Yamel Rubio Rocha: la bióloga sinaloense que hizo del jaguar y la guacamaya verde un emblema de conservación
La historia de una sinaloense que convirtió su pasión por la naturaleza en una causa de vida y orgullo comunitario

“Soy una bióloga feliz de su andar, de su aprender y de su quehacer”, dice Yamel Rubio Rocha, una de las científicas sinaloenses más reconocidas por su labor en la conservación de la fauna silvestre.
Egresada de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) y con doctorado por la UNAM, ha dedicado más de tres décadas a proteger especies emblemáticas del noroeste mexicano como la guacamaya verde (Ara militaris) y el jaguar (Panthera onca).
Desde joven entendió que la biología es más que ciencia: es convivencia con la vida.
“Ser bióloga me marcó no solo desde lo profesional, sino desde lo humano. La biología no es solo flora o fauna, también son las personas”, comenta.
La guacamaya verde: el vuelo que cambió su destino
Su primera gran etapa profesional comenzó en 1996, cuando decidió enfocar su maestría en la guacamaya verde, especie amenazada por el tráfico ilegal y la pérdida de hábitat. El municipio de Cosalá fue su laboratorio natural.
“Trabajar con la guacamaya fue fabuloso. Fueron años de mucha juventud, de compromiso y de aprendizaje con la gente”, recuerda.

Durante casi dos décadas, impulsó proyectos que combinaron investigación y educación ambiental, involucrando a comunidades rurales.
“Nos dimos cuenta de que las comunidades no deben trabajar con nosotros, sino nosotros con ellas”, afirma.
Su trabajo generó orgullo local: la guacamaya se convirtió en símbolo de identidad y conservación.
El jaguar: la huella que marcó el camino
En 2008, Yamel inició un nuevo capítulo: el estudio del jaguar. Su participación en un proyecto de la UNAM la llevó a recorrer las selvas secas y montañas sinaloenses, documentando la presencia del felino en regiones donde se creía extinto.
“Nunca imaginé que estudiar al jaguar nos llevaría tan lejos”, afirma.
De esa investigación surgieron el Museo del Jaguar y la Estación Científica en el municipio de San Ignacio, espacios dedicados a la educación ambiental y la conservación, con pobladores de las comunidades.
Hoy, gracias a esos esfuerzos, las poblaciones de jaguar en Sinaloa muestran un aumento estimado del 8 al 10%, con alrededor de 235 ejemplares distribuidos en el estado.
“Encontrar hembras de jaguar con crías es el mayor placer. Significa que tenemos hábitat, condiciones y vigilancia comunitaria. Los ganaderos y campesinos se han vuelto nuestros aliados”, comenta orgullosa.

Ciencia con sentido social
Con más de 30 años como docente universitaria, Yamel ha formado generaciones de biólogos comprometidos con la naturaleza.
“Estoy segura de que mis estudiantes honrarán la filosofía de conservar para el bienestar de las personas y de la naturaleza”, asegura.
Sin embargo, hace un llamado a los jóvenes:
“Necesitamos más biólogos de campo, que caminen, que suden la camiseta. Habrá quienes quieran resolver todo desde una pantalla, pero el verdadero conocimiento está en convivir con la gente y la naturaleza”.
Su papel como conferencista y divulgadora refuerza ese mensaje.
“Me encanta charlar con jóvenes. Saber que alguien escucha una historia y se enamora del jaguar o de la guacamaya me llena de esperanza. Ahí empieza la conservación: en el corazón de quien escucha”.
Comunidades que conservan y prosperan
Yamel ha comprobado que la conservación puede transformar vidas. En varias comunidades, el cuidado del jaguar y la guacamaya se ha convertido en una fuente de ingresos y orgullo.
“Hay familias que ahora reciben salarios por ser guías, sembrar árboles o cuidar el hábitat. Conservamos por amor, pero también debe ser redituable para quienes viven en esos territorios”, explica.
Esa visión integral ha permitido que la conservación se arraigue como parte de la cultura rural. “Muchas comunidades transformaron su relación con la naturaleza. Proteger al jaguar o a la guacamaya ya no es un riesgo, es un honor”, dice. 
Guacamaya verde Ara militaris, con presencia en la sierra de Sinaloa
Nuevos retos: ganadería sustentable y turismo de naturaleza
Para Yamel, el futuro de la conservación en Sinaloa pasa por el trabajo conjunto con los productores y el turismo sustentable. Sueña con que los alimentos locales lleven un sello de conservación, como ocurre en otras regiones.
“Imagínate una carne sinaloense que diga: esta producción cuida al jaguar. Sería un orgullo y un valor agregado”, propone.
Asimismo, promueve la observación responsable de fauna como motor de educación y desarrollo económico.
“Queremos fomentar un turismo que enseñe a disfrutar y respetar la naturaleza, generando ingresos y conciencia”, explica.
Entre la familia y la academia: los pilares de su camino
En su historia, la familia y la universidad han sido inseparables.
“Los proyectos de conservación de Yamel han sido también los de su familia. Tanto la UAS como mi familia Ayala Rubio son los pilares que me han sostenido”, comenta con emoción.
La satisfacción de ver resultados tangibles —poblaciones de jaguar estables, comunidades involucradas, estudiantes comprometidos— la impulsa a seguir. “Mi mayor orgullo es que la gente se siente parte de la conservación y que mis alumnos hoy son líderes en investigación. Eso significa que vamos por buen camino”.
Un futuro con esperanza
Aunque lleva más de tres décadas en el campo, Yamel no planea detenerse. “Quiero seguir preparándome, y seguir aportando a mi comunidad”, afirma.
Reconoce que los retos son grandes: el tráfico ilegal, la deforestación y la falta de recursos siguen amenazando la vida silvestre. Pero su optimismo es mayor.
“Mientras haya jóvenes dispuestos a trabajar en el campo y comunidades con corazón, habrá esperanza. Porque conservar no es solo tarea científica, es un acto de amor por la tierra que nos da vida”.
Residente del sector Las Américas de la ciudad de Culiacán, es un orgullo de Sinaloa. Su identidad se forja en el equilibrio entre el conocimiento y el amor por la vida silvestre que inspira a nuevas generaciones.












