Fuerzas básicas y sueños grandes: El camino del mazatleco Carlos Zepeda en el fútbol
El joven ha militado en las fuerzas básicas de varios clubes del fútbol mexicano y sigue trabajando para lograr su sueño: el profesionalismo


Su habilidad y talento para jugar fútbol quedaron demostrados desde pequeño. A los cuatro años Carlos Zepeda Maldonado asistió a su primer entrenamiento de fútbol en la escuela filial de Pachuca Mazatlán.
La mamá de Carlitos, Delia, decidió llevarlo a jugar para que desfogara toda su energía, pues en la casa hacía muchas travesuras.
A principio el niño se sentía extraño al tener que convivir con compañeritos desconocidos, pero pronto empezó a disfrutar el juego, los otros pequeños del futbol se hicieron sus amigos y él empezó a destacar por sus aptitudes.
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“Querían que hiciera deporte para quitar toda esa actividad que tenía en la casa porque era muy desastroso, conforme estuve jugando me empezó a gustar, pero al inicio no sabía nada, se me hacía extraño estar con tantos niños, no estaba acostumbrado”, recuerda Carlos divertido.
Carlitos, como lo llaman en su casa y entre sus compañeros de juego en Mazatlán, destacó desde que pisó las canchas, pronto fue llamado a la selección de Mazatlán para representar al puerto en torneos estatales.
“A los cinco años destacó con su equipo al ganar el campeonato de goleo con 61 goles en el torneo realizado en el Club Muralla, a partir de ahí tuvo su primera invitación con la selección de Mazatlán para participar en el estatal que se realizó en Guamúchil y después fue convocado en cada categoría para representar a Mazatlán en los estatales”, explica don Carlos Zepeda, papá de Carlitos.
Dejar todo por el fútbol, la lejanía de la familia ha sido lo más difícil
Pero la vida tenía destinado algo más para el pequeño futbolista, a los 10 años fue visoreado para asistir a la ciudad de Pachuca con miras a ser parte de las fuerzas básicas de los Tuzos.
Ese mismo año Carlos ingresó a la casa club del Pachuca y ahí permaneció tres años, jugando con los Tuzos y dejando atrás su casa, a su familia, a sus amigos y su vida en Mazatlán.
“El primer mes fue el más duro, no podía hablar con ellos ni los podía ver, era contacto cero para que me acostumbrara, sí me costó mucho al principio, pero ya conforme pasó el tiempo me fui acostumbrando, yo sabía que era un esfuerzo que tenía que hacer para lograr algo”, asegura Carlos
Tanto el pequeño como su familia tuvieron sentimientos encontrados, la felicidad de ver la posibilidad de lograr un sueño y la tristeza de separarse a tan corta edad.
Grandes experiencias que hacen que el sacrificio valga la pena
Al trago amargo de la separación y la distancia le siguieron experiencias extraordinarias, Carlos junto con su equipo de fuerzas básicas lograron el campeonato de la Copa Danone en 2016, lo que les dio la oportunidad de jugar la Copa de Naciones en Francia.
A sus doce años Carlitos viajó con su equipo al evento deportivo internacional en el que participaron los mejores conjuntos de 32 países de todo el mundo, enfrentando a Alemania, Croacia, Ucrania y Egipto.
“Íbamos jugadores y cuerpo técnico, allá nos dieron una guía que traducía todo, nos llevaba de paseo y a los campos. Era muy emocionante, conocimos muchos niños, aunque no les entendieras tratabas de comunicarte o los que sí hablaban español, pues platicábamos con ellos. Fue una experiencia muy bonita”, asegura emocionado.
Perseverancia y pasión en búsqueda de un sueño
El futbol se convirtió en una pasión y una forma de vida para Carlos, sin embargo, el camino para lograr el sueño no ha sido fácil.
Tres años después de haber sido seleccionado para pertenecer a las fuerzas básicas del Pachuca, Carlos causó baja del equipo y regresó a Mazatlán, a sus trece años fue un duro golpe, pero no se dio por vencido y continuó trabajando para lograr su objetivo.
Luego vinieron otras oportunidades y decisiones complicadas que lo han llevado a estar actualmente con el equipo de fuerzas básicas sub 21 de Chivas.
“A los trece años regresé a Mazatlán, pero a los quince me volví a ir a Tigres, después me volví a regresar a Mazatlán y estuve jugando con las fuerzas básicas del Mazatlán FC y otra ves volví a salir de mi casa hace un año para entrar a Chivas”, explica.
El orgullo de una familia unida
Para sus papás y sus hermanas Carlos es un gran orgullo, un ejemplo de disciplina y responsabilidad que desde muy pequeño tuvo claros sus objetivos y sigue trabajando para conseguirlos.
“Nos sentimos muy orgullosos de su perseverancia, su dedicación y su fe de nunca rendirse ante los obstáculos que se le ha presentado en este proceso que ha sido difícil para él, el consejo que le damos es que siempre conserve la humildad, que sea disciplinado y que siempre tenga la fe puesta en Dios”, dice don Carlos orgulloso.
Para Carlos, el apoyo de su familia es invaluable, sabe que el sacrificio no sólo económico sino de tenerlo lejos es de todos sus seres queridos, que lo extrañan y siempre lo esperan en Mazatlán.
“Mis papás siempre me han apoyado y les agradezco muchísimo que hagan lo posible por venir a verme, por estar presentes en cada uno de los partidos, mis hermanas ven todos los juegos y están pendientes de las fotos que sube el equipo”, asegura.
Más cerca del sueño
Carlos es consciente de que aún debe trabajar, que su sueño requiere de mucho esfuerzo y él continúa con el dedo puesto en el renglón.
“La verdad que sí quisiera debutar y cumplir todos mis sueños aquí, en caso de que no se me presente la oportunidad creo que Chivas te abre muchas puertas porque es un club que pesa mucho”, expresa.
El camino de Carlos Zepeda es un testimonio de que los sueños grandes requieren sacrificios y una determinación inquebrantable.
Desde sus primeros pasos en el fútbol hasta su relación con las fuerzas básicas de Chivas, ha demostrado que cada desafío es una oportunidad para crecer.
Con el apoyo incondicional de su familia y su pasión por el deporte, Carlitos sigue persiguiendo su sueño de convertirse en un futbolista profesional, recordándonos que, aunque el camino sea arduo, la perseverancia siempre trae recompensas.
Al final del día, no se trata solo de alcanzar la meta, sino de disfrutar cada paso del viaje. Y así, con el balón en los pies y la fe en su corazón, Carlos sigue escribiendo su historia en las canchas, listo para dejar una huella imborrable en el mundo del fútbol. A corta edad, un personaje distinguido de Mazatlán.