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Don Remigio Quevedo, el Registro Civil y la Participación Ciudadana

La moraleja final de esta reflexión es que no importa qué nombre le pongas en el registro civil a tu hijo, lo importante es registrarlo.

6 noviembre, 2020
Don Remigio Quevedo, el Registro Civil y la Participación Ciudadana
Don Remigio Quevedo, el Registro Civil y la Participación Ciudadana

Columna: Reflexiones de un aspirante a buen vecino. Por Miguel Calderón

Estoy trayendo a la memoria a Don Remigio Quevedo con una anécdota del Registro Civil y la participación ciudadana. Como se los he comentado antes, mi abuela es fuente de información muy reveladora para un servidor. Recientemente me compartió algo que volvió a sorprenderme.

Dice que una tarde noche de mediados de la década de los 1950´s, allá en su domicilio de la comunidad de Las Trancas, pactó con mi abuelo que fuera a anotar formalmente al registro civil de Navolato a su hijo más pequeño. El consenso no sólo incluía el día del trámite sino también el nombre, cómo llamarían al niño.

Cuenta que, al día siguiente, después de desayunar, Don Remigio Quevedo se fue rumbo a los asuntos acordados y que no regresó sino hasta altas horas de la noche. Mi abuela le preguntó: “Viejo, ¿le pusiste el nombre al niño’”. “Si Vieja”, contestó él, “Todo lo hice cómo quedamos, sólo que se me olvido el nombre que habíamos acordado”.

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La anécdota viene al caso porque el abuelo, en su ansiedad por decidir un nombre para el registro, volteó para todos lados y observó un tumulto de gente reunidos en torno a un mitin de campaña política con pancartas que decían el nombre del candidato, Miguel Enrique. “Ese nombre anótele”, le dijo al oficial del registro civil.

Ignoro sí mi abuelo terminó ejerciendo su derecho al voto en las elecciones más próximas en agradecimiento por iluminar su creatividad y sugerir un nombre para su hijo varón primogénito. De lo que sí existe evidencia es que la responsabilidad paternal se cumplió al inscribirlo oficialmente y gestionar su acta de nacimiento.

Este descubrimiento familiar me llevó a preguntarme cuántos de nosotros en la actualidad cumplimos unos deberes, pero no atendemos otros. No existe ser humano perfecto, pero seguro hay muchos que lo intentan, así como el abuelo.

Sólo hay que observar el nivel de participación ciudadana en el proceso electoral que se llevó a cabo en Estados Unidos esta semana. Varias fuentes estiman que más de 65% de las personas que tenían posibilidad de votar, votaron. Algunos dirán que esto es imperfecto porque faltaron 35% de los habitantes que tenían la posibilidad de ejercer ese derecho no lo hicieron. Sin embargo, quienes sí acudieron a esa cita son ya protagonistas de un hecho histórico trascendental.

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Hay países con una ciudadanía tan apática a los temas públicos en donde apenas arañan el 30% de su población cuando de sufragar se trata. Por el contrario, hay lugares en el mundo en donde la atención a este tipo de temas por los vecinos es tan importante como en Bélgica o en Australia en donde los porcentajes de votación rondan por el 90%. En México, en la última elección federal participó el 63% de la población con derecho a hacerlo. Aún podemos mejorar la participación ciudadana.

La moraleja final de esta reflexión es que, así como lo hizo mi querido abuelo, no importa qué nombre le pongas en el registro civil a tu hijo, lo importante es registrarlo. Así también, no importa por quién emitas tu voto al momento de la elección, lo que te hace buen vecino es participar.


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