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Con la creación de su huerto urbano, Rosendo convirtió un basurero en un vergel en Culiacán

En Barrancos, al Sur de Culiacán, un vecino decidió cambiar la historia de un espacio olvidado, y hoy su huerto es orgullo y ejemplo para todos.

5 septiembre, 2025
Con gran actitud, don Rosendo acude diariamente a su huerto para cuidar de él y sus plantas.
Con gran actitud, don Rosendo acude diariamente a su huerto para cuidar de él y sus plantas.

Al sur de Culiacán, en medio de Barrancos, entre andadores y calles, hay un rincón verde que huele a vida.

Ahí, donde antes había bolsas de basura, escombros y maleza, ahora crecen mangos, guayabas, nopales, calabazas, jamaica, pepinos y hasta guamúchiles.

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Un pensamiento positivo logró un cambio significativo

Con mucho esmero, Don Rosendo cuida de su huerto en el Parque Solidaridad.
Con mucho esmero, Don Rosendo cuida de su huerto en el Parque Solidaridad.

El cambio no fue obra de magia, sino de las manos incansables de un hombre: Rosendo López Rubio, originario del Aguajito, en Sinaloa de Leyva, y vecino del fraccionamiento desde hace 11 años.

"Con el crédito de mi esposa agarramos la casa y aquí vivimos. A mí siempre me han gustado las plantas. Dan de comer, nos ayudan, dan oxígeno… y pensé: este lugar puede ser algo bueno", cuenta para Tus Buenas Noticias mientras acomoda unas matas de jamaica que plantó hace unas semanas.


Cuando llegó al Parque Solidaridad, encontró un terreno abandonado

Lo que antes fue un campo abandonado, hoy es un huerto con una gran variedad de frutos.
Lo que antes fue un campo abandonado, hoy es un huerto con una gran variedad de frutos.

Oficialmente, estaba destinado a ser una cancha de voleibol, pero en la práctica solo era un basurero. La idea de un huerto urbano comenzó a rondarle en la cabeza. "Dije: voy a limpiar. Lo vi a futuro. Me imaginé todo verde", recuerda con nostalgia.

No todos lo vieron así al principio. Hubo vecinos que lo criticaron e incluso le arrancaban lo que sembraba.

"Sembraba y ellos me arrancaban todo. Hasta que un señor me echó la mano y les explicó que esto no era para mí, era para todos. Que estábamos rescatando un espacio que nadie usaba", relata.


Poco a poco, la resistencia se convirtió en respeto. Hoy, esos mismos vecinos que dudaban, son quienes pasan a pedirle fruta o nopales.

El primer árbol que plantó fue un mango, que ya lleva dos años creciendo

El primer arbolito frutal que plantó, fue un mango que hoy ya le dio fruto.
El primer arbolito frutal que plantó, fue un mango que hoy ya le dio fruto.

Después vinieron cinco guayabos, un guamúchil que brotó solo, decenas de nopales, girasoles y una gran variedad de hortalizas.

"He sembrado de todo: maíz, cacahuate, tomate, chiles, calabaza, melón, sandía, pepino, brócoli, lechuga, rábano, cilantro, chile dulce, chiltepín… la tierra es buena y todo nace. Lo importante es estar diario, atenderlo, echarle ganas", asegura.


Para abonar, utiliza estiércol de gallina y ceniza de los asaderos cercanos a su hogar. Dice que algunos creen que es "su mano" la que hace crecer todo, pero él prefiere pensar que es la constancia.

"Yo salgo de la chamba, me echo un taco y me vengo para acá. Vengo todos los días, sin falta", comenta con orgullo.


Hoy, el huerto no solo alimenta a su familia. Tiene dos hijas universitarias, una en Mercadotecnia y otra en Psicología, son fanáticas de lo que él cosecha, sino que también es un punto de encuentro.

"Yo le digo a la gente que este huerto es de la comunidad, que hay que cuidarlo. Cuando alguien quiere llevarse algo, se lo doy, nomás les pido que respeten", explica.


Parques Alegres es su aliado en esta labor

Don Rosendo trabaja con fervor para ver su huerto verde y lleno de vida.
Don Rosendo trabaja con fervor para ver su huerto verde y lleno de vida.

Con el apoyo de Parques Alegres y el Comité, el Parque Solidaridad pasó de ser un tiradero a un ejemplo de cómo la voluntad de una persona puede transformar un espacio público. Y todo gracias a que un día, Don Rosendo decidió sembrar vida donde otros solo veían basura.

"Para mí es una satisfacción muy grande comer lo que cosecho, darle a otros, ver crecer las plantas. Es como ver crecer a un hijo", dice con una sonrisa.


Su historia es una invitación para que más vecinos rescaten los lugares olvidados de su colonia. Porque, como demuestra este hombre de manos curtidas y corazón grande, cuando se siembra con constancia, la cosecha siempre llega.

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