2018-04-26

Paradigmas... despertar de un largo sueño.

Dicen que la vida es romper paradigmas... ¿Reconoces los tuyos? ¿Sabes cuáles tienes desde la infancia? Descubre esta interesante información.

TBN trae para ti un nuevo espacio lleno de reflexiones e información útil para la vida, una colaboración del psicoterapeuta humanista Antonio Ayala... quien nos presenta en Taller de vida "Paradigmas"

El tema de hoy es una reflexión breve que habla sobre ese despertar de un largo sueño y lograr entender los paradigmas que rodean nuestra vida desde la infancia.

PARADIGMAS

Al tiempo... voy despertando de un sueño que duró 12 años, donde el mundo era coherente con lo que me inculcaron en la infancia.

Beber era divertirse (ahora entiendo, eso decían los alcohólicos), fumar daba clase (dijeron los ansiosos), fingir felicidad era civismo (para evitar mostrar miserias afectivas) y trabajar significaba tener dignidad.

Empecé entonces a desteñir la realidad del sueño que la cubría. Comprendí al tiempo, que una vigilia de conciencia cobraba en mi vida, que en la infancia se nos arrulla con descripciones fantasiosas de lo que es (y será para nosotros) la vida.

Para dormirnos por largo tiempo dentro de este imaginario, e inevitablemente despertar en la adultez, como quien despierta de una terrible pesadilla, llena de incongruencias y fragmentos de olvido que no parecen coincidir con lo real.

Entonces, alcoholizarse nunca fue divertirse sino distraerse, abandonarse a la inconsciencia, evitando las angustiosas realidades.

Fumar nunca dio clase, sólo calmó los estertores del inseguro que aún no logra destetarse de su madre, y trabajar no significaba tener dignidad, a menos que tal actividad fuese disfrutada, asumida con utilidad y remunerada desde lo emocional, hasta lo económico (siendo este último aspecto, el único buscado hoy en día).

Comprendiendo al despertar, que la realidad no me fue contada de formas honestas, sino descrita de románticas maneras para asumirla con el optimismo con que un enfermo se toma un placebo sin tener consciencia de que lo que toma no le ayuda, y sí, lo que piensa sobre lo que ingiere.

Sin duda, vivo en una sociedad enferma que padece una agonía y pretende curarla con placebos inservibles que sólo agudizan sus síntomas. Placebos que son "curas" ineficientes; como el matrimonio, supuesta cura ante las infidelidades y patente del amor e integración, que va perdiendo credibilidad al paso del tiempo como una empresa más, fallida ante los esperanzados amantes.

La tenencia de hijos, como un "eficaz" cohesionador de la pareja y estimulante ineludible del sentido por vivir, que ha de enamorar a los padres con la vida, responsabilizando al irresponsable y trayendo en la paternidad, madurez suficiente para educarse y educar.

La acumulación del dinero y bienes materiales, como aseguradores de la tranquilidad y omnipotencia para solventar las necesidades humanas, confinando a la felicidad a quien goce del portentoso "Dios dinero".

La capilaridad social (fama), que curaría la castración de infancia mitigando la insignificancia y profunda devaluación del ego en el pleno reconocimiento y aceptación de los demás.

El protagonismo hedonista, dedicando entrega completa a los vanos placeres, ponderando el placer, como sinónimo de felicidad y demás placebos que se muestran como seductores caminos para el confundido sujeto de nuestros tiempos.

¿Tú también caíste en la trampa? ¿creíste que comprar una casa, es tener un hogar? ¿que tener el coche más caro es tener el mejor, solo porque cumple caprichos que van más allá de la movilidad? ¿creíste que la ropa te da decencia?

¿Que viajar te da cultura?, ¿que tener pareja te arrancaría la desolación?, ¿que el sexo te da hombría o te haría sentir amada?, ¿qué lucir físicamente a gusto del consenso es estima?, ¿que tener más dinero te pone la felicidad en charola de plata?, ¿que la aceptación te dará valía y que el rechazo es síntoma de que lo que eres, no es suficiente?

Tantas trampas que nos pusimos nosotros mismos en el afán de poner la felicidad al alcance de pocos como una exclusividad cobrada de maneras inalcanzables, para que, en su búsqueda, prostituyamos al ser humano y unos pocos hagan lucro padeciendo de mismas o peores formas la infelicidad que viven esmerándose en negar.

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