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El efecto multiplicador de la bondad

De la calle a la esperanza: Cómo un acto de amor y bondad creó un refugio para otros en Culiacán.

1 diciembre, 2025
El efecto multiplicador de la bondad.
El efecto multiplicador de la bondad.

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A menudo se nos dice que para cambiar el mundo se necesitan grandes recursos, políticas públicas complejas o inversiones millonarias. Sin embargo, en el corazón de Culiacán, una historia nos demuestra que la verdadera transformación comienza con algo mucho más accesible: una mano amiga y la voluntad de servir.

Esta es la conmovedora historia de Gustavo y Carmelita, dos protagonistas del libro "Los Invisibles" que nos enseñan que la caridad es una cadena virtuosa que nunca termina.

Portada del libro Los Invisibles, escrito por el Presbítero licenciado Miguel Ángel Soto Gaxiola.
Portada del libro Los Invisibles, escrito por el Presbítero licenciado Miguel Ángel Soto Gaxiola.
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Una historia de amor

Gustavo, un hombre de 60 años originario de Nayarit, no terminó en la calle por vicios, sino por una profunda tristeza. Tras dedicar su vida a cuidar a su madre, su fallecimiento lo dejó sin rumbo y sin ganas de vivir, convirtiéndose en un "invisible" más de la ciudad.

Fue en el Desayunador de la Parroquia del Carmen donde su destino cambió. Allí no solo encontró un plato de comida caliente, sino un nuevo propósito: Carmelita. Ella, también en situación de indigencia, sufría graves problemas de movilidad que apenas le permitían sostenerse en pie.

Lejos de hundirse en su propio dolor, Gustavo decidió convertirse en el "bastón" de Carmelita. La acompañaba, la cuidaba y caminaban juntos por la vida. Esta unión de fuerzas y afectos fue el primer paso de su recuperación.

Con el tiempo, y gracias al apoyo de los hermanos de Gustavo, lograron dejar la calle. Construyeron dos cuartitos humildes en la colonia Gabriel Leyva y abrieron un pequeño negocio de abarrotes.

Solidaridad y recuperación

Lo asombroso de esta historia no termina en su reinserción social. Lo verdaderamente inspirador ocurrió un año después, cuando Gustavo, ahora limpio y bien vestido, invitó al Padre Miguel a bendecir su nuevo hogar.

Al llegar, el sacerdote se encontró con una escena que le hizo un nudo en la garganta: la casa estaba impecable, se notaba la mano y el cariño de Carmelita en cada detalle.

Pero lo que provocó las lágrimas de todos no fue la construcción, sino sus habitantes. Gustavo y Carmelita habían acogido en su humilde hogar a otros dos ancianos indigentes, compañeros suyos de las calles, a quienes ahora daban techo y comida.

"Gustavo y Carmelita nos dan hospedaje", dijeron los ancianos con gratitud.


Ellos, que habían sufrido en carne propia el frío del olvido, decidieron no olvidar a los suyos. "Gustavo y Carmelita nos dan hospedaje", dijeron los ancianos con gratitud.

Lecciones de vida

Esta historia es un potente recordatorio de la resiliencia humana y rompe con el estigma de que las personas en situación de calle son solo receptores pasivos de ayuda:

  • La solidaridad es contagiosa y circular: Quien recibe amor genuino y una oportunidad, tiende a devolverlo multiplicado a la sociedad. Gustavo y Carmelita no solo se salvaron a sí mismos; se convirtieron en agentes de cambio para otros. 
  • El servicio a los demás cura: Gustavo transformó su duelo en acción. Su recuperación no fue un acto solitario, sino comunitario.

Recomendación del autor

No debemos subestimar la capacidad de recuperación del ser humano. El apoyo familiar, sumado a una fe práctica que se traduce en obras concretas, son los motores de un cambio real y sostenible.

Es posible adquirir una copia del libro en la Cuasi Parroquia de Nuestra Señora de Belén, ubicada en La Primavera, en Culiacán Sinaloa.

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