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Cocos, nieves y raspados con historia. La vida de “Felipón” en la Catedral de Culiacán

Entre cocos frescos, nieves de garrafa y raspados, Jesús Felipe, convirtió la Catedral de Culiacán en su hogar y en el escenario de toda una vida dedicada a la tradición que heredó de su padre.

23 septiembre, 2025
Jesús Felipe Uriarte López ha pasado su vida entre cocos frescos, nieves de garrafa y raspados. Ha convertido la Catedral de Culiacán en su hogar y en el escenario de toda una vida dedicada a la tradición que heredó de su padre. Fotos: Lino Ceballos.
Jesús Felipe Uriarte López ha pasado su vida entre cocos frescos, nieves de garrafa y raspados. Ha convertido la Catedral de Culiacán en su hogar y en el escenario de toda una vida dedicada a la tradición que heredó de su padre. Fotos: Lino Ceballos.

Jesús Felipe Uriarte López, a quien todos conocen como “Felipón”, lleva 51 años de vida y toda una vida en el comercio. Desde pequeño aprendió el oficio de las nieves gracias a su padre, don Rogelio Uriarte, vendedor de nieves de garrafa.

“Mi papá me enseñó… no es mi herencia porque no murió, sino enseñanza de él. Somos tres hermanos los que seguimos en lo mismo, todos vendemos nieves”, recuerda con orgullo y comparte con entusiasmo para Tus Buenas Noticias.


Nieves de garrafa, cocos y raspados

Con la venta de nieves
Con la venta de nieves "Felipón" forma parte de la tradición de Culiacán. Fotos: Lino Ceballos.

Su inicio fue con una carreta de nieve. Después vinieron los cocos, los raspados y hasta los elotes en temporada.

“He vendido de todo… dependiendo la zafra. Si es diciembre y afloja la nieve, pues metemos esquites, cosas calientes. Toda la vida he sido comerciante”, señala.


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Felipón tiene 14 años trabajando en el mismo espacio frente a Catedral, en el centro de Culiacán. Llegó con su puesto y poco a poco fue ampliando hasta consolidar un negocio que, aunque modesto, se convirtió en punto de reunión para familias, turistas y amigos.

“Aquí en Catedral me buscan porque los atiendo bien… llegan, se toman un raspadito, un coco, platicamos un rato y se van contentos. Muchos ya son mis amigos”, comparte con honra.


Todo el día se encuentra en su puesto

Con muy buen ánimo Felipón prepara los cocos, los raspados o lo que le pidan los clientes. Foto: Lino Ceballos
Con muy buen ánimo Felipón prepara los cocos, los raspados o lo que le pidan los clientes. Foto: Lino Ceballos

Su rutina es sencilla pero constante: abre desde las 10 de la mañana hasta las 8 de la noche, todos los días del año. “Esto no es cansado, nada más es aguantar el sol… pero me gusta tanto que ni lo siento. Así me acostumbré y así me voy a morir, vendiendo”, dice con serenidad.

A lo largo de su vida, el comercio le ha dado para sacar adelante a su familia. Hoy es viudo y padre de seis hijos.

“Sí se podía sacar a la familia con este negocio, antes sí… ahorita ya no, ya nomás alcanza para comer. Si aspiras a más, como una casa de dos pisos, ya no se puede. El negocio ya no es negocio, es trabajo nada más”, dice con sinceridad.


Sus hijos eligieron otros caminos. “Ellos tienen sus carreras, yo soy el único que sigue aquí… pero no me arrepiento, porque me encanta lo que hago”.

Comercitante, confidente y amigo

"Felipón" se ha hecho amigo de sus clientes que lo visitan con frecuencia en Catedral. Foto: Lino Ceballos

Felipón no solo es comerciante; también es confidente y amigo de muchos que se acercan. “La satisfacción es mucha, sobre todo el trato con las personas. Hay gente de todo, algunos chocan, pero la mayoría se van contentos. Eso es lo que me llena”, afirma mientras acomoda un coco en la hielera.

Su lema es claro: mientras tenga fuerzas, seguirá vendiendo. “Cuando ya no pueda con esto, de perdido voy a vender dulces, cacahuates o chicles… pero de la mano me voy a morir en la raya”, dice entre risas.

Con la sencillez que lo caracteriza, Felipón hace un llamado a quienes pasean por el centro:

“Cuando gusten venir aquí a Catedral, a los Cocos Felipón, Nieves de Garrafa y raspados, aquí los esperamos con mucho gusto. Los atenderemos bien, como siempre”.


Porque más allá de los cocos y las nieves, lo que Felipón ofrece es un pedazo de su alma. La constancia de un hombre que nunca dejó de trabajar, que aprendió de su padre y que convirtió un puesto en parte de la identidad de Culiacán.


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