Vende helados para pagar su carrera de Derecho, la historia de Sarahí Ruiz hija de jornaleros migrantes
Con esfuerzo, estudio y sabor, una joven de Villa Juárez transforma el sacrificio de su familia en esperanza y ejemplo para su comunidad

¡Helados! ¡Heladitosss!, se escucha en el bullicioso tianguis de Villa Juárez. A simple vista, podría parecer solo una hielera blanca que se abre paso. Pero en realidad, lo que guarda Saraí Ruiz Aguilar cada domingo no son solo helados artesanales de fresas con crema, diablitos o galleta Oreo. Guarda determinación.
Guarda también la memoria viva del sacrificio de sus padres jornaleros y migrantes, la esperanza de un futuro distinto y el anhelo de demostrar que el trabajo honesto puede transformar destinos.
Sarahí tiene apenas 19 años y estudia segundo grado en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS). Su historia, sin embargo, comenzó mucho antes de nacer. Su padre, Cristino Ruiz Zurita, y su madre, Andrea Aguilar Rafael, llegaron desde Oaxaca siendo muy jóvenes, atraídos por la promesa de mejores oportunidades en los campos agrícolas de Villa Juárez, Navolato.
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En ese viaje dejaron atrás su tierra natal, su lengua y muchas de sus costumbres, pero trajeron consigo algo que nunca perdieron: el compromiso de trabajar sin descanso para que sus hijos tuvieran una vida mejor.
“Yo no crecí relacionada con su lengua original, ni con una vestimenta o lenguaje inculcado”, explica Saraí.
Pero lo que sí heredó fue algo aún más poderoso: el ejemplo del esfuerzo diario. “Mi papá es mi mayor inspiración; siempre pienso que quiero no solo ser como él, sino superarlo, porque todo papá quiere lo mejor para sus hijos”.
Resiliencia que se hereda
En Villa Juárez, miles de familias migrantes viven del trabajo en los campos, bajo el sol ardiente y con sueldos muchas veces insuficientes. Pese a todo, estas familias demuestran una resiliencia que parece venir desde lo más profundo de sus raíces: levantarse cada día, trabajar jornadas largas y seguir soñando con que sus hijos rompan el círculo de desigualdad.
Saraí creció viendo ese sacrificio. “Actualmente, solo mi papá sigue trabajando en el campo; mi mamá es ama de casa”, cuenta para Tus Buenas Noticias. La situación económica siempre ha sido ajustada, y más aún desde que dejó de recibir la Beca Benito Juárez tras terminar la preparatoria.
Fue entonces cuando tomó una decisión que cambiaría su vida: invertir los pocos ahorros que tenía de la beca para empezar a elaborar y vender helados.
“Dije: ¿por qué no hacer heladitos? Quería vender cuando yo quisiera y ser mi propia jefa”, recuerda.
En poco tiempo, gracias a su disciplina y a la preferencia de sus clientes, logró comprarse un freezer, hieleras y utensilios para mejorar la calidad de sus productos.
Hoy sus helados artesanales se han hecho conocidos por su sabor único, resultado de recetas que ella misma ha perfeccionado, buscando siempre “convencer el paladar de la gente”.
El estudio como camino para la paz
Estudiar una carrera universitaria en un contexto como el de Villa Juárez no es sencillo. Muchos jóvenes, ante la falta de recursos o de apoyo, abandonan las aulas para trabajar en el campo o en el comercio informal.
Otros, tristemente, terminan en caminos más oscuros, víctimas de la violencia o de las adicciones que afectan a la comunidad.
Saraí lo sabe. Por eso, para ella, el esfuerzo personal y el estudio no solo son un medio para conseguir un mejor empleo: son una forma de honrar a su familia, de aportar algo bueno a su comunidad y de demostrar que sí es posible salir adelante de forma honesta.
“Mi objetivo es terminar mi carrera y especializarme en derecho mercantil, un área más privada y más estable. Quiero tener mis ingresos como abogada”, dice con determinación.
Su historia se convierte, así, en un acto de resistencia pacífica contra la desigualdad y la marginación. Cada domingo, se despierta antes de que salga el sol para vender sus helados en los tianguis de Villa Juárez.
Con ello Saraí no solo está financiando sus estudios: está enviando un mensaje silencioso pero poderoso a otras jóvenes como ella. “Sí se puede”, parecen decir sus helados de fresas con crema. Sí se puede soñar más alto, incluso cuando se viene de orígenes humildes.
Un legado que no se mide en dinero
Más allá del ingreso económico que obtiene cada semana –unos 90 helados vendidos cada domingo–, Saraí valora la tranquilidad que le da saber que avanza, paso a paso, hacia su meta.
“Gracias al esfuerzo de uno, a Dios y a la gente, he podido lograrlo”, afirma.
En un entorno donde las oportunidades no siempre llegan solas, su historia es también un ejemplo de cómo las juventudes pueden convertirse en agentes de paz comunitaria: eligiendo el camino del estudio, del emprendimiento honesto y de la superación personal. No solo para ellos mismos, sino para inspirar a otros.
Sarahí Ruiz Aguilar no olvida sus raíces ni el sacrificio de sus padres jornaleros. Tampoco olvida que la mejor herencia que puede dejar a su comunidad no son solo sus helados, sino la esperanza concreta de que, incluso en los pueblos más humildes, los sueños pueden florecer cuando se riegan con esfuerzo, fe y educación.
Y mientras tanto, cada domingo en Villa Juárez, sus helados siguen endulzando las calles… y la historia de una joven que se atrevió a creer que el futuro puede ser más refrescante y tener mejor sabor.