Abelardo Sánchez, de la refrigeración al servicio público y la tecnología, un viaje de emprendimiento y resiliencia
La casita del Celular un negocio que conecta con la comunidad


Nacido en una familia trabajadora y emprendedora, Abelardo Sánchez Pérez ha tenido oportunidad de iniciar varios negocios y participar en el servicio público en Mazatlán.
Su padre, originario de Pánuco, municipio de Concordia, llegó al puerto en los años sesenta y aquí conoció a la que fue su esposa, que venía de Nayarit.
Los jóvenes se casaron y se asentaron en la emblemática colonia Juárez de Mazatlán, un punto de gran movimiento comercial generador de desarrollo económico en la ciudad.
Abelardo es el segundo de cuatro hijos y el único hombre. De carácter rebelde, fue el único de los cuatro hermanos que no estudió una carrera universitaria y empezó a trabajar muy joven en una empresa importante del puerto, Fundiciones Rice.
El papá de Abelardo aprendió el oficio de la plomería luego de haberse dedicado a la minería en Pánuco, pero en la ciudad sus habilidades de plomero le dieron oportunidad de tener un negocio propio muy próspero, en el que su mujer le ayudaba a administrarse y generar el sustento para la familia. 
De la rebeldía a la responsabilidad
Abelardo recuerda que en su época de adolescente participó en situaciones riesgosas, eran tiempos de peleas entre barrios y en su rebeldía llegó a implicarse en ellas, hasta que vio de cerca las consecuencias que tenían estas acciones.
A sus 18 años perdió a un buen amigo en una de esas peleas y ahí decidió cambiar el rumbo que llevaba para empezar a trabajar como office boy.
En Fundiciones Rice trabajó 8 años, en los que fue ascendiendo de puesto y ganándose la confianza de la familia Rice, con quienes su padre también tenía relación laboral con su negocio de plomería y electricidad.
“La familia del Peche Rice tenía su empresa en el centro de la colonia Juárez, fabricaban las hélices para los barcos, generaron mucho empleo en la colonia torneros, gente de hornos, oficinistas manejaban más de 400 personas en la empresa, yo empecé como office boy, después fui jefe de almacén y jefe de compras” recuerda.
Después de ser empleado y ganar experiencia en diversas áreas de la empresa, Abelardo decidió emprender su propio negocio en casa de sus padres.
“Inicié un taller de refrigeración y lavadoras con el que duré 13 años, me fue muy bien con el emprendimiento, un técnico en refrigeración y lavadoras me enseñó a hacer ese trabajo”, señala.
El servicio público, una oportunidad para contribuir con su comunidad
Pero la vida le tenía preparadas otras experiencias a Abelardo, un ex compañero de estudios en la secundaria Federal No. 1 incursionaba ahora en la política y lo invitó a integrarse en la campaña en busca de la Alcaldía de Mazatlán. 
Abelardo decidió probar suerte, aunque su negocio era próspero su intuición le dijo que esta era una buena oportunidad y así fue, su candidato ganó la presidencia municipal y él fungió ese trienio como jefe de mantenimiento del Ayuntamiento de Mazatlán, puesto que encajaba con su experiencia laboral.
Durante los tres años trabajó en el gobierno municipal y al terminar la administración regresó a su taller de refrigeración y lavadoras.
“Después de tres años mi amigo me vuelve a hablar para hacer campaña de nuevo y en su segunda administración como Alcalde fui regidor”, señala.
Abelardo recuerda su paso por el Cabildo Mazatleco como una experiencia muy enriquecedora, pues le tocó ser parte del proceso para iniciar la construcción de la Presa Picachos, una obra muy anhelada por su importancia y significado en la región.
“La Presa Picachos era muy necesaria para el puerto, fue mucho cabildeo porque había que mover pueblos enteros, había sentimiento de los habitantes y su patrimonio en juego. Era saber cómo lograr ese desarrollo para Mazatlán”, asegura.
Pasado ese trienio Abelardo trabajó en la entonces Secretaría de Desarrollo Social. También fue asistente en el Congreso del Estado en dos ocasiones y luego llegó una tercera oportunidad en una nueva administración municipal en la que fue Director de Atención Ciudadana. 
