Marisela Luna Silva: la mujer que levantó una ferretería desde el duelo y la memoria en Culiacán
Marisela Luna fundó la ferretería Don Toño en Culiacán tras perder a su padre y hermano. Hoy, su negocio es un legado de esfuerzo, memoria y resiliencia
Hace casi seis años, en medio del duelo por la pérdida de su padre y su hermano, Marisela Luna Silva decidió no rendirse.
Hoy, a sus 55 años, es la fundadora y rostro visible de la refaccionaria y ferretería “Don Toño”, ubicada en la esquina de las calles Hilario Medina y Alberto Terrones, en la colonia Esthela Ortiz, al sur de Culiacán, nombre que honra la memoria de su padre, Antonio Luna.
¡Recibe las últimas noticias!
Su esposo la animó a seguir adelante
“Yo ya no quería saber nada. Me sentía derrotada”, recuerda con franqueza en plática para Tus Buenas Noticias.
Fue su esposo quien la animó a seguir adelante, proponiéndole cambiarse de un local poco concurrido en la colonia Pemex a una esquina más viva.
“Me dijo: ‘Está más chiquito, pero es una esquina, y te va a gustar’. Y tenía razón”, relata Marisela. Desde ese traslado, la historia de su ferretería comenzó a escribirse con otros colores.
Aunque la decisión nació en un momento difícil, también fue un retorno a sus raíces. Desde niña, Marisela acompañaba a su padre a vender ropa en los campos agrícolas de Sinaloa.
“Yo tenía 8 o 9 años y ya andaba con él vendiendo. Siempre me gustó vender”, comenta con una sonrisa que mezcla nostalgia y orgullo.
Un comienzo modesto
Empezó con apenas tres anaqueles y artículos modestos. “No me endeudé. Vendía algo, pagaba, y con lo que quedaba volvía a surtirme. Así, poco a poco”, explica. Hoy, su negocio se ha consolidado gracias a su constancia y a su estilo prudente de crecimiento. “Nunca fue de golpe. Fue con paciencia y esfuerzo”.
El camino no ha sido fácil. Uno de sus mayores retos ha sido adaptarse a la tecnología. “No le entendía ni al celular, mucho menos a hacer transferencias. Pero me enseñaron y aprendí. A mi modo, pero aprendí”, dice entre risas.
Reconoce que aún batalla con algunos nombres y funciones de los productos que ofrece, pero ha encontrado formas de salir adelante: “A veces saco todo y les digo a los clientes: ‘escojan lo que necesiten’”.
Su emprendimiento es también un distractor
Más allá de lo económico, lo que más valora de su negocio es el bienestar emocional que le proporciona. “Aquí me siento a gusto. Si me aburro, agarro el celular, veo Facebook, o le hablo a alguna prima. Pero no me enfado de estar aquí”, afirma.
Marisela no está sola en esta aventura. La acompaña su hija menor, quien la apoya en la atención al público. Sus otros dos hijos también han sido parte de su vida empresarial.
Para el futuro, Marisela sueña con expandirse: “Nos gustaría un local más grande. Ya no cabemos con tanta cosa”. Pero por ahora, se siente satisfecha de haber transformado el dolor en acción y la memoria en legado.
La ferretería Don Toño es, más que un negocio, un testimonio vivo de cómo la resiliencia, el trabajo en familia y el amor por las raíces pueden construir algo sólido, tornillo a tornillo.
