Ramón Quintero inició su negocio de llantero en Villa Juárez donde el bocho lo dejó tirado
Desde hace más de 30 años tiene la llantera más aclientada de la sindicatura, atribuye su éxito a las ganas de salir adelante y el buen trato a los clientes.
Villa Juárez, Navolato, Sin.- En la vida se necesita determinación para cambiar de rumbo y plantearse nuevos retos. Ramón Quintero Álvarez dejó su trabajo seguro para aventurarse en un emprendimiento sin dinero. Inició su negocio de llantero en Villa Juárez donde el "bocho" lo dejó tirado a orilla del camino.
Ramón Quintero ya había trabajado en muchas empresas, tenía un salario seguro, pero la edad ya lo había alcanzado, y pensó que dentro de poco tiempo ya no lo necesitarían. Tenía la idea de poner un negocio propio, pero no tenía dinero. Sólo tenía la cruceta y el gato de refacción de su viejo escarabajo Volkswagen. Y con eso y mucha determinación salió a buscar un local para poner una llantera.
Cuenta para Tus Buenas Noticias que buscó un espacio en la ciudad de Culiacán, pero en todas partes necesitaba permiso o pago de rentas caras. Fue a buscar un lugar en la sindicatura de La Palma y en Navolato pero no le gustó. Le habían dicho que en en el pequeño pueblo de migrntes de Villa Juárez había mucha dinámica de agricultura, pero no conocía el poblado.
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En 1991, una mañana calurosa, como suele ser casi todo el año, tomó su viejo bocho que arrancó ronronando por la carretera la 20. Apenas iba llegando a Villa Juárez, y antes de tomar la curva, donde la carretera se une con la 50, ahí el "bocho" entregó su último suspiro del día, como renegando de esa aventura descabellada. Ramón estaba buscando ayuda para reparar el bocho y echarlo a andar, cuando se le acercó un hombre y le preguntó ¿Qué anda haciendo oiga?.
Quería poner un negocito de llantera y vine a buscar un pedacito de terreno para acomodarme, pero hasta aquí llegamos, le contestó. Y entonces el hombre le dijo, ¿y qué le parece este cuartito?, mostrándole unas paredes a su espalda. Hicieron trato y ahí empezó la “Llantera Villa Juárez”.
Cuenta Ramón Quintero, que en segunda visita le puso un techo de lámina negra al cuartito, sacó su cruceta, su gato casi de juguete, y un compresorcito hechizo. Y ese día se hizo empresario. Comenta “el güero” con un dejo de nostalgia que ya había en Villa Juárez 3 llanteras bien acreditadas, mientras que él sentado a orilla del camino soñaba con tener un compresor de verdad y equipo de presión para desmontar las llantas.
Su desgracia fue su bendición. Como no tenía clientes dormía en el cuartito y empezó dando servicio de desponchado las 24 horas. Eso no había en Villa Juárez. Y cuando se ponchaba un vehículo en la noche, decían, ve con “el güero”. En Villa Juárez, Navolato, las empresas agrícolas no paran de trabajar cuando es temporada. Recuerda que empezó desponchando camionetas doble rodado, y camiones grandes, lo más difícil y más peligroso, porque tienen un aro a presión que a veces sale volando y puede privar hasta de la vida.
No pasó mucho tiempo para que, a base de buenos tratos y buen resultado, las empresas agrícolas le fueran solicitando servicio todo el año, y aquello que empezó sin nada fue tomando forma de empresa. Así luego compró el terreno del cuartito y el terreno vecino para ampliar el negocio.
Ahora ya sentado en su oficina con aire acondicionado ve la vida del otro lado de la barrera. Su esposa Angélica Guevara Niebla no le perdió la fe en sus ganas de hacer negocio, y cuando empezó a dar resultados no faltó la comida para sus hijos Ernesto, Ednna, Omar, Lizeth y Viki.
Recuerda Ramón Quintero que desde muy pequeño empezó a trabajar. Sus padres migraron al estado mexicano de Obregón, onora siguiendo la cosecha manual de algodón donde siendo niño encontró en la "pizca" su primer empleo. Comenta que también vendía aguas frescas y elotes asados. ”Desde los 8 años no he dejado de trabajar, lo que ganaba se lo daba a mi mamá, y por tener que trabajar nomás estudié hasta la secundaria, eran tiempos muy duros”.
A sus 77 años Ramón Quintero no falta un día al trabajo, en los últimos años le enseñó el oficio a uno de sus hijos y a su hija Edna, quien es la que se encarga de las funciones administrativas, las compras, las ventas y atención a clientes.
Ahora su negocio, además de desponchar llantas, también vende llantas nuevas automotrices y de maquinaria agrícola o industrial. En este negocio ha visto la evolución de la maquinaria y de los sistemas de llantas en máquinas pesadas.
Recuerda que al principio le llevaba medio día desponchar una llanta de tractor, debido a lo complejo que era desmontarla, y luego llenarlas de agua. Comenta que como no había tecnología apropiada, usaban barriles de 200 litros para llenar de agua las cámaras de llantas de tractor, por gravedad.
Agradecido de la vida, Ramón Quintero Álvarez expresa un profundo amor por la gente de Villa Juárez. “Este pueblo me ha tratado bien, tiene gente muy buena. Ahora hasta me ponen de referencia, por allá por el lado de con el güero”, dice con una sonrisa de gratitud. Pide a los jóvenes “no enredarse con las drogas, vivir limpios, como en los viejos tiempos de la sindicatura, a no abandonar el estudio, a echarle ganas a todo lo que hagan. Sólo así van a llegar a ser grandes”. Lo dice alguien muy rodado por la vida.
Ahí donde se descompuso el "bocho" está la “Vulcanizadora Villa Juárez”, la llantera del güero. Con las puras manos y a puro pulmón infló sus sueños de llegar a ser empresario sin poder ir a la escuela. Desponchando llantas el güero le da aire a los atajos del emprendimiento.
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