"¡Conejitos, conejitos!" El grito que endulza los domingos de tianguis en Villa Juárez Navolato
María Guadalupe Jiménez, la criadora de conejos que conquista corazones con sus gazapos encuentra en el tianguis un espacio de ternura para niños y jóvenes.

En medio del bullicio del tianguis dominical, entre puestos de frutas, tacos y ropa usada, se escucha un grito que llama la atención de grandes y chicos: “¡Conejos! ¡Conejitos!”.
Es la voz de María Guadalupe Jiménez Marín, quien, con una carriola en cubo para bebés o accesorios, recorre los andadores del mercado móvil empujando decenas de pequeños gazapos que parecen sacados de un cuento.
Sin prisa, pero con constancia, Guadalupe se abre paso entre los puestos. Su carrito no lleva pañales ni biberones, sino peludos y esponjosos conejitos que despiertan ternura al instante.
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Son los niños y jóvenes quienes se detienen primero, atraídos por el suave movimiento de orejitas y patitas.
—“¡Aaaaay qué bonitos1 ¿los puedo tocar?”— preguntan emocionados.
Ella asiente, sonriente. Sabe que dejar que los acaricien es el primer paso para ganarse a los nuevos dueños.
Pronto comienzan los ruegos a los padres, las miradas suplicantes, las negociaciones. Uno a uno, los gazapos encuentran su hogar. Y mientras los nuevos dueños recorren el tianguis con sus tesoros en brazos, Guadalupe sigue su camino, repitiendo la escena tantas veces como sea necesario.
Tres décadas de ternura
Con casi 30 años dedicada a la producción de conejos, Guadalupe vive en La Sinaloa, una comunidad rural de Navolato, donde mantiene su propia conejera.
Ahí, entre corrales limpios y cuidados estrictos, cría a sus animales con cariño y método. Actualmente cuenta con decenas de hembras y 12 machos seleccionados cuidadosamente para mantener la calidad de sus gazapos.
“Yo llevo un control estricto de cruzamiento, no revuelvo a los machos con las hembras. Escojo bien qué va con qué, para saber qué va a salir”, comenta con entusiasmo para Tus Buenas Noticias.
Comenta que empezó comprando conejitos a 400 pesos cada uno para dejarlos como reproductores y otros a 1800 pesos.
“Pero yo los vendo a 100 pesos, para que la gente se anime y se los lleve”, precisa.
Las razas que ofrece, como: rex, cabeza de león, y una nueva que apenas está identificando, se venden como pan caliente.
“Me gusta tenerlos limpios y bonitos. No me gusta que los sacrifiquen, porque yo les tengo mucho cariño. Desde que nacen yo los cuido. Sé el día exacto en que van a nacer, estoy con la mamá, luego los paso a su cunita. No tocan tierra, ni nada, hasta que están listos para salir y cada quien agarra su rumbo.”
Vida de lucha y de amor
Con sus cinco hijos ya casados y 11 nietos, Guadalupe vive ahora acompañada por su esposo, Rigoberto Millán Paredes, a quien cuida con esmero.
Su estabilidad económica para salir adelante está fincada en la cría de conejos y la venta de ropa usada en el tianguis de los sábados en Aguaruto y en el del domingo en Navolato.
“Los conejitos y la ropa me dejan por igual. Pero con los conejos me siento más feliz. Ver a los niños llevarse uno y abrazarlo como si fuera un peluche vivo… eso me encanta.”
Guadalupe ya es parte del paisaje de los domingos en Villa Juárez. Su carrito, sus conejitos, y su voz, son parte del alma del tianguis. Y aunque sus clientes se renuevan cada semana, hay algo que nunca cambia: el encanto de sus gazapos y el corazón enorme de la mujer que los cría.
En tiempos donde la violencia y la incertidumbre tiñen la vida de muchas comunidades, historias como la de María Guadalupe nos recuerdan que la paz también se cultiva desde lo pequeño: con cariño, constancia y el suave latido de un gazapo en el pecho de un niño feliz.