Cuando la empatía se viste de héroe: paramédico consuela a niña tras accidente en Culiacán
En Culiacán, un paramédico de GERUM convirtió el miedo de una niña en sonrisa con un globo hecho de un guante de látex, recordándonos que las pequeñas acciones pueden construir un mundo más humano y próspero


Culiacán, Sinaloa. En la capital sinaloense donde la esperanza a veces parece desvanecerse entre el ruido de la incertidumbre y el peso de la rutina, aún brotan destellos de luz capaces de tocar el alma.
Pequeños gestos, invisibles para muchos, pero inmensos en su significado, nos recuerdan que la empatía sigue viva y que existen corazones decididos a servir con amor, sin pedir nada a cambio.

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Globo que sembró esperanza en Culiacán: historia que conmueve al mundo
Así ocurrió la tarde de este lunes, tras un aparatoso accidente vehicular bajo el puente de la prolongación de la avenida Álvaro Obregón, a la altura de las colonias Progreso y Huizaches.
Los primeros en llegar fueron dos paramédicos del Grupo Especial de Rescate y Urgencias Médicas (GERUM) de Culiacán: Carlos Méndez López y Jesús Coronel Borboa, quienes se encontraban a tan solo 30 metros del lugar, “boteando”, como lo hacen a diario, para reunir recursos que les permitan seguir salvando vidas.

Estos héroes sin capa no cuentan con sueldo fijo ni apoyo gubernamental; su única fuente de sustento son donaciones y las monedas que manos solidarias les ofrecen al cruzarse con ellos en las calles de Culiacán. Y aun así, sin garantías ni certezas, ahí están siempre: firmes, valientes, entregados, respondiendo al llamado de auxilio.
Minutos después, se les unió otro técnico en urgencias médicas de GERUM, Fabián Alexis Osuna García, quien al enterarse del accidente acudió de inmediato. Para ellos no importan los obstáculos cuando el corazón guía, y estos jóvenes lo han demostrado una y otra vez.
Pequeños actos, grandes corazones: un guante inflado que sanó el alma de una niña
Mientras elementos del Ejército les brindaban seguridad, los paramédicos de GERUM, atendieron con dedicación a varias personas que resultaron lesionadas, incluyendo a menores de edad. Sin embargo, hubo una escena que quedó grabada en el corazón de todos los presentes.

En un silencio que estremecía, una pequeña de aproximadamente tres años permanecía inmóvil, no emitía palabra alguna, pero su rostro lo decía todo: unos ojos inundados de lágrimas y una expresión que revelaba el profundo impacto del momento.
Su fragilidad conmovía incluso en medio del caos. Fue entonces cuando Julio César Vega Sainz, paramédico de profesión y director general de GERUM, hizo un valioso acto cargado de significado.
Mientras atendía a las personas heridas, Julio César miró de reojo a una niña parada junto a una señora familiar de unas de las mujeres lesionadas. En ese instante, su intuición de padre se encendió en su interior.
“Vi en ella la figura de mi hija. Fue algo que me tocó profundamente el alma”, recordó con la voz cargada de sentimiento.

Sin pensarlo, se acercó de inmediato a la menor. Primero la valoró médicamente y, al confirmar que no tenía lesiones graves, decidió apartarla del epicentro del impactante accidente. Pero su miedo seguía allí, aferrado a su silencio.
“El choque había sido muy aparatoso y ella estaba en una evidente crisis nerviosa”, relató Vega Sainz, aún conmovido por la escena.
Pero lo que sucedió después fue más allá del protocolo, fue un acto de humanidad.” Le pregunté si le gustaban los globos. Me contestó con un hilo de voz que sí”, narró. Entonces tomó un guante quirúrgico, lo infló cuidadosamente y se lo entregó a la niña.
En ese preciso momento, ocurrió una acción conmovedora. “Al recibir el globo, su rostro temeroso se iluminó con una sonrisa”, recordó Vega Sainz, quien con ese simple gesto derramó una magia llena de ternura.
Culiacán más humano: la esperanza que nace de la empatía y la bondad
Julio César no solo curó heridas visibles, sino que también calmó el alma de una niña asustada. Porque hay acciones que no se aprenden en manuales ni en aulas, sino que brotan del corazón.
En un tiempo donde la compasión parece escasa, actos como este se vuelven indispensables. Porque construir un Culiacán en paz no inicia con grandes discursos, sino con hombres y mujeres que, aun sin condiciones, deciden responder al dolor con cariño.

Que este pequeño globo de látex, inflado con amor y esperanza, sea el símbolo de lo que somos capaces de hacer cuando elegimos ver al otro no como un extraño, sino como parte de nosotros.
Porque en los momentos más oscuros, la luz no siempre llega con reflectores… a veces llega en forma de un gesto simple, una sonrisa devuelta, o un globo que despierta la esperanza.
Que este acto nos inspire a seguir creyendo en la bondad, en la empatía y en la posibilidad real de construir un Culiacán más humano y próspero.
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