
En esta edición hablamos de:
Regulación del dialogo interno
DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO
QUÉ ME PLATICO ¿SERÁ RUIDO O COMPAÑÍA?

@mca.cordova.98

Tengo varios días que cuando platico con alguien trato de escuchar cuál es su diálogo interno, qué se cuenta, incluso le pregunto, cuáles son los temas recurrentes en su pensamiento; recordemos que el cerebro es una fábrica asombrosa de diálogo interno. 4,000 palabras por minuto es lo que una persona promedio procesa. El monólogo interno es constante, no se detiene, de hecho está demostrado que las personas con algún tipo de ansiedad, depresión o miedo, son de las que más voces internas tienen durante todo su día.
Me interesa mucho este tema y quise investigar cómo afecta o beneficia en nuestra cotidianidad lo que nos platicamos. Descubrí que este diálogo con nosotros mismos influye sin duda en nuestro estado de ánimo y autoestima, y tiene principalmente cuatro funciones básicas, la primera le llamamos procesamiento cognitivo, y es cuando nos ayuda a razonar, a resolver problemas, planificar, concentrarse; el segundo tiene que ver con la memoria, mi conversación interna me ayuda a recordar cosas, las que me parecen importantes, el tercer aspecto, organización de tareas, las estructuramos, las dividimos, las agendamos, etc; pero me voy a centrar en la cuarta función que es la regulación emocional, mi diálogo interno administra mis pensamientos, que a su vez provienen de nuestras emociones, de aquí que sea tan importante cómo me hablo, porque puedo ser severo y pesimista conmigo mismo y voy a aumentar mis niveles de estrés tanto como recurra a más y más pensamientos, o bien puedo ser compasivo y controlar mis expectativas, y entonces ser una fuente de tranquilidad mental propia, lo que puedo asegurar es que siempre vamos a tener ambas, las dos maneras de platicarme normalmente van juntas.
¿Que puedo hacer para mejorar mi conversación interior?
Lo primero es ser consciente de que la mayoría de los escenarios que pienso no son reales, darles el peso específico; lo segundo es ser consciente y que si tengo un pensamiento que me genera intranquilidad no debo callarlo, al contrario existe, por tanto debo reconocerlo, pero también tengo disponible generar otro que me dé bienestar, porque al hacerlo existir entonces también lo reconozco, y también eso soy.
A la gente que le pasan cosas es porque quiere que le pasen, comento esta frase que leí porque parte fundamental del bienestar emocional es trabajar en mi voluntad, no va a suceder nada si no me lo propongo, de lo contrario mis emociones y pensamientos me van a llevar de manera automática a donde sea, sin rumbo, es por eso que se le llama diálogo interior, porque así como mi cerebro produce pensamientos espontáneos, yo también puedo entrenarlo para que llegue a tener pensamientos de valor; de hecho, hay personas que de manera disciplinada cuando se despiertan hacen por costumbre generar tres pensamientos de reconocimiento personal, de ilusión, de posibilidad, y como son los primeros del día influyen de manera importante en todo lo que ocurre después.
Nuestro diálogo interior entonces va a ser ruido mental que nos preocupe, o bien compañía que nos valore, podemos entrar al que le damos más voz.
En pocas palabras, Mario opina que:
“Nuestro diálogo interior puede ser ruido que nos desgasta o compañía que nos fortalece. Cómo nos hablamos influye directamente en nuestras emociones, decisiones y bienestar. Entrenar nuestros pensamientos es elegir cada día desde dónde queremos vivir.”
ATISBOS DE CONCIENCIA
CAMBIAR NUESTRO DIÁLOGO INTERNO. ¿SE PUEDE?

