentos, asegura, son los que le dan sentido a su carrera.

Angélica inculca su hábito por la lectura

A lo largo de su trayectoria, Angélica ha impulsado el hábito lector entre sus alumnos. Organizó dinámicas como “el árbol de manzanas”, donde cada manzana representaba un libro leído por sus estudiantes. Quien completaba su lectura mensual, recibía medallas, reconocimientos y, lo más importante, el gusto genuino por leer.

Pero su labor no termina al sonar el timbre. Como madre y profesional, Angélica ha aprendido a equilibrar los múltiples roles que desempeña. “El docente se lleva trabajo a casa. Siempre está pensando cómo mejorar, qué no funcionó hoy, qué puedo hacer diferente mañana.”

Por eso, para ella, ser docente es una forma de vida. Un compromiso con los alumnos, sus familias y consigo misma. Y aunque admite que hay días difíciles, tiene claro qué la sostiene:

"El saber que soy un agente de cambio. Yo no trabajo con máquinas ni con papeles, trabajo con seres humanos. No es como decir ‘me equivoqué, rompo la hoja y empiezo de nuevo’. Mi compromiso es ser la mejor maestra para tener a los mejores alumnos".


El Árbol Lector ha sido una de las múltiples estrategias de la maestra Angélica María para impulsar el gusto por la literatura en sus alumnos.
El Árbol Lector ha sido una de las múltiples estrategias de la maestra Angélica María para impulsar el gusto por la literatura en sus alumnos.

Cree en el poder de la palabra amable

Hoy, como directora, su meta es seguir construyendo entornos escolares basados en la empatía, el amor y el respeto. Cree firmemente en el poder de la palabra amable, en el trato digno y en la importancia de ver a cada estudiante no solo como un alumno, sino como un ser humano completo.

"La escuela es un segundo hogar. Y si en casa hay carencias emocionales, aquí debe haber abrazos, palabras de aliento, reconocimiento. Porque un niño feliz aprende mejor".



Sus alumnos, dice, le han enseñado a ser más paciente, más sensible, más humana. Y si hay algo que nunca ha considerado, es abandonar la docencia.

"Jamás. Nunca. Hasta ahora, nunca he pensado en dejar de ser maestra".



Angélica no olvida a quienes estuvieron a su lado desde el inicio. Por ello agradece profundamente a sus padres -María Sánchez Salazar y Pedro Espinoza Cázares- y a su hermano Felipe, quienes en todo momento la alentaron, la sostuvieron y creyeron en ella, incluso cuando el camino parecía incierto.

La maestra Angélica María, junto a sus padres: la señora María Sánchez Salazar y el señor Pedro Espinoza Cázares. Aquí cuando se graduó como maestra normalista en Culiacán.
La maestra Angélica María, junto a sus padres: la señora María Sánchez Salazar y el señor Pedro Espinoza Cázares. Aquí cuando se graduó como maestra normalista en Culiacán.

Este apoyo incondicional de su familia, incluido el de su esposo José Manuel, han sido el cimiento que le permitió construir el sueño de convertirse en docente y dejar huella en la vida de tantas niñas y niños.

Pasión y compromiso, claves en la docencia

El éxito en la educación, en su visión, no se mide solo con calificaciones. Se construye con docentes apasionados, capaces de transmitir amor, alegría y compromiso. Y se refleja en las sonrisas de los niños que llegan al aula diciendo: “Maestra, hoy aprendí algo nuevo.”

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