Creaciones Silvia celebra 26 años de trabajo hecho a mano y una historia de resiliencia en Valle Alto
Con 26 años de trabajo artesanal, Creaciones Silvia es una historia de resiliencia en Valle Alto, donde moños hechos a mano han acompañado a generaciones de niñas y familias


Entre listones, colores y años de dedicación, la historia de Silvia Rodelo es la de una mujer que convirtió los moños en una forma de vida.
Desde hace 26 años se dedica a la fabricación de moños, y desde hace catorce su puesto y su mesa de trabajo forman parte del paisaje y la memoria de Valle Alto, donde muchas niñas crecieron usando sus creaciones y hoy regresan con sus propias hijas.
Silvia empezó a hacer moños con el nacimiento de su primera hija, inspirada por una tradición familiar heredada de su mamá. Aunque de joven no le gustaba ayudar, la maternidad transformó el oficio en pasión.
“Me gusta más hacer que vender”, dice entre risas. Las vecinas fueron sus primeras clientas, y desde entonces no ha dejado de crear.
Paciencia y resiliencia
Su esencia sigue siendo el trabajo hecho a mano y la paciencia, mucha paciencia, una enseñanza que su hija Johana reconoce como uno de los mayores aprendizajes heredados.
"Aprendí de mi mamá, al principio no me gustaba pero cuando tuve mi primera hija empecé y me enamoré de hacer moños", menciona feliz.
Además de moños, Silvia elabora pulseras de Miyuki, una habilidad que descubrió durante la pandemia de Covid. Ese periodo no solo fue difícil en lo económico, también enfrentó un reto mayor al padecer cáncer de tiroides, con recaídas y tratamientos complejos.
"A pesar de todo aquí andamos, me siento bien", menciona.
A pesar de todo, nunca dejó de trabajar ni de volver a su mesa de manualidades. Hoy habla con serenidad y afirma sentirse bien. Su historia está marcada por la resiliencia y la constancia diaria, visibles en cada pieza que entrega.
Suele instalarse de 5 a 8 de la tarde, sobre el bulevar Álvaro de Portillo, justo afuera de la Parroquia San Josemaría Escrivá de Balaguer, en Valle Alto. En temporada alta acude todos los días y, cuando baja el ritmo, los jueves siempre pueden encontrarla.
Después de tantos años, Silvia sueña con tener un local propio, un espacio fijo donde pueda seguir creando. La vida no le ha sido sencilla, pero ella no deja de hacer moños, demostrando que cuando un oficio nace del amor y se sostiene con resiliencia, ninguna adversidad logra detenerlo.
Ante las dificultades de la vida, Silvia se pone los moños. Sus manos visten la elegancia de las niñas de Valle Alto y, junto a ellas y sus mamás, construye comunidad a fuerza de voluntad y constancia.