@normacamposmx

¿Te acuerdas de un grillo, personaje del cuento de Pinocho? En la película de Disney se llamó Pepe Grillo. Este personaje es un grillo que habla, que aconseja moralmente a Pinocho y que, de alguna manera, se convierte en su conciencia. ¿Qué tal que tuviéramos siempre junto a nosotros una figura como Pepe Grillo? Alguien que nos acompañara y fuera para nosotros como un tutor amoroso y empático que nos hiciera conscientes de nuestras acciones, pensamientos o sentimientos. ¿Qué tal que cada vez que nos sintiéramos culpables por algo que hicimos, nuestro Pepe Grillo nos dijera algo como “puedes repararlo, no dejes que la culpa te inmovilice o busca un castigo por ello”? O si cargáramos con una culpa por algo que hicimos en el pasado nos dijera que cuando lo hicimos éramos unos niños y no sabíamos lo que hacíamos. O ¿qué tal que este Pepe Grillo pudiera darse cuenta de que estamos pensando de manera catastrófica, diseñando escenarios terribles de nuestro futuro cercano o lejano, y pudiera alertarnos y decirnos que pensar en eso no ayuda, ya que eso que pensamos en realidad no existe? O imagínate que cuando te dijeras a ti mismo que eres un tonto, o eres incapaz, o dudas de ti mismo, Pepe Grillo te hiciera ver que te estás tratando mal, y que sólo estás repitiendo frases que escuchaste de niño y que, aun cuando los adultos que así te trataron ya no estén cerca de ti ni te hablen de esa forma, ahora eres tú mismo quien te lo dice… Imagínate que este personaje pudiera parar tu diálogo interno para recordarte que esto que piensas, o eso que te dices, está fuera del contexto actual de tu vida, que no existe en el presente, y que todo eso que te dices a ti mismo son reminiscencias del pasado como el eco de todas las voces de tu infancia.
Es inevitable tener un diálogo interno. Todos lo tenemos. Es lo que nos decimos, es lo que pensamos y lo convertimos en una conversación interior. Nuestro diálogo interno está conformado por nuestras creencias, nuestros sentimientos y las voces de la infancia. Un diálogo interno que no ayuda es esa conversación que tenemos con nosotros mismos teñida de nuestros miedos, de nuestros resentimientos o de nuestras creencias limitantes. En ocasiones, mucho de nuestro diálogo interno está repleto de ideas pesimistas, limitantes y destructivas. Y el problema con esto es que lo creemos. Por eso, ¡qué buena idea sería contar con un Pepe Grillo! Él nos diría: “para tus pensamientos, eso que piensas no es verdad”, y nos ayudaría a pensar diferente, a cambiar nuestros pensamientos. O bien, nos diría que somos valiosos, que en ese momento estamos diciéndonos algo que golpea a nuestra autoestima, y que eso no nos ayuda.
La buena noticia es que cuando hemos desarrollado la suficiente consciencia para darnos cuenta de nuestros pensamientos y nuestro diálogo interior, y comprendemos de dónde provienen, entonces somos capaces nosotros mismos de ser nuestro propio Pepe Grillo. Es cuando somos testigos al momento de lo que estamos pensando y lo cuestionamos, lo pasamos por el filtro de la realidad y le quitamos el hechizo del pasado; entonces hacemos el cambio.
En pocas palabras, Norma opina que:
“La mejor manera de regular nuestro diálogo interno es convertirnos en testigos al momento de nuestra conversación interior. Podemos convertirnos en nuestro propio Pepe Grillo”.
CREER PARA VER
¿POR QUÉ PIENSAS LO QUE PIENSAS?

@kushep

No sabía cómo titular este artículo y después de darle vueltas se me hizo muy práctico el cuestionamiento de ¿por qué piensas lo que piensas? Hay una frase interesante de Walt Whitman que dice así: “¿Me contradigo? Muy bien, me contradigo. Contengo multitudes”. Y justo esta frase explica un poco de esto que llamamos el diálogo interno: nos permite entender que dentro de nosotros no vive una sola voz, viven muchas.
La voz que te empuja y anima a aventarse hacia adelante, la que por el contrario te hace que te congeles y te pone a dudar, la que hace que te sientas menos, la que quiere hacerlo todo perfecto, etc. Y lo que es importante detenernos a analizar es que el problema no es que existan muchas voces, el verdadero problema es cuando una de esas voces se apodera del micrófono y convierte todo en un monólogo intenso y desgastante.
Cuántas veces no te has visto atrapado diciendo frases como:
“Siempre la riego.”
“No soy suficiente.”
“Algo está mal conmigo.”
Y lo peor de todo es que no las cuestionamos, las tomamos como verdades absolutas.
Y de aquí nace la pregunta incómoda pero necesaria que escogí como título: ¿por qué piensas lo que piensas? Haz el ejercicio y te darás cuenta de que ese patrón no empezó hoy. Es parte de una herencia emocional, de tu educación, las experiencias que has vivido, heridas que no han cerrado y frases que inclusive alguien más sembró en ti desde tiempo atrás pero que ahora parecen tuyas.
Pero aquí viene lo bueno: así como has ido construyendo ese diálogo interno, también lo puedes reconstruir con conciencia y constancia.
Te quiero compartir algunos tips que encontré estudiando más a fondo el tema y que algunos ya los hemos abordado antes, pero vale la pena reafirmar.
Conviértete en observador.
No eres cada pensamiento que aparece. Muchos sólo están de paso. Aprende a verlos, sin creértelos todos.
Identifica quién está hablando dentro de ti.
No siempre eres “tú”. A veces es el miedo, otras veces el ego, otras el cansancio.
Cuando sabes quién habla, sabes cuánto creerle.
Cambia el juicio por curiosidad.
En lugar de atacarte por lo que sientes, pregúntate:
¿Qué parte mía está pidiendo atención aquí? Te aseguro que vas a encontrar respuestas increíbles.
El diálogo interno bien trabajado no te vuelve un “optimista falso”, te vuelve honesto contigo. Y también más humano. Menos duro. Menos injusto.
Convéncete de esto, no mereces ser tu peor enemigo. Bastante duro es el mundo allá afuera como para también pelearte contigo acá dentro. Gracias por estar aquí. Te abrazo.
En pocas palabras Kush opina que:
“El diálogo interno no nace de la nada: se aprende, se arrastra y se repite. Cuando empiezas a escucharlo y a cambiarle el tono, no arreglas tu vida de golpe, pero sí dejas de destruirla todos los días con tus propias palabras.”
ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER
LA VOZ QUE SÍ SOY

