Le pidieron de favor que vendiera un encargo fallido de cilantros y rábanos y ese momento lo convirtió en un próspero negocio familiar
Por: Juan Francisco Sotomayor
Su nueva vida empezó con un hallazgo inesperado. Una mañana cualquiera, Juan Guadalupe León Ramos recibía instrucciones de su entonces patrón, Jorge, en el mercado de abasto. Sin saberlo era el día más afortunado. Así inició su vocación como vendedor de verduras en Villa Juárez.
“Oye, no vino el Durango por la verdura. Llévatela al tianguis mañana y, si la vendes, me la pagas; si no, no pasa nada”, le dijo.
La mercancía —rábanos y cilantro verde— parecía destinada al desperdicio. Pero Juan la llevó al Tianguis de Villa Juárez y se instaló a orilla de carretera y, para su sorpresa, lo vendió todo.
“Me dijo Jorge. ¿La vendiste? Vendí toda la carga le dije, también voy a ir mañana. Estás loco, me dijo vente a trabajar, pero ya no volví. Desde entonces dejé el empleo y me dediqué a vender verdura. Y ahora cuando me ve Jorge me dice: para qué te enseñé loco, ya no quisiste trabajar conmigo. Ahora le compro la verdura a él”, comenta entre risas.
Le ayudaba a mover las camionetas al mercado, sin embargo, con esa venta ya había descubierto su vocación: “Cada quien tiene su vocación, pero no todos la hallan. Un boxeador halla que es boxeador, un atleta halla que es atleta. Y la verdura era lo mío”, dice emocionado con los resultados.
Comenta para Tus Buenas Noticias que aquel primer éxito detonó un crecimiento vertiginoso. En siete años, Juan pasó de mover un triciclo inicial a poseer cinco motocicletas, dos camionetas y dos remolques construidos por él mismo para transportar la mercancía.
Con los ingresos levantó su casa en La Curva de San Pedro, Navolato, comunidad donde también cultiva parte de las hortalizas que ofrece.
Dos puntos de venta y clientela fiel
Todos los días se ubica en el crucero conocido como Las 4 Esquinas de Villa Juárez y, por las tardes, atiende otro puesto en el Campo Nogalito, donde llega a despachar hasta 37 bolsas de nopal. “Me encanta este trabajo; salgo con la ilusión de vender y siempre vendo”, afirma.
Su oferta incluye apio, acelgas, nopales, betabel, rábanos, repollos, lechugas, ciruelas y una verdolaga de semilla mejorada —cuya libra cuesta 1 500 pesos— que crece erguida y se agota rápido entre clientes que la preparan con costillita de puerco.
Empresa familiar y múltiples oficios
La operación es totalmente familiar. Su esposa, Yadira Audelo, administra un segundo punto de venta, mientras su hija, Jesús del Carmen, recién egresada de bachillerato, atiende en una de las motos nuevas con orgullo juvenil.
Juan combina la comercialización de verduras con trabajos de soldador, plomero y albañil cuando hace falta: “Nos dedicamos a todo; de todo le hacemos”.
Un futuro sembrado de optimismo
Con siete años de ventas diarias y una clientela que lo saluda con una amistad sincera, aún cuando él no logra identificarlos, Juan Guadalupe León Ramos no contempla volver a ser empleado.
Entre el bullicio del tianguis de Villa Juárez y el trajín de los jornaleros en el Campo Nogalito, Juan León planea ampliar la variedad de cultivos propios para mantener la frescura que conquistó a sus primeros clientes aquel día en que un cargamento abandonado cambió su vida.
En tiempos marcados por la incertidumbre, historias como la de Juan Guadalupe son un recordatorio de que el trabajo honesto, el esfuerzo diario y el amor por lo que se hace siguen siendo caminos sólidos hacia la paz.
Desde su rincón verdulero, este hombre sencillo ha sembrado mucho más que hortalizas: ha cultivado dignidad, unión familiar y la certeza de que aún hay motivos para creer en un futuro mejor.