Con sus tortillas "Doña Rosa", Yecica mantiene vivo el legado de su madre en Culiacán
Después de la muerte repentina de su madre, Yecica Noemí Ulloa transofrmó su dolor en fortaleza y levantó el negocio que hoy alimienta a su familia en Barrancos..

En la esquina de avenida Los Empaques y Municipio Libre, en Barrancos, hay un olor que abraza.
el aroma a tortillas de harina recién hechas que sale de una casa lila, la misma donde hace años vivía una mujer llamada Rosa. Hoy, su hija, Yecica Noemí Ulloa Carrillo, mantiene vivo su legado con un pequeño pero poderoso negocio llamado Tortillas de Harina Doña Rosa.
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Un cambio de profesión le dio el éxito

Yecica tiene 31 años y tres hijos que son su mundo. Antes de dedicarse de lleno a las tortillas, trabajaba en el ramo financiero. Tenía un trabajo de oficina, estable, pero que no le daba tiempo para estar con sus hijos como ella quería.
Su mamá, Doña Rosa, le decía con frecuencia: “Tú tienes que vender tus tortillas, yo te voy a apoyar con todo. Vas a tener éxito, yo lo sé”.
Pero Yecica no se animaba. Hasta que un día, después de una jornada laboral, decidió intentarlo. Dejó su empleo, convencida por las palabras de su madre, y fue entonces cuando la tragedia tocó su puerta: Doña Rosa falleció de un infarto fulminante a los 51 años.
La repentina partida de su madre, fue devastadora

“Ahí se me vino el mundo encima”, recuerda Yecica con la voz quebrada, un nudo en la garganta y sus ojos llenos de lágrimas.
“Yo no quería volver a amasar, dejé todo. Me deprimí. No le pasé la receta a nadie. No tenía fuerzas.” Pasaron ocho meses hasta que, ante la necesidad, tomó una decisión: volver a empezar, cuenta con humildad para Tus Buenas Noticias.
Se fue a vivir con sus tíos a Aguaruto y allí, debajo de un árbol en un tianguis, colocó una mesa y un comal. Ese día vendió todo.
Y el sábado siguiente también. Poco a poco, los clientes comenzaron a pedirle que vendiera diario. Pero al tercer mes, otro golpe: le robaron el carro con todas sus cosas.
El recuerdo de su madre fue su impulso
Pensó en dejar todo otra vez. Pero fue al panteón, se hincó frente a la tumba de su madre, lloró y le hizo una promesa: “Voy a hacer lo que tú querías, pero ayúdame porque sola no puedo.”
Al lado de la tumba encontró una bolsa con cemento que necesitaba para una carpita. “Yo sé que fue ella quien me lo mandó”, dice con certeza y un corazón agradecido.
Así, con ayuda de su familia y vecinos, poco a poco fue recuperando lo perdido. Una tía le prestó una mesa, otra un tanque, una vecina otro. Con el tiempo compró sus rodillos, báscula… y volvió a Barrancos, al lugar donde todo comenzó.
El simbolismo que pone en pie a Yecica cada mañana

“Esta casa es la de mi mamá, y por eso aquí sigue su presencia. Cada cosa aquí tiene su significado”, señala con emoción.
El uniforme es lila, porque era el color favorito de Doña Rosa. Las paredes también. La bocina con la que anuncia su negocio fue la última que compró su madre. Incluso conserva una mesa de madera que ya está desgastada, pero que no quiere cambiar porque con ella empezó todo.
Hoy, Tortillas de Harina Doña Rosa es un negocio que no solo alimenta cuerpos, sino que inspira corazones.
Yecica amasa entre 27 y 35 kilos de harina al día. Trabaja de 7 de la mañana a 7 de la noche, con la ayuda de un equipo de mujeres que ya son como familia:
Perla, Naima Nicol, Dania y su hermana Nereyda, quien al principio no disfrutaba el trabajo, pero que ahora, como ella misma dice, cuida cada tortilla como si fuera suya.
“Aquí todo es a mano. Cada tortilla es con rodillo. No usamos cualquier harina ni cualquier aceite. Es calidad y es corazón”, destaca con orgullo.
Una variedad de productos que encantan a los clientes

Además de las tortillas, ofrece frijoles, quesito fresco, cochinita, chiles en rajas y tamales. Lo único que no hace es perder la fe.
Yecica estudió contabilidad, terminó la prepa abierta mientras criaba a sus hijos, y aunque no ejerce como contadora, administra su negocio con disciplina y pasión.
Ya reparte en 18 tiendas de diferentes colonias, y recientemente compró una moto para facilitar los envíos. Su meta es clara: “Tener más sucursales. Esto lo logré desde cero, y sé que se puede”, dice con firmeza.
El ejemplo arrastra
Enseña a sus hijos con el ejemplo.
“Ellos saben que nada cae del cielo. Si quieren algo, se lo tienen que ganar. Así como me ven a mí, ellos también pueden lograrlo”, reconoce.
Pero detrás de todo su esfuerzo, hay un motor que no se apaga: su mamá.
“Ella no está, pero todos los días me levanto por ella. Sé que esto es lo que ella quería para mí. Y a veces siento que no me deja sola”, dice con una sonrisa.
En cada tortilla que sale del comal, hay una historia de amor, de pérdida, de lucha y de esperanza. Y cada cliente que prueba sus tortillas, se lleva también un pedazo de esa historia. Porque en Tortillas de Harina Doña Rosa, lo que se cocina no solo es masa: es un legado.