Pedro Uriarte: del fondo de las adicciones a la reconstrucción de su vida en Tijuana
Del dolor y las calles a la esperanza: la historia de resiliencia de Pedro Uriarte

"Yo no toqué fondo, yo nací en el fondo”. Con esa frase, Pedro Uriarte resume en el podcast ¿No pasa Nada? la crudeza de una infancia y juventud marcadas por la pérdida, la violencia y las adicciones. Hoy, con lucidez y autocrítica, comparte su historia como un testimonio de supervivencia y un llamado a la empatía.
Uriarte relata que su vida cambió drásticamente cuando tenía apenas ocho años, tras la muerte de su madre.
“Ese evento me descomunicó, no quería vivir, no quería estudiar, no quería comer. Puedo decir que vivía en piloto automático por varios años”, confiesa.
Poco después, perdería también a su padre y sería víctima de abuso sexual por alguien que decía cuidarlo. Desde niño buscó escapar del dolor en el alcohol.
“La primera vez que consumí fue en la primaria. Le robaba cervezas a mi papá y me iba a un lugar que le llamábamos La Tierrita Blanca. Era la única manera de aguantar el estrés”, recuerda.
Calles, escaleras y cuevas: vivir sin rumbo
El consumo de sustancias lo llevó a una espiral que terminó por arrancarle casa, familia y dignidad. Tras ser expulsado del hogar, Pedro comenzó a dormir en escaleras de vecindades, funerarias y, finalmente, en una “cueva” improvisada por un amigo para sobrevivir en la calle.
“Hubo un momento que ya no tenía dónde quedarme. Pasaba la noche junto a contenedores de basura o debajo de escaleras. Ahí me di cuenta del nivel que había alcanzado mi adicción”, narra.
La vida en la calle estuvo marcada por peleas, robos menores para conseguir dinero y la muerte de amigos cercanos, como Mauro, su compañero de refugio, que falleció durante la pandemia de COVID-19.
“Lo extraño mucho. Me duele mucho su muerte. Él quería ser padre, ser abuelo, y lo logró. Yo pude verlo antes de que se fuera”, dice con la voz entrecortada.
Dolor, remordimientos y esperanza
Uno de los remordimientos más grandes que Pedro carga hoy es saber que sus dos hijos nacieron durante su etapa activa de consumo.
“Con lucidez me pesa haberlos procreado en ese tiempo. No era consciente de todo el daño”, reconoce.
Sin embargo, también cuenta que ese dolor fue parte del impulso para cambiar. Al verse en la calle, literalmente en una cueva, comprendió que había tocado un punto de no retorno.
“Para quienes pasamos tanto tiempo en la adicción, no nos dimos cuenta cuando pasaron los años. Pero ese día dije: a la madre, estoy en una cueva”.
A partir de ahí comenzó un proceso de recuperación, que implicó pedir ayuda y reconstruir su vida desde cero. Hoy, con la mente más clara, busca contar su historia para evitar que otros caigan en el mismo camino.
Una vida para contarla
El testimonio de Pedro Uriarte, crudo y directo es también un espejo de las realidades ocultas en las ciudades mexicanas: niños que crecen entre duelos, violencia y desarraigo, que hallan en las adicciones un escape y terminan en situación de calle.
“Me gusta pensar que contar mi historia sirve para algo, que tal vez alguien la escuche y se detenga antes de llegar a donde yo llegué”, concluye.
Su relato en ¿No pasa Nada? no solo es un recuerdo de su pasado, sino también un acto de responsabilidad y sanación.