Cocos Humaya: 17 años de esfuerzo familiar, sabor y constancia de Fernando Félix en Culiacán

Con trabajo en familia y constancia, Fernando Félix ha sostenido por 17 años su negocio de venta de cocos, una actividad que alimenta a sus hijos y se ha ganado la confianza de visitantes en el Mercadito Humaya

Por: Francisco Castro

A las siete de la mañana, cuando el Mercadito Humaya comienza a sacudirse el sueño, ya hay un puesto donde el ritmo está marcado por el golpe seco del machete al coco y el ir y venir de clientes que buscan algo más que una bebida: Cocos Humaya.

El establecimiento, considerado un punto de visita obligado, es un negocio modesto, familiar y persistente que desde hace seis años forma parte del Mercadito Humaya, aunque su historia es más larga y se cuece —literalmente— con constancia y trabajo diario.

Fernando Félix sostiene Cocos Humaya con trabajo diario y familiar, un negocio iniciado hace 17 años en la colonia Guadalupe Victoria, pero que desde hace seis años atiende en el Mercadito Humaya, a la salida norte de Culiacán.

El rostro detrás del puesto es Fernando Félix, de 40 años, quien lleva 17 dedicados al comercio del coco.

El surgimiento de Cocos Humaya

Antes de llegar al mercado, su negocio nació en la colonia Guadalupe Victoria, por la calle Revolución, donde empezó a vender cocos preparados en un pequeño local.

“Allá era más el coco con camarón y cacahuate; aquí el giro cambió”, explica Fernando para Tus Buenas Noticias.

Hoy, en el Mercadito Humaya, lo que domina es el agua de coco 100% natural, la pulpa fresca y los productos derivados, añade.

La propuesta es clara: calidad y frescura.

El coco llega directamente desde Colima y se vende al mayoreo y al menudeo. Hay agua de coco, pulpa en bolsitas —de dos a tres cocos por 60 pesos, o promociones familiares—, cocadas, helado de coco, horchata de coco y el clásico coco preparado con sal, chile y limón.

“Aquí la gente cuida mucho lo que consume”, dice Fernando, y habla del perfil del cliente:

"Consumidores habituales, personas que compran litros completos de agua de coco o que piden directamente del coco, abierto al momento".

Cocos Humaya abre todos los días

Cocos Humaya abre de lunes a domingo, de siete de la mañana a tres de la tarde, con un descanso breve y casi simbólico: el segundo domingo de cada mes. El resto del tiempo, el puesto es una pequeña coreografía familiar.

Calidad, frescura y confianza distinguen a Cocos Humaya. El negocio es un ejemplo de constancia que refresca y nutre a familias desde el Mercadito Humaya, en Culiacán.

Su padre, Candelario Félix, es quien abre; luego se suman un amigo y un sobrino de confianza; más tarde llegan Fernando y su esposa, Mireya, con quien lleva casi 20 años de matrimonio.

“De aquí dependemos todos… es un negocio modesto”, dice sin rodeos.

No es una frase hecha. Fernando y Mireya tienen cinco hijos, cuyas edades van de los tres a los 19 años. Hay estudiantes de kínder, primaria y secundaria; también una joven que cursa el nivel profesional. El negocio paga uniformes, útiles y transporte.

La familia vive en la misma zona donde todo empezó, en la colonia Guadalupe Victoria, y el día termina tarde: tras cerrar el puesto, toca surtir para el día siguiente y llegar a casa ya por la tarde.

La clientela es diversa y fiel. Hay adultos mayores, jóvenes, niñas y niños. Fernando recuerda a una niña de cuatro años que llega con gusto por su bolsita de agua de coco. “La hemos visto crecer”, cuenta, con ese orgullo silencioso de los comerciantes que conocen a su clientela por nombre y rutina.

Hay maestras que pasan casi a diario y vecinos que cargan litros completos porque confían en el producto. Esa confianza se ganó con calidad constante y conversación honesta.

Fernando, un estudioso de los beneficios del coco

Fernando habla del coco con la seguridad de quien ha estudiado su producto. En algún momento se dio a la tarea de investigar, leer y entender sus propiedades.

Explica que el agua de coco tiene un pH que ayuda al sistema inmunológico y que muchas personas la consumen para prevenir gripes o aliviar problemas gastrointestinales.

Pero también pone límites: desmiente mitos, aclara que no es milagrosa para quemaduras y se enfoca en lo comprobable. “Es saludable, eso sí”, remata.

El negocio ha evolucionado con el entorno. En el antiguo local no se vendían pulpa ni agua por litros; hoy son los productos estrella. Las promociones se ajustan a lo que busca la gente del mercado.

“Aquí casi no se da el coco con marisco”, explica, porque el perfil del consumidor apunta más a lo natural y fresco. Adaptarse sin perder la esencia ha sido parte del aprendizaje.

Sueña con abrir otra sucursal

Sostenerse no ha sido sencillo. Fernando lo dice directo: el reto es seguir mejorando la calidad, pensar en el etiquetado, ordenar procesos y aspirar a algo más grande. Sueña con abrir otra sucursal, quizá una pequeña franquicia. 

También piensa en el largo plazo, algo poco común entre quienes viven el día a día del comercio informal: un ahorro, una especie de pensión que le permita bajar el ritmo cuando el cuerpo ya no responda igual.

“No quiero partir cocos toda la vida”, reconoce.

La satisfacción, sin embargo, pesa más que el cansancio. Ver a los hijos avanzar, pagar la escuela, involucrarlos poco a poco en el negocio —principalmente los fines de semana— le da sentido al esfuerzo.

La hija que estudia una carrera también participa: es quien prepara los helados de coco. Aprender, ayudar y pertenecer; así se hereda un oficio.

Cocos Humaya no presume grandeza, pero la construye todos los días. Es un puesto rentado, que abre temprano, atendido en familia y sostenido por la confianza de quienes regresan. 

Diecisiete años después del primer coco abierto en la calle Revolución, el negocio sigue firme en otro espacio, refrescando gargantas, alimentando familias y demostrando que la constancia —como el buen coco— se reconoce desde el primer sorbo.