Como servidor público Abelardo tuvo oportunidad de gestionar apoyo para los ciudadanos, en algunos casos con resultados muy satisfactorios que lo marcaron positivamente y cambiaron la vida de algunas personas.
“Como servidor público es muy bonito poder ayudar a las personas y ver cómo se abren puertas y como otras personas colaboran para el bien de los demás”, asegura.
Superando adversidades y desafíos de salud
Después trabajó en Conalep durante dos años y fue ahí donde el corazón de Abelardo le dio un primer aviso, luego de años de mucho trabajo y estrés sufrió un primer infarto que lo llevó a replantear su manera de vivir.
“Ya tengo que llevar una vida más tranquila, mi primer infarto fue hace 8 años y después de 5 años tuve otro, es una experiencia que no se le desea a nadie, parece que te están quemando el pecho. Cuando me dijeron en el ISSSTE que estaba infartado no lo creía”, recuerda.
A partir de entonces el cuidado de su corazón ha sido básico para Abelardo, le practicaron un primer cateterismo, sin embargo, un nuevo infarto lo alcanzó años después en una situación más complicada.
“Estaba en una mina en la Capilla del Taxte y empecé a sentirme mal, con una presión muy fuerte en el pecho, yo sabía que me estaba infartando de nuevo y tenía que llegar hasta Mazatlán para que me atendieran, le hablé a un amigo para que fuera preparando todo para llegar al hospital”, recuerda.
Abelardo fue sometido a un segundo cateterismo de urgencia y tiempo después a un tercero como parte de un proceso exploratorio para valorar su corazón, que después de los infartos tiene una función del 55 por ciento.
“En el IMSS me dicen que tengo una arteria del corazón tapada y tengo dos opciones, desbloquearla con un cateterismo o tomar medicamento de por vida, estamos en ese proceso y en enero me dicen qué se va a hacer”, dice.
Un nuevo emprendimiento: La Casita del Celular
Así, la vida de Abelardo ha cambiado drásticamente, los cardiólogos le piden que tenga tranquilidad y se aleje de conflictos y presiones. En atención a esto decidió alejarse del servicio público y emprender en un giro diferente, menos pesado físicamente.
“Llegué al Mercado Municipal de la colonia Flores Magón hace 14 años, primero pensé en un negocio de venta de escobas, trapeadores y productos de limpieza, pero un sobrino me dijo tío debería iniciar un negocio de accesorios para celulares, en cada casa hay cinco celulares y me gustó la idea”, señala.
Abelardo abrió la Casita del Celular en donde vende accesorios y ofrece también reparación de equipos. Este negocio le ha permitido llevar una vida más tranquila.
“Va creciendo el mercado tenemos micas, fundas, protectores, cables de datos, cargadores, porta cargadores, micro memorias, usb, audífonos inalámbricos, chips y saldo de todas las compañías además de la reparación de celulares de todas las marcas”, explica.
El Mercado de la Flores Magón lo ha adoptado como uno más de sus locatarios y la comunidad del sector como uno de sus comercios de confianza. 
“Vamos en el recibo 4 mil 236 en los 14 años y no hay que bajar la guardia hay épocas buenas y malas como en todos los negocios, viene diciembre y es una temporada muy buena para el negocio, aquí vamos a estar hasta que Dios lo permita”, asegura.
A lo largo de su vida, Abelardo ha aprendido que el verdadero éxito no solo se mide en logros personales, sino en la capacidad de servir a los demás. Su experiencia en el servicio público le permitió impactar positivamente en la vida de muchas personas.
Ahora, como propietario de La Casita del Celular, sigue en contacto con su comunidad, ofreciendo no solo productos y servicios, sino también un espacio de confianza y cercanía.
La pasión con la que enfrenta cada día, a pesar de las adversidades de su salud, es un ejemplo inspirador de cómo la determinación y el amor por el trabajo pueden abrir puertas y crear un legado duradero.
Abelardo continúa escribiendo su historia, no solo como un emprendedor, sino como un ser humano comprometido con su entorno, demostrando que siempre hay un camino hacia adelante, lleno de esperanza y nuevas posibilidades.









