¡De nuevo lo hizo! El profe Napoleón llevó a sus alumnos desde Guamúchil al espacio
El proyecto de educación artística del profesor Napoleón transformó la primaria Samuel M. Gil en un planetario viviente en Guamúchil

En Guamúchil, un rincón de Sinaloa donde las estrellas suelen mirarse desde el patio de casa, un grupo de niños tuvo la oportunidad de tocar el universo con las manos… sin salir de su escuela.
En la primaria Profesor Samuel M. Gil, el cierre del proyecto de Educación Artística no fue una simple exposición: fue un viaje galáctico hecho con imaginación, cartón, luces, papel aluminio y mucho entusiasmo.
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Un proyecto artístico inolvidable

El profesor Napoleón Nieblas, conocido por su creatividad y entrega, propuso algo que nadie esperaba: convertir el salón de clases en un planetario viviente.
La idea surgió al escuchar la inquietud constante de sus alumnos.
"Siempre me preguntaban por el Cubo del Centro de Ciencias de Culiacán, decían que querían conocerlo, pero ellos viven aquí en Guamúchil y no es tan fácil ir. Entonces pensé: ¿por qué no traemos el espacio hasta acá?", cuenta el maestro para Tus Buenas Noticias.
Descubren un universo paralelo

Con esa idea, el aula se transformó poco a poco en un universo paralelo. Se colocaron murales del sistema solar, estrellas fosforescentes, una torre de control con paneles improvisados, un cohete de cartón y una cabina con luces para simular el despegue. Todo fue hecho con materiales reciclados y la ayuda de los propios niños.
"Fue increíble ver que el salón era el espacio. Yo me sentía en una nave espacial", dijo emocionado uno de los alumnos, quienes asumieron el papel de astronautas durante la presentación final.
Un viaje espacial

La experiencia fue completamente interactiva. En una de las estaciones, los niños pudieron tocar "meteoritos", que eran rocas intervenidas con pinturas metálicas y etiquetas informativas. En otra, buscaron una estrella y le pusieron su nombre. "Yo le puse el nombre de mi abuelito porque ya está en el cielo", compartió con ternura una niña.
También pintaron galaxias con acuarela, exploraron planetas de distintos colores y texturas, y aprendieron datos curiosos del sistema solar. Pero el momento más esperado fue la simulación del despegue al espacio.
Con apoyo del teatro como herramienta expresiva, realizaron una representación donde el grupo entero abordó un “cohete” y emprendió un viaje rumbo a la Luna. Se montó una torre de control, con micrófonos, audífonos y un panel de mando hecho por los niños. Cada alumno tenía un rol: astronautas, controladores, científicos y hasta alienígenas.
"El Área 51 fue de lo que más les gustó. Ahí estaban los extraterrestres. Se disfrazaron, crearon sus trajes con papel, cartulinas, pintura verde… Fue muy divertido, pero también aprendieron a crear personajes y contar historias con su cuerpo y su voz", relató el maestro.
Además del viaje galáctico, en el área de la torre de control se integraron actividades de matemáticas. "Ahí trabajamos figuras geométricas con las pantallas que ellos mismos armaron. Era una mezcla de ciencia, arte, juego y aprendizaje", explicó Napoleón Nieblas.
Una expreriencia de vida

Este proyecto no solo fue una actividad artística; fue una experiencia de vida. Los niños se apropiaron del espacio, se expresaron con libertad y comprendieron que, con creatividad y esfuerzo, todo es posible.
"El objetivo era que vivieran el arte como una herramienta para imaginar, construir y aprender. No se trataba solo de hacer dibujos bonitos, sino de experimentar, jugar, cuestionar y trabajar en equipo", afirmó el profesor.
Para los alumnos, fue algo que jamás olvidarán. "Me gustó cuando fuimos a la Luna. Tenía polvo y estaba oscura, pero pusimos nuestra bandera", dijo uno con emoción. Otro agregó: "Yo aprendí que los planetas tienen diferentes colores y que Saturno tiene anillos".
Y aunque físicamente nunca salieron de su salón, su mente y su corazón volaron más allá de lo que nunca imaginaron.
Gracias al compromiso del maestro Napoleón Nieblas y al entusiasmo de sus alumnos, quedó claro que no se necesita viajar kilómetros para vivir una gran experiencia educativa. A veces, basta con transformar un salón y dejar que la imaginación despegue.