Un dulce legado: la inspiradora historia de Don Juan y sus dulcerías en Mazatlán
Con diecisiete negocios en el sur de Sinaloa, Don Juan Velarde Zatarain, es un ejemplo de trabajo arduo y visión empresarial que heredó a sus hijos y nietos.


Con 24 años de edad, en el año de 1965, Juan Velarde Zatarain llegó a la ciudad de Mazatlán procedente de la comunidad de Porras, un pequeño poblado de la Sindicatura de Villa Unión, ubicado a unos 23 kilómetros del puerto.
Juan decidió salir de su pueblo para seguir a una novia, que tiempo después encontró en Mazatlán, pero sin éxito en la relación.
“No fue fácil hallarla porque no me dieron dirección ni nada, pero la encontré y me dijo: Juan, no me busques, no te quiero y tengo novio, me dio vergüenza regresarme al rancho y que me preguntaran por la señorita y yo qué iba a responder”, recuerda vívidamente Don Juan, hoy con 84 años de edad.
¡Recibe las últimas noticias!
Una decisión que le cambió la vida
Juan decidió quedarse en la ciudad, pronto encontró trabajo como lavaplatos en el hotel Playa Mazatlán, cuando terminó la temporada alta se fue a trabajar al “Toro Manchado” una cantina ubicada en el centro de la ciudad.
Su hermano, Jorge, trabajaba en ese tiempo en una tlapalería y la dueña de ese negocio, la señora Dora Castro decidió abrir una dulcería, le dijo a Jorge que invitara a Juan a trabajar y así fue, el joven dejó su trabajo en la cantina y ayudó a abrir la nueva dulcería.
“Acompañé a la señora a Guadalajara a traer muebles y todo arreglamos, el negocio era de ella no era mío yo trabajaba como empleado”, aclara Don Juan.
Al ver que ese giro era redituable, un día el papá de Juan, que visitaba seguido a sus hijos en Mazatlán, le propuso a Juan abrir su propia dulcería.
El joven aceptó de inmediato, rentaron un local pequeño en 600 pesos por la calle Carvajal y a la vuelta una bodega, la primera dulcería se ubicó en pleno centro de la ciudad.
“Mi hermano Jorge me dijo: pon la dulcería y ponle, Don Juan, y van a saber que aquí estás tú, ésta es la pasada para entrar al mercado, te va a ir bien, tenía visión mi hermano, y así fue, me fue bien”, relata con orgullo.
Tiempo después el papá de Juan regresó de Porras a visitarlo, vio que frente a la dulcería había un letrero de “Se vende” en un local de la llantera Melín, le propuso comprar ese lugar que era más grande para mudar el negocio a ese espacio.
“Así empezó el negocio, compré ahí y empecé a hacer más clientes y de ahí más dulcerías”, afirma Don Juan.
La expansión del sueño y el inicio de una familia
Juan se dedicó a trabajar duro, con el tiempo se expandió con sus dulcerías al Conchi, con una dulcería pequeña y luego a la colonia Juárez, después puso otra sucursal en Villa Unión. En tato, conoció a Alicia Burgueño Bonilla, con quien se casó y empezó una familia.
Juan y Alicia tuvieron tres hijos varones, Juan, Jorge y Pancho, se establecieron en la colonia Urías donde él vivía desde que empezó a trabajar con la señora Dora Castro.
“El terreno me lo regaló el vecino, hicimos la casa al mismo tiempo, igual con cimientos fuertes para hacer varios pisos arriba. Tengo tres hijos hombres, hice casa para los tres, tres pisos más arriba para que aquí vivieran, para tenerlos aquí conmigo”, asegura.
Con el apoyo de su esposa, a quien recuerda como una mujer hermosa, dedicada y bien administrada, Don Juan tuvo visión y buen manejo de sus negocios que poco a poco se extendieron por toda la ciudad y después a otros municipios.
“Muy bonita mi esposa, el 12 de noviembre va a hacer 6 años que murió, estuvimos casados 53 años, ella me ayudó mucho en los negocios, en primer lugar, a no gastar, a ser administrado, es como sirve el negocio que te ayude la compañera”, asegura con nostalgia al recordar a su compañera de vida.
Actualmente las Dulcerías Don Juan tienen 14 sucursales en la zona urbana de Mazatlán, una en Villa Unión, una más en El Rosario y otra en Escuinapa, todas ellas administradas y atendidas por sus 3 hijos y algunos de sus 22 nietos.
La clave del éxito en la vida y en los negocios
A sus 84 años de edad Don Juan vive tranquilo, en su casa de la colonia Urías, una edificación peculiar que sobresale por sus cuatro pisos de altura, donde también viven algunos miembros de su familia.
El empresario dulcero asegura que tanto en los negocios como en la vida hay que mantenerse humilde y centrado, para estar bien con Dios y con los que te rodean.
“Me siento muy bien con Dios, algunas personas me dicen: Juan qué haces para estar tan bien, pues es que no tengo envidias, no me meto con la gente” expresa Don Juan.
En cuanto a sus dulcerías, asegura que lo más fuerte es la venta de plásticos y todos los artículos de repostería, productos que, con su manejo y visión empresarial, le han dado al negocio estabilidad y crecimiento.
“Trabajo todo lo que es repostería, plásticos y dulces, de todo un poquito, soy muy estable en los precios y manejo precios muy competitivos”, revela Don Juan.
El exitoso fundador de las Dulcerías Don Juan ha heredado un negocio familiar sólido a sus descendientes y su mejor consejo para los jóvenes emprendedores es que tengan confianza en sí mismos y sus capacidades, pero sobre todo fe en que Dios siempre ayuda a salir adelante.
“Que no tengan miedo y que no dejen que decida otra persona por ellos sobre su negocio, ellos mejor que nadie deben saber cómo manejarlo”, dice.
Larga vida y salud
Con la satisfacción del deber cumplido, Don Juan relata algunos sucesos que han significado retos importantes a lo largo de su vida, pero que a pesar de las dificultades ha superado con el apoyo de su familia.
“He estado delicado de salud varias veces, hace poco me operaron, con el COVID me fue mal me quedé sin olfato permanentemente y no escucho bien, pero bendito Dios no ha pasado nada aquí estamos echándole ganas. Ahorita me siento bien”, asegura.
Hoy Don Juan tiene una vida plena, una rutina estable que le permite disfrutar de las pequeñas cosas que le gustan como leer el periódico y salir a desayunar.
En la vida de Don Juan Velarde Zatarain, el camino hacia el éxito no fue lineal. Desde su llegada a Mazatlán, cada paso estuvo marcado por la perseverancia y la determinación.
Su travesía comenzó con un amor no correspondido, pero pronto se transformó en un amor por el trabajo y la creación de un legado familiar.
Con humildad y dedicación, Don Juan construyó un imperio de dulcerías, llevando no solo sabor, sino también esperanza y oportunidades a su comunidad. A través de sus 17 negocios, ha enseñado a sus hijos y nietos la importancia de la fe, la confianza en uno mismo y el valor de la familia.
A sus 84 años, Don Juan sigue siendo un faro de sabiduría y fortaleza, recordándonos que, a pesar de los desafíos, la clave está en mantenerse centrado y siempre mirar hacia adelante.
Su vida es un dulce legado para los mazatlecos, que perdurará en la memoria de aquellos que lo conocen y en el corazón de su familia.