Don Enrique, comerciante de 81 años, inspira en Navolato con su historia de vida

Entre herramientas, historias y recuerdos, este hombre demuestra que el trabajo también puede ser una forma de mantenerse vivo, fuerte y agradecido con la vida.

Por: Jacqueline Sánchez Osuna

Es la de don Enrique Guzmán Millán, un hombre de 81 años que, entre llaves, mangueras, tanques y herramientas, ha hecho del comercio su forma de vida. “Yo vendo de todo, revuelvo; Lo que caiga, eso vendo”, dice entre risas para Tus Buenas Noticias.

Su puesto, lleno de objetos que cuentan su propio destino, refleja una vida de esfuerzo y de ingenio.

Porque detrás de cada herramienta hay una historia, y la suya empezó hace más de 40 años, cuando la necesidad lo llevó a vender.

“La necesidad me metió en esto”, comenta con serenidad, como quien ya aprendió que el trabajo, aunque duro, también es una compañía fiel.

Un comerciante que desafía la adversidad

Con dedicación, don Enrique vende sus herramientas en el tianguis de la Textilera.

Don Enrique es originario de Culiacán. Pero desde hace años, su camino lo trajo hasta Navolato, donde cada día instala su puesto.

Antes de ser comerciante, fue contratista de obras, oficio que lo acercó al mundo de la herramienta.

“Era albañil, contratista… por ahí viene todo esto”, explica con una sonrisa que revela más gratitud que cansancio.

Su vida no ha sido fácil. Perdió a su esposa, una enfermera que falleció hace seis años.

“Era enfermera ella… me dejó la pensión”, cuenta con una mezcla de nostalgia y cariño. Gracias a ella y a su hijo pudo salir adelante, aunque el dolor de las pérdidas sigue pesando.

“Tengo dieciocho hijos… dos ya murieron. El último hace una semana, de un paro cardíaco. Tenía cincuenta y cinco años… bien joven”, dice con voz baja, mirando al suelo unos segundos. Luego suspira y se recompone, como quien ha aprendido a resistir los golpes del destino.

Una vida de trabajo y resiliencia

Con la venta de las herramientas, Don Enrique continúa dando significado a su vida.

La fortaleza de don Enrique se nota en su manera de hablar, en su forma de seguir trabajando y en su sentido del humor.

Y vaya que lo está. A su edad, viaja constantemente entre Navolato y Tijuana, donde hace medio siglo construyó dos casas que hoy renta.

“Hace 50 años las hice, y ahí tengo mi posibilidad”, comenta con orgullo. Es un hombre que ha sabido levantarse una y otra vez, que aprendió a valerse por sí mismo y que, aun con diabetes y años de trabajo encima, no se rinde.

Hoy no está solo. La vida le dio una nueva oportunidad para compartir sus días:

Mientras acomoda un tanque de gas y revisa una llave inglesa, su nieto se acerca a ayudarle. “De vez en cuando me echa la mano, pero la mayoría del tiempo estoy solo”.

Solo físicamente, porque en realidad don Enrique nunca está solo: lo acompañan las memorias de su esposa, el amor por sus hijos y nietos, y esa fuerza que lo impulsa a seguir cada día, sin quejarse, sin rendirse.

A su edad, muchos descansarían. Pero él prefiere seguir levantándose temprano, instalar su puesto y conversar con los clientes que ya lo conocen de años.

“Aquí estoy, todos los días”, repite, como una promesa de vida. Porque para él, trabajar no solo es ganar el sustento, sino seguir siendo parte del movimiento del mundo.

Lecciones de vida de Don Enrique

Don Enrique comparte sus lecciones de vida entre sus clientes que llegan a generarle amistades.

En el fondo, don Enrique representa a toda una generación que aprendió que el trabajo dignifica, que las pérdidas duelen pero no detienen, y que mientras haya fuerzas, siempre hay algo por hacer.

Y entre risas, recuerdos y herramientas, deja una enseñanza sencilla pero profunda:

Porque don Enrique Guzmán Millán no solo vende herramientas… también vende lecciones de vida.