La inspiradora trayectoria de Juan Pablo Domínguez, marcada por perseverancia, visión y compromiso social, se consolida como un ejemplo de superación que transforma comunidades y motiva a nuevas generaciones.
Cuando el colombiano Juan Pablo Domínguez vio en su teléfono un mensaje que alertaba sobre dos ciclistas atrapados en la India al inicio de la pandemia de Covid, no imaginó que esa notificación cambiaría su rumbo personal y profesional.
Aquella conexión improvisada —entre desconocidos y a miles de kilómetros— se convertiría en la semilla de “Conectar para servir”, plataforma que hoy impulsa charlas, asesorías y acompañamiento basado en una premisa: la empatía solo tiene sentido cuando se convierte en acción.
La conexión que salvó vidas en medio de la pandemia
En enero de 2020, los ciclistas Luis y Alex emprendieron un recorrido de casi 8 mil kilómetros por el Himalaya entre Nepal e India. Su aventura avanzaba sin contratiempos hasta que, tras la declaración de pandemia global (de Covid 19) el 11 de marzo, el país cerró fronteras y prohibió la movilidad.
Los testimonios que circulaban entonces mostraban la crudeza de la situación de varios viajeros extranjeros: discriminación, hostilidad, miedo y restricciones extremas.
Para los dos colombianos, todo empeoró cuando el primer ministro aseguró públicamente que los extranjeros llevaban el virus. De un día para otro pasaron de ser huéspedes bien recibidos a ser vistos como amenaza. Ningún templo, hospital ni autoridad quería recibirlos. Quedaron completamente solos.
Un mensaje de WhatsApp que cambió el rumbo de dos ciclistas
Fue un mensaje de WhatsApp el que encendió las alarmas en Colombia:
“Dos colombianos están en riesgo de morir en India. Necesitan ayuda urgente.”
Juan Pablo no los conocía y no tenía contactos en India, pero algo lo impulsó. Comenzó a escribir, contactar periodistas y enviar mensajes claros para evitar que los videos fueran confundidos con información falsa. Logró que medios nacionales retomaran el caso. Cuando la situación escaló a funcionarios del gobierno, se activaron mecanismos oficiales.
Gracias a esa cadena de acciones, los ciclistas fueron trasladados a un alojamiento seguro utilizado para visitantes diplomáticos. Uno de ellos lo resumió más tarde:
“Pasamos de dormir en la calle a estar protegidos en cuestión de horas. Una sola conexión cambió todo.”
El legado de Juan Pablo Domínguez en el emprendimiento social
Aunque seguros, pasaron 45 días encerrados en una habitación, con comida que no toleraban y una tensión emocional creciente. La comunicación con sus familias se deterioró y el miedo fue constante.
En ese punto, Juan Pablo ya no era un desconocido: era su enlace humano. Enviaba videos del clima, noticias, saludos; escuchaba, acompañaba, contenía. Cuando el ambiente familiar de uno de ellos colapsó emocionalmente, propuso enviar un detalle sencillo a sus hogares para reconectar la esperanza.
Alex solo pidió algo:
“Entrégale a mi mamá una bolsa de rosquillas.”
Un párroco imprimió la carta, compró las rosquillas y las llevó. La madre lloró. En India, los ciclistas sintieron paz por primera vez esperanza en semanas.
El reto siguiente era lograr un cupo en un vuelo humanitario, cuyo costo superaba los 12 mil dólares por persona. Inalcanzable para ellos. Entonces surgió una ola espontánea de solidaridad: amigos, contactos y desconocidos organizaron una colecta.
Se reunió el dinero y, con ello, también se apoyó a otra colombiana varada, emocionalmente devastada.
Finalmente, el vuelo despegó. Volvieron a casa. Estaban vivos.
Después de esta experiencia, Juan Pablo, quien había sido gerente de banco, ya no era el mismo. Entendió que su verdadera habilidad no era la administración técnica, sino conectar personas, generar puentes, organizar esfuerzos, inspirar. Pero este propósito no nació en 2020: venía de mucho antes.
Del silencio infantil a la palabra como vocación
Desde su nacimiento, Juan Pablo no habló hasta más de dos años. Un médico finalmente dio con el diagnóstico correcto:
“A este niño lo que le falta es pertenecer.”
Cuando comenzó a socializar en el jardín, las palabras fluyeron. Entendió que la conversación puede transformar realidades. Durante su adolescencia y juventud organizaba reuniones, eventos culturales y actividades que fomentaban la participación. Donde estuviera, generaba comunidad. Ese hilo —pertenecer y hacer pertenecer— marcó su vida.
Dejar la gerencia para abrazar un propósito
Tras años en banca y una temporada viviendo en Londres, tomó una decisión radical: renunciar para impulsar su proyecto “Conectando para servir”, plataforma dedicada a:
- charlas motivacionales y formativas,
- asesoría a emprendimientos,
- creación de redes de apoyo,
- comunicación efectiva,
- acompañamiento a equipos,
- y guía para personas en búsqueda de propósito.
Su filosofía es clara:
- La conversación como punto de partida.
- La acción como consecuencia.
- La conexión humana como propósito.
Qué significa conectar para servir
Juan Pablo lo resume sin tecnicismos:
“Conectar para servir no se explica, se muestra. Es abrazar a desconocidos que necesitan ayuda, aunque no te deban nada. Es actuar, no solo sentir.”
Hoy trabaja con emprendedores, empresas, colectivos y personas que buscan guía. No se presenta como gurú ni experto iluminado, sino como alguien que decidió usar sus habilidades humanas para servir.
Un mensaje para América Latina
Entre los aprendizajes que comparte, destaca:
- La empatía sin acción es un sentimiento incompleto.
- El propósito no se encuentra: se construye.
- Una conexión puede cambiar una vida.
- Nadie está demasiado lejos como para no ser alcanzado por un mensaje.
- Las habilidades humanas —conversación, escucha, solidaridad— son el motor del cambio en la era digital.
La historia que convirtió una notificación en un propósito
Un mensaje en WhatsApp terminó salvando vidas, reconectando familias y creando un puente inesperado entre Colombia e India. Años después, Juan Pablo narra esta experiencia en conferencias, talleres y asesorías como un ejemplo vivo de lo que la conexión humana puede lograr.
Sigue impulsando aquello que descubrió en medio del caos global: Conectar para servir no es un proyecto. Es una forma de vivir.