Gracia vivió 18 años en drogas, 8 en la cárcel y perdió 3 hijos
“No piensas, no puedes hacer nada; no puedes comer, no puedes ir al baño (...) necesitas una sustancia, tu cuerpo te la pide, te la tomas… comes, te la tomas… vas al baño, te la tomas… duermes, te la tomas… caminas, pero si no te la tomas no haces nada, no puedes”, puntualizó Gracia García.
La presión social puede transformar a las personas, y en un ambiente donde “todos hacen lo mismo” no eres un vicioso, sino que “ya sabes que todos van a ser lo mismo”. Para Gracia Licea fue el engaño que abrió las puertas al mundo de las drogas; del que quiso salir por su anhelo de ser buena madre; pero en el camino, la vida le arrebató lo que más quiso.
La historia de Gracia Licea Gómez comienza en Tijuana, Baja California en un mundo lleno de glamour, pues su madre fue la primera persona en abrir “salas de belleza” en la ciudad y no solo por el gusto de verse bien, sino para ofrecerle una mejor vida a sus hijos. En un ambiente sano y rodeados de personas de bien.
Pero, ¿qué sucede cuando en un mundo “de gente bien” aparecen las drogas? Gracia platicó que ella decidió juntarse con personas que se comportaban igual, “es un ritual, no es que seas viciosa, es que si ya sabes que vas a salir el fin de semana… ya sabes que todos van a ser lo mismo”.
A sus 14 años, empezó a consumir sustancias líquidas y para sus 18 años añadió la cocaína, una droga que no era muy de su agrado pero que por hacerle el paro a sus amigas, la compraba en “La Cacho”. Un establecimiento donde vendían la mejor coca de la ciudad, y como a sus amigas sí las podían reconocer, ella era la encargada de adquirir la “sustancia de la diversión”.
Así fue como las drogas fueron envolviendo a Gracia. Sin embargo, se le sumó uno de los momentos más traumáticos en su vida, el encontrar al padre de su primer hijo en una relación íntima con otro hombre en una alberca. Al no saber reaccionar, decidió descargar sus emociones entrenando en un gimnasio, y en este lugar, el entrenador le ofreció una pastilla para “rendir más”; pero Gracia la convirtió en la ‘varita mágica’ para según ella tratar de olvidar la angustia, el dolor, el miedo… “No había nada; todo lo que te decían, no pasaba nada”, y esa engañosa sensación le gustó.
Ver primera parte (producción Malala Academia):
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Se equivocó. Querer olvidar los malos ratos fue el motor que impulsó su adicción a las drogas. Le gustaron tanto que se convirtió en una necesidad, al grado que comenzó a robar dinero y pertenencias a sus amigos y a su propia madre, para conseguir recursos y poder adquirir más sustancias, puesto que su salario nunca iba a ser suficiente para llenar el vacío que tenía con drogas.
La última reunión con amigos que recuerda, fue aquella en la que le preguntaron por el bailable del “Sierra” (su hijo), el cual no recordó; ya estaba perdida en las drogas. Una emoción de tristeza y amargura inundó su cuerpo y decidió descargarse con su madre y le reclamó por no invitarla a la fiesta de su propio hijo, y su madre, con los ojos enrojecidos, le respondió “me cansé de hablarte por teléfono y decirte que tu hijo iba a bailar porque tu hijo quería que lo mirara su mamá”. “No fuiste porque no quisiste, pero yo sí te hablé”.
A su vez, el sierra le reclamó por nunca acompañarlo, y ella, a la defensiva, le respondió “porque nunca me dices”, a lo que su hijo replicó: “tú nunca vas, tu no me quieres”, y su hijo mayor añadió: “si te quiere, pero no le importas”. ¿Qué sentirías tú al escuchar algo así?
Inmersa en el mundo de las drogas, Gracia decidió avanzar y tomó la decisión de entrarle al negocio para cargar feria y poder obtener droga más fácil y a la mano. Sin amigos y alejada de su familia fue presa fácil. Se equivocó más fuerte. Su mala decisión la llevó a vivir 8 años y 9 meses en la cárcel de Mexicali.
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¿Y la familia dónde quedó? La primera persona que supo que Gracia cayó presa por venta de narcóticos fue su hermana Rosa Ibeth García Gómez, quien con lágrimas en los ojos, explicó el pasado precario de la familia.
Rosa afirmó que sí se percató de los cambios que tenía su hermana. Lo que nunca consideró fue que las drogas fueran la causa. Ella estaba segura que su actitud retadora y a la defensiva, se debía al rencor y coraje que sentía Gracia hacia su madre.
Para Gracia, la imagen de su madre estuvo rota por muchos años, a diferencia de su padre, quien fue su héroe; la persona que siempre estuvo para ella, pues su madre se la vivía trabajando; y aunque su padre también trabajaba, se daba el tiempo para su familia. Esta fue la idea con la que creció.
Para Rosa, la vida fue diferente, ya que su madre fue “padre y madre a la vez”. Y gracias a la mujer que le dio la vida, supo querer y respetar a su padre.
El primer hijo de Gracia, fue criado por Rosa y con él aprendió a ser mamá, puesto que Gracia tenía que salir a trabajar y no había quien lo cuidara. Además de su fuerte adicción a las sustancias.
Ver segunda parte:
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“No piensas, no puedes hacer nada; no puedes comer, no puedes ir al baño (...) necesitas una sustancia, tu cuerpo te la pide, te la tomas… comes, te la tomas… vas al baño, te la tomas… duermes, te la tomas… caminas, pero si no te la tomas no haces nada, no puedes”, puntualizó Gracia García.
En este infierno, no sólo dejó pasar su vida, también perdió la motivación de sus días. Su primer hijo fue secuestrado (tenía ocho años) y nunca regresó; su segundo hijo perdió la vida en un accidente automovilístico; y su tercer y último hijo, falleció a sus 42 años.
Después de haber vivido grandes pérdidas y estar en la cárcel, un 27 de abril de 1990 fue el día que decidió decir NO a las drogas “y fue la locura, porque de un día para otro paré completamente”.
“No sabía vivir, traté de darles lo mejor de mi, quise ser mamá y pensé que lo iba a lograr hasta el final y no pude, no pude porque uno a uno Dios me los quitó”, sumida en llanto repite su confesión.
Hoy Gracia hace honor a su nombre. Tiene 30 años sin consumir nada, y aunque ya no tiene a sus hijos como motivación, ella sigue adelante aprovechando la oportunidad que tiene para remediar su vida. El recuerdo de sus amados hijos, la impulsa para compartir su testimonio y evitar que más personas sean consumidas por el mundo de las drogas.
Perderse en las drogas, le quitó la familia, el trabajo, la dignidad y ahora trata de recuperar las ganas de vivir. Contando su historia desmitifica el engaño de la falsa felicidad de las drogas.
Ver parte 3:
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Una producción de Malala Academia IAP