Yahir Padilla: el maestro que puso el folklor de Sinaloa en el Vaticano y más allá
Maestro de danza y coreógrafo, Yahir Padilla Aceves convierte la música y el baile en destino para cientos de jóvenes


En el corazón de la colonia Tierra Blanca, en Culiacán, Sinaloa, un hombre ha desafiado estigmas y ha transformado generaciones a través del arte. Su nombre es Yahir Padilla Aceves, y su historia es la prueba viviente de que la danza puede cambiar destinos.
Con 26 años de servicio como docente en la Escuela Secundaria General No. 1 "Moisés Saenz", Yahir no solo ha sido un maestro de educación artística, sino un arquitecto de futuros.

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La danza ha dado rumbo y sentido a su vida
Desde su salón de clases y durante los ensayos del Grupo Folklórico Jiapsi Xochipilli del CBTis No. 224, ha formado a cientos de jóvenes, muchos de ellos provenientes de contextos vulnerables que han encontrado en la danza no solo una pasión, sino un camino para redirigir sus vidas.
Su historia inicia entre bastidores, cuando de niño, siendo un gimnasta competitivo, acompañaba a sus hermanas a sus ensayos de danza folklórica en el entonces DIFOCUR.
Fue en un festival del Día de las Madres donde una maestra, Olimpia, con su energía y liderazgo, lo inspiró a decir: "Yo quiero hacer eso el resto de mi vida". A pesar de los tropiezos, como no coincidir con la maestra en su primer año, la semilla ya estaba sembrada.
Su carrera profesional dio un giro cuando fue invitado a una gira por Europa a los 15 años. Desde entonces, Yahir ha estado en constante movimiento, recorriendo países, escenarios y corazones. Jamás recogió en persona sus títulos escolares, pues siempre estaba en alguna gira. Su vida entera ha estado acompasada al ritmo de la danza.

El Grupo Folklórico Jiapsi Xochipilli
En el CBTis 224, donde fue inscrito por su madre casi por accidente, Yahir propuso la creación de un grupo folklórico. Su pasión lo llevó a conformar el grupo Jiapsi Xochipilli, que hasta la fecha dirige.
Desde sus inicios, se enfrentó a la falta de experiencia, de recursos, e incluso de bailarines hombres. Sin embargo, su terquedad creativa y su espíritu incansable lo empujaron a perseverar.
"Yo decía: ¿Cuándo va a llevar Sinaloa una medalla nacional?" Y no descansó hasta lograrlo.
En el año 2000, por fin, se cumplió su sueño: ganaron la primera presea nacional para Sinaloa en el Encuentro Nacional de Arte y Cultura (ENAC).
Desde entonces, Yahir se ha convertido en un referente de la danza folklórica mexicana, con asesorías de grandes maestros como Jaime Guerrero y Diana Basanta, quienes lo guiaron a encontrar la esencia de su estado en sus coreografías.

La investigación es clave para la coreografía
Este hallazgo lo llevó a sistematizar su labor como investigador: visitar comunidades indígenas, documentar tradiciones orales, participar activamente en rituales y celebraciones, y traducir todo ese patrimonio en piezas escénicas que no solo conmueven, sino que educan.
Yahir no llega a las comunidades con una libreta y una cámara, sino con el corazón abierto.
Ha convivido con los Yoremes, ha vestido a la Virgen en Matatán, en Rosario, ha sido parte de los rituales en Quilá, y en cada uno de estos lugares ha sido recibido no como un forastero, sino como un hermano.
Hoy, puede decir con orgullo que tiene familia en cada región que ha visitado.

Yahir lleva el folklore sinaloense al Vaticano
A nivel internacional, su trabajo lo ha llevado a colocar bailarines en escenarios tan simbólicos como el Vaticano, cuando a mediados de 2017 una delegación de sinaloenses llevó su folklore al hogar del Papa, durante la Exposición de Artesanías Mexicanas.
Pero para Yahir, el verdadero milagro ha sucedido en Tierra Blanca. Esta colonia, estigmatizada durante años por la violencia, ha cambiado su rostro gracias al arte.
Decenas de jóvenes que pudieron haber tomado caminos distintos, hoy se presentan en concursos nacionales, estudian carreras universitarias y se convierten en embajadores culturales.
"La danza me cambió la vida", dice, pero la realidad es que ha sido él quien ha cambiado muchas otras. Su aula de clase es un refugio, un taller de identidad, una plataforma de dignidad. Y su legado ya se multiplica en exalumnos que hoy enseñan, coreografían, e incluso llevan la danza a otros países.

La danza como un refugio y destino en Tierra Blanca
El futuro de Tierra Blanca no está escrito en cifras ni en titulares amarillistas, sino en los pies descalzos de un niño que aprende a zapatear, en la falda que gira al ritmo del son, en el orgullo de portar un traje típico, en la mirada encendida de quienes descubren que su cultura es valiosa.
Y todo esto, gracias al maestro Yahir Padilla, quien un día decidió que la danza no era solo una vocación, sino una revolución silenciosa. Con su formación magistral de la danza es un aliado en la construcción de paz en Sinaloa.