¡Es fake! La credulidad social y la democracia
Las noticias falsas son un fenómeno que vulnera la democracia, al comprometer la confianza pública y la libertad de expresión. Cada quién tiene que dejar su credulidad
Se les conoce como fake news. Son las noticias falsas que a diario se fabrican y distribuyen por las redes sociales, especialmente. Refieren datos inventados o descontextualizados pero están construidas con una estructura lógica que las hace verosímiles.
Y aunque se han popularizado por la red, las fake news existen desde antes. Algunas llegaban en formatos de mito urbano. En el 2001, cuando iniciaba como reportero de Noroeste, recibí el “tip” de que un camión congelador había chocado, que sus puertas se abrieron con el impacto y que reveló su contenido: órganos humanos.
Rápidamente comencé a indagar. Fui al lugar, por el bulevar Zapata a la altura de Lomas de Bulevar, y no había tal accidente. Ni tránsito ni nadie lo corroboró. Mi premio nacional de periodismo se desvaneció. Fui un reportero crédulo que cayó en un mito urbano. Claro, pasé la vergüenza de mi vida, aunque nada de ello se publicó.
Las noticias falsas hoy, por su amplificación, tienen implicaciones más profundas que atrapar ingenuos, como a un servidor. Son un fenómeno que vulnera la democracia, al deteriorar la confianza pública en la libertad de expresión.
Internet y la democracia sin filtros
Daniel Innerarity es un filósofo contemporáneo, es español y es un agudo estudioso del espíritu de la sociedad actual.
En su obra, La sociedad del desconocimiento, explora la relación entre democracia y libertades, conocimiento y desconocimiento, falsedad y verdad, política y ciencia, entre otros puntos. Y describe así a la democracia.
“Una democracia es un sistema de organización de la sociedad que no está especialmente interesado en que resplandezca la verdad, sino en beneficiarse de la libertad de opinar”, expresa claramente alejado de la etimología. “…es un conflicto de interpretaciones y no una lucha para que se imponga una ‘descripción correcta’ de la realidad”.
A la disrupción del internet, Innerarity explica que le siguió una desregulación del mercado cognitivo. Es decir, antes, el Estado, los medios o la academia, por ejemplo, servían de filtro de la información (hechos y datos) que verificaban su veracidad, utilidad o interés público y, luego entonces, comunicaban.
Como el reportero ingenuo que trató de investigar el mito urbano. Aun en su credulidad, logró filtrar y determinar que se trataba de información falsa y, por lo tanto, decidió no publicar. Si eso ocurre hoy, sin gestión de la información, se difunde a gran escala.
En la actualidad, la información corre sin filtro en grandes cantidades y velocidades. Ya no hay un diálogo gestionado por profesionales. Llega directamente a las personas en cualquier parte del mundo. Quizá suena arrogante, pero es verdad.
“Las redes sociales democratizan en la misma medida en que desorientan”, dice Innerarity.
La desregulación del mercado cognitivo
Con la aparición de internet y la accesibilidad a las plataformas digitales, en las que cualquiera puede distribuir información, ocurre lo que se llama la desregulación del mercado cognitivo. Con su desregulación, aumenta la credulidad de la audiencia, de las personas que reciben los mensajes y los creen a pie juntillas.
“Porque no plantea ningún límite a los mecanismos más intuitivos de nuestro espíritu: estereotipos, sesgos, agitación adictiva, atención dispersa, automatismos mentales…”, explica Innerarity.
Si le parece verosímil, la gente comparte, amplifica y viraliza una noticia falsa. Su nivel de credulidad o perspicacia es su propio filtro. Y está en su derecho de ejercer la libertad de expresión, ahí radica el sustrato democrático de estos diálogos gigantes que se dan de manera simultánea cada segundo en las redes sociales.
Una persona ingenua que comparte una fake news no mina la confianza en la democracia, quien lo hace es el acto doloso de falsear, lo que es un delito.
La aspiración es que un día aprendamos a dudar, verificar o a buscar contexto. Que un día dejemos de ser una sociedad crédula.