Francisco Javier Cruz, comerciante de Navolato, celebra su legado familiar

Francisco heredó el oficio de su padre, levantó su propio negocio con esfuerzo y hoy, tras más de cuatro décadas, se mantiene como un ejemplo de constancia, honestidad y amor por lo que hace.

Por: Jacqueline Sánchez Osuna

"Mi nombre es Francisco Javier Cruz Bueno", dice con una sonrisa pausada, de esas que solo da quien ha aprendido a ganarse la vida con las manos y con el alma. Tiene 59 años y más de 40 dedicados al comercio en el centro de Navolato.

"Mi papá inició acá, afuera del mercado", recuerda. "Yo empecé aquí por la Hidalgo, y mi papá allá. Le cancelaron el permiso y nos dieron uno allá enfrente del Seguro Social, en los localitos".

Desde entonces, la familia Cruz ha estado presente entre los pasillos más conocidos de Navolato. "Mi hermano está allá en esos locales frente al seguro y mi papá luego se vino a ayudarme a mí", reconoce.

Una historia entre los puestos 

Desde muy joven, Francisco Javier creció entre los puestos del mercado y los alrededores en Navolato.

Francisco creció entre puestos y mercancías. "Mi hermano mayor, Fernando, fue el primero. Él era ayudante de un señor de Culiacán, y después yo fui ayudante del ayudante", cuenta entre risas.

"Ya luego, con unos ahorritos, me inicié aquí. En ese tiempo esto era sindicatura, estaba virgen. Estamos hablando de 1982", platica para Tus Buenas Noticias.

Cuando empezó a vender, tenía apenas 13 años, aunque ya conocía bien el oficio. "A los 10 años empecé como ayudante de mi hermano. Aprendí dónde comprar, qué vender y cómo tratar a la gente".

Con esa base, se lanzó por su cuenta. "A los 13 ya me independicé. Gracias a Dios me fue bien", dice.

Los primeros artículos que ofrecía eran sencillos pero esenciales. "Vendíamos peines, cortaúñas, cosméticos, cintos, lentes... antes era solo una cajita". Con el paso del tiempo, su local fue creciendo. "Ahora tenemos más variedad: mochilas, gorras, sombrillas, moños, de todo lo que busquen aquí lo encuentran".

Ejemplo de trabajo y dedicación

Con tanto tiempo de experiencia Francisco sigue trabajando con fervor.

Recuerda que en sus inicios, combinaba la escuela con el trabajo. "Cuando empecé estaba en la secundaria. Me ponía temprano y a las 12 y media cerraba para irme a clases". Iba en la Federal. "Siempre llegaba tarde, y un maestro me tenía entre ojos porque no sabía por qué llegaba así".

Una vez, ese mismo maestro pasó por el centro y lo vio atendiendo su puesto. "Cuando me vio, se me quedó mirando... y ya después me felicitó", dice con honra.

"Muchas veces la necesidad lo impulsa a uno", dice Francisco, mirando hacia la calle donde pasa la gente que lo conoce desde hace años. "Antes había más pobreza, y uno tenía que buscarle por todos lados. Yo vendí periódicos, revistas, paletas... trabajé en el campo. Pero aquí fue donde me gustó más".

Le gustó porque era su espacio, porque la gente lo buscaba, porque podía crecer con lo que sabía hacer mejor: vender. "Aquí la gente llega sola, llega preguntando".

Un pequeño puesto entre grandes negocios

En su pequeño puesto tiene de todo para el uso diario del hogar.

Con los años, Navolato cambió. "Ha crecido mucho, hay más competencia, nuevas empresas... pero aquí seguimos". ¿El secreto? "Buen surtido, buena ubicación y precios justos. A nosotros nos gusta vender lo más barato posible y lo mejor", reconoce.

Francisco defiende su manera de trabajar con una filosofía sencilla pero firme: "Hay cosas muy corrientitas, aunque sean baratas no las trabajamos. No tiene caso engañar a la gente".

Su éxito, dice, está en la confianza. "A la gente le gusta que le den garantía. Si no te gusta o no te sirve, te lo cambio o te regreso el dinero. Es dinero que no era mío, así que se lo devuelvo. Eso le gusta mucho a la gente".

Un legado que continúa 

Su hijo Francisco continúa con el legado familiar.

Después de 43 años de trabajo, su historia continúa escribiéndose junto a sus hijos. "Ya estoy pensando en retirarme, quizá en unos dos años", dice. Pero no del todo: "Voy a trabajar menos, pero voy a estar aquí, cuidando el puesto cuando mi hijo tenga que ir a surtir o atender un compromiso".

Su hijo, también llamado Francisco, representa la tercera generación de comerciantes. "Mi papá, yo y ahora mi hijo". La tradición sigue viva. "Él tiene su carrera, pero puede ejercerla y trabajar aquí también", dice con orgullo.

Francisco es padre de cinco hijos. "Cuatro estudiaron carrera. Uno es especial, pero todos salieron adelante gracias a esto". Y cuando dice "esto", señala su local, su espacio, su historia. "De aquí salió todo", afirma. "Casa, renta, todo salió de aquí".

Con orgullo cuenta que ha logrado tener algunos bienes, fruto de años de esfuerzo y disciplina. "Nunca tuve vicios. Eso me ayudó mucho. Siempre he buscado oportunidades". Incluso realizó una misión de servicio.

"Fue una de las mejores experiencias. Nunca había salido del rancho, y de repente me vi en la Ciudad de México. Mi mundo se hizo más grande".

En Navolato, todos lo conocen

Hoy, cuando los navolatenses pasan por el centro, muchos lo saludan de cariño. "Cochito, me dicen", comenta entre risas. "Así les digo también a mis nietos y compañeros de trabajo".

A sus 59 años, Francisco Javier Cruz Bueno sigue siendo un referente en el comercio de Navolato. Su historia no solo habla de ventas, sino de familia, honestidad y constancia.

Es de esas historias que se tejen con el tiempo, entre el ruido de los puestos y las voces de la gente que, como él, ha hecho del trabajo su forma de vida.

Porque como dice el propio don Francisco: "Para bien o para mal, aquí siempre he trabajado... y gracias a Dios, me ha ido bien".

Y así, como él dice, donde hay trabajo y honestidad, siempre hay progreso.