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Víctor Manuel es el "payasito" de Culiacán que inventó su propio circo de alegría en los cruceros

Sin haber pisado una escuela de magia ni usar disfraz llamativo, inventó sus propios trucos para hacer reír, asombrar y llevar pan a la mesa.

26 junio, 2025
Víctor Manuel Beltrán tiene 40 años de edad y es el Payasito Tilín, el que te hace sonreir mientras cambia el semáforo en los cruceros de Culiacán.
Víctor Manuel Beltrán tiene 40 años de edad y es el Payasito Tilín, el que te hace sonreir mientras cambia el semáforo en los cruceros de Culiacán.

En los semáforos del centro de Culiacán, donde el calor se mezcla con el ruido del tráfico y la prisa de la gente, hay un hombre que no vende nada, pero lo da todo.

Se llama Víctor Manuel Beltrán, tiene 40 años y desde hace más de dos décadas trabaja como payasito callejero, aunque él prefiere llamarlo “magia total”.

“No soy mago, pero sí divierto a la gente”, dice con humildad para Tus Buenas Noticias, mientras prepara su truco favorito: el de la paloma que aparece “en un, dos, tres”.


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No hay telón, ni música, ni luces. Solo él, su ingenio, una paloma dibujada con tinta negra al reverso de una cartulina y las ganas de hacer sonreír.

La creatividad llegó por la necesidad

Con la mejor actitud el payasito
Con la mejor actitud el payasito "Tilín" sale a buscar un peso en los cruceros de Culiacán.

Vecino del sector San Isidro, Víctor aprendió todo lo que sabe a fuerza de necesidad y creatividad. “Lo mío lo fui inventando. El truco de la paloma, el del gato… todo eso salió de mi cabeza”, cuenta con una sonrisa orgullosa.

Antes de dedicarse a esto, fue ayudante de albañil, guardia de seguridad, lo que hubiera. Pero cuando la vida se puso cuesta arriba, encontró en el arte callejero una forma rápida y honesta de ganarse la vida.

Su secreto es buscarla vida sin quedarse quieto

En medio de los carros se gana la vida y saca una sonrisa a los automovilistas.
En medio de los carros se gana la vida y saca una sonrisa a los automovilistas.

Víctor solo llegó hasta segundo de secundaria en la ETI 72, porque tuvo que dejar los estudios para trabajar. Desde entonces, no ha parado. Dice que lo suyo es buscarle, no quedarse quieto.

“El tiempo, el cotorreo de cuando estaba plebe… llegó el momento en que no había otra manera, y la más rápida era trabajar de payaso”.


Todas las mañanas se traslada desde San Isidro hasta el centro de la ciudad. Se coloca en un crucero y, sin pedir permiso ni esperar aplausos, hace su show como el payaso Tilín.

“Me paro, hago el truco, y ya paso entre los carros… la gente no me ha dejado nunca, siempre me apoyan”, afirma agradecido.


Su talento lo ayuda a sacar un peso más

Está divorciado y tiene dos hijas, a quienes ama profundamente. Aunque no viven con él, son su motivación diaria. Y aunque el malabarismo está “cancelado por ahora”, como él dice, no ha dejado de buscar nuevas formas de entretener.

Víctor no necesita escenario. Con su presencia, convierte cualquier esquina en un espectáculo. No hay telones, pero sí respeto. No hay reflectores, pero sí dignidad. Y sobre todo, hay ganas de salir adelante con lo que se tiene.

“Aquí andamos, trabajando”, dice al final, con esa frase sencilla que esconde toda una vida de lucha, inventiva y amor por lo que hace.


Víctor es ejemplo de que el que quiere, puede, y el que inventa sobrevive.

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