Lo decimos casi en automático. Y lo oímos más seguido de lo que nos damos cuenta
Por: VA
Oso Trava Daily
… pero no te enojes…
Lo decimos casi en automático.
Y lo oímos más seguido de lo que nos damos cuenta.
Y parecería que la rabia es un problema.
Un signo de debilidad. Un error que debemos corregir.
Hace poco mi coach me hizo una pregunta:
“¿Qué te duele tanto aquí que te hace querer protegerte con rabia?”
Boom.
Esa simple pregunta me abrió una puerta.
Porque entendí algo que me costó aceptar:
Lo que me hace fuerte no es lo que controlo.
Es lo que enfrento.
Y muchas veces, eso que enfrento… es justo lo que más quise evitar.
En estas semanas he visto con más claridad cómo las emociones intensas —la frustración, la vergüenza, la impaciencia— no son fallas del sistema.
Son señales.
Cada vez que exploto, me paralizo o me cierro… no estoy reaccionando al presente.
Estoy reaccionando a una historia del pasado que sigue viva en mi cuerpo.
Una herida que nunca integré.
Una parte de mí que se sintió sola, juzgada o insuficiente… y que hoy se activa como si el peligro siguiera ahí.
Y cuando actúo desde ahí, no lidera la mejor versión de mí.
Lidera el personaje que construí para sobrevivir.
Pero hay una salida.
Y no es sexy ni rápida.
Es una práctica.
Cuando algo me detona, lo que trato de hacer es respirar y preguntarme:
“¿Desde dónde estoy reaccionando?”
¿Desde el niño que se sintió invisible?
¿Desde el jefe que no quiere volver a fallar?
¿Desde el padre que teme no estar a la altura?
Y solo así puedo elegir otra respuesta.
No desde el miedo, sino desde la presencia.
Desde la persona que quiero ser:
un hombre más libre, más amoroso, más consciente.
No te digo esto como un gurú que ya lo domina.
Te lo comparto como alguien que lo empieza e intenta practicar cada día.
Porque esa es la verdad: no sanas con teoría.
Sanas con repetición.
Y esta práctica —de detenerte, sentir y elegir distinto—te cambia la vida.
No de golpe.
Pero sí para siempre.
¿Desde qué historia estás reaccionando tú hoy?