Tacos “La Familia”: un negocio que une corazones y conquista paladares en la Díaz Ordaz
Francisco Conde y Angélica Reyes crearon Tacos La Familia en Culiacán, un negocio que ha unido a sus hijos y les ha permitido salir adelante con trabajo y constancia


Por el callejón Sexto, en la colonia Díaz Ordaz, a escasos metros de las calles Hilario Medina y La 20, hay un lugar acogedor donde el aroma del consomé humeante que acompaña los tacos de cabeza se percibe a la distancia.
Pero no es solo un negocio de tacos. Es algo más: es una historia de fe, de trabajo constante y de amor familiar.

Es la historia de Francisco Conde y Angélica Reyes, un matrimonio con 31 años de vida en común y casi 13 de aventura empresarial con su negocio de Tacos de Cabeza “La Familia”.
Más que una locura, fue visión
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Lo que comenzó el 7 de diciembre de 2012 como un intento desesperado por salir de una crisis económica, se convirtió en un símbolo de unión familiar y superación.
La decisión no fue tomada por gusto, sino por necesidad: sus tres hijos —Karen, Daniel y Denisse— estaban en etapas cruciales de estudio, y los gastos rebasaban cualquier ingreso predecible.
“Él no dormía, se la pasaba pensando qué hacer para salir adelante”, recuerda Angélica. Y fue entonces cuando Francisco, conocido por su buena mano en los convivios, soltó la idea que cambiaría sus vidas: “Voy a hacer tacos de cabeza”. Ella, entre incrédula y divertida, pensó que estaba loco. Pero no era locura, era visión.

Una tina galvanizada, dos mesas prestadas y mucha voluntad
Como muchas grandes historias, la de la familia Conde Reyes comenzó en pequeño. Su primer “equipo” fue una tina galvanizada, una tabla larga de madera y dos mesas prestadas. En la banqueta, frente a la casa del padre de Francisco Conde, levantaron su primera estación de tacos.
“Gracias a él pudimos empezar ahí, en su cochera”, dicen con gratitud.
El inicio fue duro. Durante un año apenas vendían. Francisco, firme en su fe y tenacidad, se quedaba solo en la carreta, con una carpa improvisada, esperando a que alguien llegara. Sus hijos, pequeños aún, se mojaban en las lluvias mientras corrían a ayudar.
“Nos tocaron días difíciles, pero nunca nos faltó el deseo de seguir”, recuerda Angélica.
Aprender desde cero, con la ayuda de todos
Francisco no tenía experiencia en el negocio, pero sí disposición para aprender. Amigos, clientes e incluso desconocidos compartieron con él consejos valiosos: que cambiara la tabla por una redonda, que usara tablas de hueso más higiénicas, que se enfocara en un sabor natural.
“Una vez un cliente me enseñó cómo picar la carne, porque yo soy zurdo y no sabía”, cuenta entre risas.
Así, a fuerza de ensayo y error, dieron con su receta. Una cocción a fuego lento, sin condimentos artificiales. Solo agua, sal y hojas de laurel. “Queríamos que supiera a carne, no a todo menos carne”, dice Francisco con orgullo.
Un negocio que se volvió escuela y refugio
Lo que distingue a Tacos “La Familia” no es solo el sabor, sino el corazón que le imprimen. Sus tres hijos han sido parte del proyecto, no solo como apoyo, sino como trabajadores formados en el respeto y el esfuerzo.
“Al principio no les pagábamos, pero después les dábamos algo simbólico, y eso los motivaba”, explica Francisco. Fue en ese espacio donde aprendieron a administrar, a valorar el trabajo y a ganarse sus propios gastos escolares.
Además, el negocio les dio más que ingresos: les dio unidad. “Mi mayor satisfacción es que gracias a este negocio, todos los días veo a mis hijos”, dice Francisco. Y Angélica coincide: “Aquí todos somos parte. Este es un negocio familiar”.
Crisis, pandemia y la necedad de seguir
No todo ha sido miel. Durante la pandemia, Angélica pensó en cerrar. El miedo, las bajas ventas y la incertidumbre eran abrumadores. Pero Francisco, tenaz como pocos, dijo:
“Si es una prueba de Dios, vamos a abrir más temprano para demostrarle que sí queremos salir adelante”. Y lo hicieron. Contra toda lógica, abrieron más temprano… y los clientes volvieron.
Hoy atienden de 6:15 p.m. a 9:30 p.m., todos los días, excepto los miércoles. Y solo los domingos abren por la mañana. Su hija Karen y su yerno se encargan de ese turno matutino.
Más que tacos: un trato humano
Para ellos, el éxito está en el detalle. Desde la limpieza impecable, hasta saber en qué momento ofrecer un taco más —justo después de la segunda mordida—.
“El cliente se tiene que sentir atendido, valorado. Si llega enojado, no hay que confrontarlo. Hay que hacerlo sentir bien”, afirma Francisco.
Esa filosofía ha generado lazos duraderos con clientes que han ido creciendo junto con el negocio: “Nos visitan clientes desde que eran niños, ahora vienen con sus propios hijos”.
El consejo de quienes ya caminaron
A quienes comienzan un negocio, Francisco y Angélica no les endulzan la realidad: “Es difícil. Hay días en que no se gana nada. Pero también es muy bonito. Cada esfuerzo que haces, el negocio te lo regresa”.
La clave, dicen, está en la perseverancia, la humildad y en no rendirse.
Y mientras el vapor del consomé sigue saliendo desde la olla de acero inoxidable, y Francisco recibe a los clientes con la calidez de quien abre su hogar, queda claro que estos tacos saben a algo más que carne: saben a esfuerzo, a cariño… y a familia.