A sus 69 años, Lupita Buelna demuestra que "mientras uno siga aprendiendo, sigue viviendo". Descubre cómo el bordado, la costura y el DIF Palmito le dieron propósito
Por: Francisco Castro
En la colonia Salvador Alvarado, en el sector Palmito de Culiacán, vive Guadalupe Buelna Félix, aunque la mayoría la conoce como Lupita. Su historia es una de esas que se tejen con paciencia, con hilos de trabajo, amistad y esperanza.
Desde hace dos décadas, Lupita es parte del Centro de Desarrollo Integral No.1 “Margarita Maza de Juárez” del DIF Sinaloa —más conocido como DIF Palmito—, un espacio al sur de la capital sinaloense que considera su segunda casa.
Cada mañana, desde las cuatro, Lupita inicia su rutina: barre, lava, prepara la comida y se organiza para llegar puntual a su clase de corte y confección, entre las 8:30 y 9:00 de la mañana.
“Es muy buena terapia”, dice con una sonrisa para Tus Buenas Noticias, convencida de que estos cursos le han dado algo más que conocimientos: le han dado propósito.
Una juventud entre surcos y hortalizas
Antes de llegar a esta etapa de su vida, Lupita trabajó durante años en el empaque de hortalizas “Del Valle”, cerca de Pericos, en el rancho Comanito. Tenía apenas 12 años cuando empezó a empacar tomate, pepino y berenjena.
Fue ahí, entre surcos y hortalizas, donde una amiga le enseñó a tejer, una habilidad que se convertiría en una pasión para toda la vida. Hoy, entre bordados y tejidos que aprende incluso en YouTube, Lupita crea servilletas, manteles y regalos para amigas, o piezas que vende con orgullo.
“Lo que aprendemos en esta vida nos sirve”, asegura. Por eso invita a más personas a acercarse a los centros del DIF: “Que vengan a aprender, porque todo lo que aprendemos nos ayuda. Me hubiera encantado ser maestra; tengo paciencia y me gusta enseñar”.
Una vida de trabajo y familia
Su vida ha transcurrido entre el trabajo, la familia y las transformaciones del barrio. Recuerda cuando las calles del Palmito eran puro monte y arroyos, y cómo junto a su esposo formó parte del comité vecinal que logró el pavimento de su calle, Pedro Zavala.
Hoy, dice, la colonia luce distinta: con alumbrado, servicios y tranquilidad.
Lupita tiene tres hijos y cuatro nietos. Dos de sus hijas viven fuera, y aunque los extraña, se mantiene activa. Una de ellas, destaca, estudió idiomas, diseño, y hasta una maestría en Alemania.
“No entiendo por qué no trabaja, si tiene todo para hacerlo”, comenta entre risas, con esa mezcla de asombro y cariño que solo una madre puede expresar, pues a su hija le gusta viajar.
Lupita, una mujer con energía y propósito
A sus 69 años, Lupita conserva una energía contagiosa. Camina diariamente unas diez cuadras hasta el DIF, “porque el doctor me dijo que no deje de caminar”. Su ejemplo es claro: vivir con propósito, aprender siempre algo nuevo y disfrutar de lo que se hace.
“Mientras uno siga aprendiendo, sigue viviendo”, dice, mientras acomoda entre sus manos una regla y una pluma para hacer sus trazos en la clase de corte y confección.
Las buenas personas también bordan buenas comunidades, bordan paz.