La historia de Don Héctor, comerciante de alma fuerte al sur de Culiacán
Don Héctor García, "El Chino", lleva 25 años como comerciante. Tras una cirugía a corazón abierto, hoy impulsa su propio espacio de venta de huevo al sur de Culiacán


En una transitada esquina de la colonia Plutarco Elías Calles, en Culiacán, en las calles Hilario Medina y Cándido Avilés, se encuentra uno de esos negocios que nacen del esfuerzo y se sostienen con perseverancia: el puesto de venta de huevos de don Héctor Manuel García, más conocido como "El Chino".
Con más de 25 años dedicados al comercio ambulante, don Héctor lleva cinco años instalado en ese punto, donde cada mañana —desde antes de que amanezca— acomoda cartones de huevo, frijol, azúcar y otros productos de abarrotes que ha ido integrando poco a poco a su oferta.

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Con una cirugía de corazón encima, sigue activo
A sus más de 50 años, y con una cirugía a corazón abierto a cuestas, sigue dando batalla, convencido de que trabajar con honestidad y constancia es la clave para salir adelante.
“El huevo es lo que más se vende”, dice mientras acomoda con precisión los cartones sobre una amplia mesa improvisada. A simple vista parece un comerciante más, pero detrás de su rutina diaria hay una historia de resistencia, enfermedad, reinvención y familia.
Con alma de tianguista
Antes de instalarse en la Plutarco, don Héctor recorría tianguis, vendía en puestos temporales y se enfrentaba a los vaivenes del comercio informal. Fue durante la pandemia de COVID-19 que decidió establecerse en una esquina más constante.
“Yo le dije a la familia: vamos a buscar un lugar fijo. Y aquí estamos, gracias a Dios, desde hace cinco años”.
Sin embargo, no todo ha sido sencillo. Hace más de una década, don Héctor fue sometido a una cirugía a corazón abierto, que marcó un antes y un después en su vida. Desde entonces, lleva una dieta estricta, toma cuatro medicamentos al día y evita cualquier tipo de estrés.
“Si no las tomo (las pastillas), no me puedo ni levantar”, confiesa entre risas, con ese humor que parece ser otra de sus medicinas.
Inculcó la escuela del esfuerzo a sus hijos
Pese a todo, nunca ha dejado de trabajar. “Apenas podía manejar, y ya estaba buscando huevo para surtir”, recuerda. Hoy, sus hijos —una joven de 26 años y un joven de 23— lo apoyan varios días a la semana. “Ellos van a quedarse con el puesto. Ya tienen la escuela del esfuerzo”, dice satisfecho.
Además de sostener a su familia, su pequeño negocio también es un punto de encuentro vecinal. “Aquí todos nos conocemos. Yo no le hago daño a nadie. Al contrario, si puedo ayudar, lo hago”, comenta.
A pesar de las dificultades económicas, los problemas de salud y el clima de inseguridad, "El Chino" sigue firme, orgulloso de lo que ha construido. Porque su historia no solo habla de huevos o frijol: habla de dignidad, de raíces humildes y del valor de levantarse cada día con el corazón —literalmente— remendado, pero firme.
Y como él mismo dice: “Aquí estoy. Y aquí seguiré, mientras Dios me dé vida”.