La importancia de la verbena en la comunidad de Navolato
Cada año, cuando noviembre empieza a despedirse y las luces de diciembre se asoman entre las calles, la Plazuela Vicente Guerrero vuelve a latir con un ritmo que solo los navolatenses conocen.
La verbena, esa tradición que parece suspendida entre el presente y los recuerdos, transforma el corazón de la gente en un espacio lleno de colores, voces y aromas que despiertan la nostalgia.
No es solo una feria. Para la gente de Navolato, la verbena es un lazo que une generaciones y acorta distancias. Es la cita obligada para quienes aún viven aquí y el ancla emocional para quienes se fueron y regresan solo en estas fechas, buscando reencontrarse con los días más felices de su infancia.
Entre los puestos de dulces típicos, los juguetes, la ropa, los adornos navideños y los juegos de feria que iluminan la noche, se camina también entre historias, memorias y tradiciones que han sobrevivido al paso del tiempo.
La importancia de la verbena en la comunidad de Navolato
Rosa María Jacobo, originaria de Navolato y ahora residente en Tijuana, viaja cada diciembre solo para volver a vivir este momento. Desde hace 15 años dejó su pueblo, pero nunca dejó la costumbre de visitar la verbena.
“Mis papás siempre nos traían. Me acuerdo de las luces, los globos y los dulces. Ahora que soy mamá, traigo a mis hijos para que vivan esa misma alegría. Es como volver a mi infancia”, comparte emocionada para Tus Buenas Noticias mientras observa a sus hijos jugar con unas pistolas de burbujas.
La verbena es más que un recorrido: es un reencuentro con lo que los formó. “Es mi forma de reconectar con mis raíces, con lo que me hace sentir en casa”, añade Rosa María.
Y no es la única. Ahí mismo, entre los puestos de ropa y las imágenes para nacimientos, don Esteban, de 62 años, dice lo mismo cada diciembre cuando vuelve desde Los Cabos a visitar a su familia:
“Yo vengo a la verbena desde que tengo memoria. Mis hijos ya hicieron su vida lejos, pero cada año me dicen: ‘Apá, mándenos fotos de la verbena’. Para nosotros, esto es volver a sentirnos juntos”, dice.
Testimonios de quienes regresan a vivir la tradición
También está Karina, que llegó desde Phoenix con sus hermanas luego de ocho años sin pasar una Navidad en Navolato. Apenas pisó el primer pasillo, soltó una sonrisa que le apretó el pecho.
“Huele igualito… a churros, a dulce, a mi niñez. No sabes lo que extrañaba esto. Aquí uno vuelve a ser quien era”, dice mientras se prueba un sombrerito de luces que terminará comprando “solo por la anécdota”.
La verbena es una celebración que no depende de la modernidad ni de la novedad: su magia está en la permanencia. En saber que, al volver, todo sigue ahí. Las mismas luces, las mismas risas, los mismos sabores… y la misma sensación de hogar.