México y Latinoamérica avanzan en energías limpias, pero enfrentan desafíos de inversión, innovación y regulación, según el Índice de Transición 2025
Por: Francisco Castro
La edición 2025 del Índice de Transición Energética (IET) del Foro Económico Mundial (WEF) dibuja un panorama de contrastes para América Latina: una región con recursos naturales excepcionales y avances notables en energías limpias, pero aún limitada por su débil infraestructura, marcos regulatorios inestables y escasa inversión privada.
A nivel global, el informe —que evalúa a 118 países según la seguridad, equidad y sostenibilidad de sus sistemas energéticos, así como su grado de preparación institucional y tecnológica— muestra un repunte moderado: 65% de los países mejoraron su desempeño, aunque solo 28% lograron avances equilibrados en las tres dimensiones del llamado “trilema energético”.
América Latina: fortalezas naturales, desafíos estructurales
Con un promedio regional cercano a los 59 puntos en la escala del índice, América Latina y el Caribe se posicionan como una región con alta sostenibilidad energética, impulsada por su extensa base de energías renovables —hidroeléctrica, solar y eólica— y una cobertura eléctrica que roza la universalidad.
Brasil, Chile y Uruguay se ubican entre los líderes regionales, demostrando que la combinación de visión política, inversión sostenida y marcos regulatorios claros puede acelerar la transición energética.
- Brasil (15° lugar global) destaca por su matriz energética diversificada, fuerte adopción de bioenergías y políticas de inclusión energética.
- Chile (21°) consolida su papel como pionero regional en hidrógeno verde y energías solares, gracias a un entorno regulatorio predecible y apertura a la inversión extranjera.
- Uruguay (35°) mantiene una de las matrices más limpias del planeta: más del 90% de su generación eléctrica proviene de fuentes renovables.
Otros países como Costa Rica (44°) y Colombia (38°) se consolidan por su estabilidad institucional y su apuesta en energías limpias, aunque aún enfrentan brechas en infraestructura y acceso a financiamiento verde.
Sin embargo, el informe advierte que la región enfrenta cuellos de botella persistentes:
- Bajo acceso al financiamiento para proyectos de innovación y tecnología limpia.
- Inestabilidad regulatoria en algunos países, que desincentiva la inversión privada.
- Dependencia parcial de combustibles fósiles, especialmente en México y Argentina.
- Falta de capital humano especializado para sostener la expansión de nuevas tecnologías energéticas.
México: buen desempeño operativo, débil preparación para el futuro
En el caso de México, el país se ubica en el lugar 55 de 118, con un puntaje total de 56 puntos. Su desempeño energético actual (seguridad, equidad y sostenibilidad) es sólido —67.3 puntos—, pero su preparación para la transición (inversión, regulación, innovación y capital humano) es baja —39 puntos—.
Esto refleja una realidad dual: México cuenta con un sistema energético estable y bien desarrollado, pero su capacidad de adaptación hacia una economía baja en carbono es limitada.
El informe identifica varias fortalezas:
- Cobertura eléctrica prácticamente universal y precios relativamente estables.
- Creciente diversificación energética, con proyectos solares y eólicos en expansión.
- Infraestructura sólida en redes eléctricas y capacidad de refinación.
No obstante, las debilidades estructurales son claras:
- Baja inversión privada en energías limpias debido a incertidumbre regulatoria.
- Dependencia del gas natural y del petróleo para generación eléctrica.
- Escasa inversión en innovación, investigación y formación técnica especializada.
- Limitada integración de políticas de transición justa y desarrollo local.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial, México podría escalar posiciones si fortalece la confianza de inversionistas, moderniza su infraestructura eléctrica y promueve un entorno de innovación que estimule la generación de valor en cadenas limpias.
Un futuro por construir
El IET 2025 subraya que la transición energética ya no es solo una cuestión ambiental, sino un eje de competitividad industrial, seguridad nacional y desarrollo social.
A nivel global, las emisiones de CO₂ alcanzaron un récord de 37.8 mil millones de toneladas en 2024, mientras la inversión en energía limpia superó los 2 billones de dólares, aunque sigue lejos de los 5.6 billones anuales requeridos hasta 2030.
En este escenario, América Latina tiene una oportunidad única: aprovechar su potencial renovable y su creciente conciencia ambiental para consolidarse como proveedora estratégica de energía limpia y minerales críticos. Pero para lograrlo, deberá resolver su desafío central: convertir el potencial natural en políticas efectivas, inversión sostenible y capacidades humanas locales.
Claves para avanzar, según el Foro Económico Mundial
- Diseñar marcos políticos estables y adaptativos que atraigan inversión de largo plazo.
- Modernizar redes eléctricas y sistemas de almacenamiento, incorporando tecnología digital.
- Impulsar la formación técnica y científica vinculada a las nuevas industrias energéticas.
- Acelerar la comercialización de tecnologías limpias, especialmente en transporte e industria.
- Canalizar más capital hacia economías emergentes, donde la demanda crece más rápido.
La transición energética latinoamericana avanza, aunque a distintas velocidades. El desafío no es solo “más energía limpia”, sino más resiliencia, inclusión y ejecución real. México y sus vecinos tienen el talento, los recursos y la oportunidad: lo que falta es la decisión colectiva para transformar la energía en motor de futuro.