HUMANISMO NO ES BUENISMO
Hace unos días alguien me dijo: “Eres muy exigente.” Lo dijo como si fuera un defecto, y me hizo pensar.


Vivimos en una época donde exigir se confunde con agredir, y donde muchos directores creen que ser humanista es no incomodar a nadie. Pero a veces, liderar también es generar incomodidad.
En toda organización sana hay una dosis de incomodidad. Es la tensión que impulsa a mejorar.
El verdadero liderazgo humanista es el que sabe distinguir entre humanismo y buenismo. No hay que confundirse.
El buenismo evita el conflicto y huye de las conversaciones difíciles. El buenismo no supervisa y exige poco. El buenismo es la tolerancia excesiva ante malos resultados.
Despedir a los empleados tóxicos no te hace menos humanista. El liderazgo humanista evita que los tóxicos impongan su ley.
Exigir y sacar lo mejor de las personas, tampoco te hace menos humano. El liderazgo humanista es el que impulsa a los demás a la mejor versión de sí mismos. Y distinguir entre quienes tienen talento y quienes no, tampoco te hace menos humano.
El liderazgo humanista no es una teoría bonita, es una práctica exigente y difícil. Se trata de dirigir organizaciones que den resultados, pero no de cualquier manera. Dar resultados sin destruir a las personas en el camino.
Ser humanista es respetar, crecer, acompañar, pero también exigir, evaluar, decidir y evitar la mediocridad. El verdadero liderazgo humanista hace crecer la empresa haciendo crecer a las personas.
¿Cuál es nuestro reto como líderes? Hacer empresas humanistas y competitivas, las dos cosas.
Porque pensar que podemos liderar con buenismo, y al mismo tiempo, ganarle a nuestra competencia es un error garrafal.
Hay que poner compromiso, exigencia y talento en todo lo que hacemos para que nos genere resultados.
Y eso no se logra con buenismo. No nos engañemos.
El liderazgo humanista no busca que todos estén cómodos, sino que todos crezcan.
Ildefonso Avilez
Fundador de GANAR Podcast
@ildeavilezb