@avrivas

Hay días en los que mi mente parece una sala llena de voces opinando sobre mí. Voces que dicen cómo debería ser, lo que debería hacer, lo que supuestamente está bien o está mal. Por mucho tiempo les creí todas, como si cada pensamiento fuera verdad. Pero la mayoría no lo era. Eran ecos, memorias, expectativas heredadas, cansancio acumulado. No era yo.
Entender esto cambió mi vida: no todo lo que pienso soy yo. Hay pensamientos que son sólo reflejos. Hay pensamientos que vienen del miedo. Hay pensamientos que no nacen de la verdad, sino de la costumbre de exigirnos demasiado. Y ahí empieza la regulación del diálogo interno: no en silenciar la mente, sino en discernir.
El discernimiento es un superpoder que nadie nos enseña. Se trata de aprender a distinguir cuál pensamiento viene desde mi esencia… y cuál viene desde mi herida. Para eso, más que pausar o nombrar, he encontrado herramientas que realmente me cambian por dentro:
1. Cambiar el escenario interno
A veces la mente se enreda porque la imaginamos como un lugar cerrado. Yo empecé a imaginarla como un cuarto con ventanas. Cuando aparece un pensamiento autolimitante, no lo confronto… lo acerco a la luz. ¿Qué pasa cuando un pensamiento recibe luz? Se vuelve más honesto. Se achica. Se revela. La luz le quita poder.
2. Hacerle una entrevista al pensamiento
En lugar de pelear con él, lo siento frente a mí y le pregunto: “¿De dónde vienes?” “¿Qué intentas proteger?” “¿Qué edad tenía yo cuando aprendí a pensar así?” Muchas veces descubro que esa voz tiene ocho años, o quince, o veintidós. Y entonces puedo decirle: “gracias por intentar cuidarme, pero hoy ya no necesito que hables tan fuerte”.
3. Hablar desde mi futuro, no desde mi miedo
Cuando un pensamiento limita, casi siempre habla mi miedo. Pero cuando me pregunto:
“¿Qué diría la versión de mí de dentro de cinco años, la que ya atravesó esto?” La respuesta cambia todo. Mi yo del futuro no me exige. No me ridiculiza. No dramatiza. Mi yo del futuro me guía. Esa voz siempre construye, nunca aplasta.
4. Recordar que el pensamiento no es mandato
Un pensamiento no es una instrucción. Es una posibilidad. Es una interpretación. Es un intento de la mente de explicarse el mundo. Cuando dejo de obedecer cada pensamiento como si fuera ley, mi libertad regresa. Y con ella, mi voz real.
5. Elegir qué voz quiero amplificar
La mente tiene muchas voces. Pero no todas merecen micrófono. Regular el diálogo interno es como dirigir una orquesta: no elimino los instrumentos que desafinan, pero decido cuáles van a marcar el ritmo de mi día. Y siempre, siempre hay una voz que está hecha de verdad: la que me habla con dignidad.
Porque al final, la regulación del diálogo interno no es un proceso mental. Es un acto de identidad. Es recordar quién soy cuando mi miedo deja de hablar por mí. Es recuperar mi voz entre todas las otras voces que aprendí a escuchar. