Tras 15 años en la textilera y una vida de trabajo constante, Sandra encontró en su pequeño bazar una manera de salir adelante.
A sus 62 años, Sandra Ahumada Rodríguez es ejemplo de resiliencia. Vive y trabaja en el mismo lugar, en la calle Niños Héroes, a unas casas de la Escuela de los Mangos, donde instaló un bazar que poco a poco ha ido creciendo.
“Aquí tengo unos meses que abrí. Voy y traigo ropa a Tijuana, mis sobrinas me ayudan del otro lado y me la pasan. Cuando es verano, traigo de verano; cuando es invierno, traigo chamarras, sudaderas, tenis. Tengo mercancía nueva y seminueva”, explica con entusiasmo para Tus Buenas Noticias.
La historia de superación de Sandra Ahumada
Antes de iniciar este negocio, Sandra trabajó durante 15 años en la textilera como encargada de control de calidad. “Yo revisaba las prendas que hacían las costureras. Cuando se cerró la textilera, me fui a Tijuana. Luego me pensioné y lo poco que me dieron lo invertí aquí”, cuenta.
Pero detrás de su fortaleza hay una historia marcada por la pérdida.
“Tuve un hijo y me lo mataron hace 15 años. Él se recibió de ingeniero automotriz, trabajaba y era muy cumplidor. Bendito Dios me dejó dos nietos, de 15 y 17 años, y son mi motor para seguir adelante”, dice mientras se le humedecen los ojos.
Sandra no se ha rendido. Al contrario, ha encontrado en su familia y en sus hermanos el apoyo para salir adelante. “Mis papás ya fallecieron, pero tengo ocho hermanos, cuatro mujeres y cuatro hombres. Una hermana vive conmigo y me acompaña. Eso me da fuerza para seguir”.
El impacto del comercio local en la comunidad
El comercio siempre estuvo en su sangre. “Desde chica vendía cosas, porque mi mamá era panadera. Siempre me gustó trabajar, nunca fui faltista. Me gusta quedar bien con la gente y cumplir mi deber”, asegura.
Su bazar no es solo un negocio: es también una manera de mantenerse activa, de conocer personas y de sentir que la vida, a pesar de las pérdidas, sigue ofreciendo motivos para agradecer.
“Me gusta mucho estar aquí, vendo de todo: ropa de hombre, mujer, niños, zapatos. Y me pongo desde las 8 de la mañana hasta que se acaba el movimiento. El que madruga, Dios lo ayuda”, expresa con una sonrisa.
Conocida en muchas partes por haber trabajado en distintos lugares de Navolato y Culiacán, Sandra valora la cercanía con la gente y la oportunidad de aportar algo a su comunidad.
“Aquí estoy, esperando poco a poco que llegue la clientela. Bendito Dios, sí me llega”.
Hoy, su bazar en la avenida Revolución es reflejo de lo que ella es: una mujer trabajadora, que aprendió a levantarse después de la adversidad y que sigue construyendo un futuro para sus nietos.
Como dice Sandra: “Uno tiene que salir adelante, aunque el corazón duela, porque la vida sigue y siempre hay que luchar”.