Pollos asados con sabor a esperanza: la historia de Ramón Gaxiola, un emprendedor tesonero en Villa Juárez
De gerente de tienda a asador de pollos: un viaje de fe, sabor y arraigo en un pueblo de migrantes.

En un llano del centro de Sinaloa, donde la vida de miles de trabajadores transcurre entre la migración agrícola y la lucha cotidiana, Ramón Efrén Gaxiola Cuadras decidió apostarle a la paz y al esfuerzo propio, encendiendo el carbón de su propio destino. En la sindicatura de Villa Juárez con pollos asados cocina sus propios sueños.
Durante 12 años trabajó en una tienda departamental en Culiacán, siete de ellos como gerente de Coppel. Concluyó su licenciatura en administración mientras atendía responsabilidades laborales de alto nivel. Lo tenía “todo”, pero algo le faltaba. El deseo de emprender, de dirigir su propio rumbo, de probarse más allá de los horarios y jefes.
Así nació su historia como pollero, primero en la colonia 6 de Enero de la capital sinaloense. Pero la reconfiguración del tránsito en la avenida Obregón de Culiacán le apagó los clientes y el cambio de movilidad le quitó el negocio en el primer intento.
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Fue entonces cuando su familia en Villa Juárez Navolato —tierra de jornaleros y sueños migrantes— le sugirió probar en ese pueblo de paso de migrantes y lucha cotidiana.
Un asador prestado y la magia del humo
“Llegamos con una caja de pollos, una mesa, una lona, y un asador prestado al que solo le cabían cuatro pollos. Fue muy rústico, pero de resultado brillante. El primer día, por la calle ancha, el humo del pollo asado atrajo a la gente. Tuvimos fila”, recuerda Ramón con una sonrisa.
La venta de ese día superó cualquier ingreso previo. Y así comenzó todo. El negocio se llama Asadero Gaxiola, pero fue bautizado por los vecinos simplemente como “los pollos de la central”.
Con 3 años de estar funcionando en Villa Juárez empezó a ganar fama gracias al sabor, al trato amable y al trabajo en equipo con su esposa, María Zamudio, quien prepara las salsas y apoya en el asado.
Resiliencia a fuego lento
Villa Juárez, con su población flotante de migrantes agrícolas, le ofreció no solo clientes, sino también un sentido de comunidad. Aunque la temporada hortícola trae picos de venta, Ramón cree que su futuro está en el arraigo: “Si la gente local nos adopta, el negocio tiene con qué sostenerse todo el año”.
En los distintos puntos que han estado han enfrentado de todo: lluvias que mojaban el carbón, exceso de sol en un local inadecuado, e incluso los episodios recientes de inseguridad en la región.
Pero en cada obstáculo han visto una oportunidad para mejorar, mudarse, innovar. Ahora están frente a la central camionera, con mayor visibilidad y mejor flujo.
Paz que huele a leña y enchilado
El menú crece: al pollo asado tradicional se suma el pollo enchilado que ha conquistado paladares. Cada día Ramón afina técnicas, mejora procesos y lleva él mismo los pedidos a domicilio. En su asadero también se vende carne asada para atender todos los gustos y necesidades.
“Trabajo más que antes, pero ahora cada esfuerzo es mío, es para los nuestros”, afirma, mientras el humo perfuma la calle ancha.
Ramón es ejemplo de que la paz también se construye desde lo cotidiano, con manos que asan y sirven, con decisiones que apuestan por el arraigo, y con la resiliencia de quienes se reinventan sin olvidar su origen.
En un pueblo de paso y trabajo como Villa Juárez, donde las historias migrantes cruzan caminos y esperanzas, Ramón y su esposa demuestran que el emprendimiento también puede ser una forma de resistencia pacífica: una manera de echar raíces.
Demuestran que el emprendimiento es saborear el esfuerzo y hacer comunidad con el simple y poderoso gesto de compartir un buen pollo asado.
Ramón Efrén Gaxiola es de los que renuncian a la oficina con aire acondicionado para encender un asador en la banqueta… y descubrir que la vida, como los buenos pollos, se cuece mejor a fuego lento.