Isidro González: de las Islas Marías a una vida renovada en la carpintería, en Culiacán
Tras cumplir condena en las Islas Marías, Isidro González halló en la carpintería y la fe cristiana el camino para reconstruir su vida con dignidad


La historia de Isidro González Aispuro es una muestra clara de cómo la vida puede dar giros inesperados, pero también de cómo las segundas oportunidades son posibles cuando hay voluntad de cambio y fe.
Nacido en un entorno rural, Isidro aprendió desde niño a trabajar la tierra junto a su padre. El campo le enseñó disciplina y la importancia del esfuerzo, pero también vivió una juventud turbulenta que lo llevó por caminos difíciles.

Tras abandonar la secundaria, se distanció de su familia y, en su búsqueda de independencia, terminó involucrado en actividades ilícitas tanto en Estados Unidos como en México.
“Trabajé en cosas malas y eso me llevó a prisión”, reconoce. Su historia estuvo marcada por varios encarcelamientos, hasta que en 1993 fue detenido en Hermosillo y pasó diez años en prisión: seis en esa ciudad y cuatro en las Islas Marías. Fue allí, entre rejas, donde encontró un rumbo diferente.
El encuentro con la fe
En medio de la dureza de la vida carcelaria, Isidro tuvo un acercamiento inesperado con la fe cristiana. Recuerda la visita constante de personas que llevaban palabras de aliento y oración.
“Sentí un fuego por dentro, como si me hubieran dado un nuevo corazón”, relata sobre aquel momento que, asegura, lo transformó para siempre.
La fe lo llevó a dejar atrás esa vida turbulenta y a comprender que la verdadera libertad no era salir de prisión, sino vivir en paz consigo mismo y con los demás. “No hice esfuerzo para portarme bien, me nació del corazón”, dice con convicción para Tus Buenas Noticias.
El oficio que le dio una nueva vida
En las Islas Marías, Isidro encontró en la carpintería un oficio que le permitió reconstruir su vida. Si bien ya tenía nociones desde joven, allí se especializó y descubrió una habilidad que, a la par de su fe, se convirtió en su herramienta de reinserción social.
Salió de prisión en 2003 y se dedicó por completo a la carpintería. Primero trabajó de manera independiente en Culiacán, luego en Ensenada, y más tarde volvió a Sinaloa para establecer su propio taller.

“Siempre quise vivir de un trabajo honesto, y la carpintería me dio esa posibilidad”, asegura.
Actualmente, tiene su taller de carpintería en Cimas del Humaya, por la calle Iztaccíhuatl, a unos metros de la avenida Obrero Mundial y a un costado de una llantera.
Un legado de resiliencia
Hoy, Isidro no solo fabrica muebles: también cultiva valores en su familia y comunidad. Incluso, en un terreno baldío frente a su casa decidió sembrar maíz y calabazas para embellecer el espacio y evitar que se convierta en basurero.
“Es una forma de aprovechar la tierra y dar buen ejemplo”, explica.
Con más de dos décadas lejos de los errores del pasado, Isidro se define como un hombre agradecido con la vida y con Dios. Su historia demuestra que la reinserción es posible y que un oficio aprendido con disciplina puede convertirse en una llave para abrir puertas hacia un futuro digno.