Especialistas en temas de seguridad, economía y atención a las infancias, advierten que sin prevención, corresponsabilidad ciudadana e inversión en la infancia, Sinaloa seguirá atrapado en ciclos de violencia rumbo al 2026
Por: Francisco Castro
Durante el Festival de Periodismo en Sinaloa 10+1, organizado por Revista Espejo, se llevó a cabo el Conversatorio Perspectivas Sinaloa 2026, un espacio de reflexión para analizar los retos más urgentes del estado y las acciones necesarias para evitar que crisis de violencia como la que se vive en Culiacán se repitan en el futuro.
El diálogo reunió voces de distintos frentes: Magdalena de Luna Flores, del Pacto por la Primera Infancia; Miguel Calderón Quevedo, del Consejo Estatal de Seguridad Pública; la economista María Manjarrez Montero, y Jorge Ibarra, investigador de la UAS, con la moderación de Alejandro Sicairos.
El consenso fue claro: la violencia en Sinaloa no es un accidente ni un relámpago aislado, sino el resultado de causas profundas que no han sido atendidas con seriedad.
La seguridad no empieza con patrullas, sino con la infancia
Magdalena de Luna puso sobre la mesa una idea incómoda, pero respaldada por evidencia: si no se atiende la violencia desde su origen, cualquier estrategia seguirá siendo reactiva y costosa.
Invertir en la primera infancia —dijo— no es un gesto romántico, sino la política pública más rentable que existe.
Al citar estudios del premio Nobel de Economía James Heckman, recordó que fortalecer la salud, el desarrollo cognitivo y emocional de niñas y niños reduce la deserción escolar, mejora la convivencia social y disminuye la propensión a la violencia en la vida adulta.
“Apapachar a las niñas y niños como política pública” fue su frase más comentada.
Pero no como metáfora, sino como llamado urgente a trabajar con madres, padres y cuidadores, visibilizar el impacto del estrés, la pobreza y la violencia en el desarrollo infantil y romper con la idea de que la niñez es solo un daño colateral.
“Con los niños no”, subrayó, al advertir que los mapas de violencia criminal y de afectaciones a la primera infancia hoy coinciden peligrosamente.
La prevención también es cultural… y empieza en casa
Desde el ámbito del poder público, Miguel Calderón coincidió en que el presupuesto suele concentrarse en la última etapa del problema —cárceles, operativos, contención— y no en su origen. Pero fue más allá: señaló que una parte fundamental de la prevención recae en la sociedad misma.
El especialista invitó a cuestionar los modelos de éxito que se promueven entre jóvenes, los contenidos culturales que se consumen, la escasa denuncia ciudadana y la débil confianza en las instituciones.
Puso como ejemplo a Yucatán, donde la vigilancia comunitaria informal y la denuncia son parte del tejido social.
“No toda la culpa es del gobierno”, afirmó, “una parte importante nos corresponde asumirla como ciudadanos”.
Medios, economía y agendas reales
Jorge Ibarra advirtió que, rumbo al próximo ciclo electoral, la violencia dificultará campañas tradicionales y trasladará el debate a lo digital, un terreno fértil para la desinformación. Por ello, llamó a medios y ciudadanía a posicionar agendas realistas y urgentes: fortalecimiento institucional, atención a la infancia, desarrollo económico y profesionalización de policías y fiscalías.
En ese mismo sentido, María Manjarrez recordó que la inseguridad sigue erosionando el crecimiento económico, ahuyentando inversiones y precarizando el empleo, lo que perpetúa el círculo vicioso entre pobreza y violencia.
Una certeza incómoda, pero necesaria
El Conversatorio Perspectivas Sinaloa 2026 ofreció como una certeza compartida que “si Sinaloa quiere un futuro distinto, tendrá que cambiar prioridades, narrativas y responsabilidades”.
Los panelistas coincidieron en que la prevención, la infancia y la participación ciudadana ya no son temas secundarios. Son, guste o no, la única salida sostenible.
Porque seguir haciendo lo mismo —como quedó claro— no es conservador: es francamente arriesgado. Y el futuro, aunque no avisa, siempre pasa factura.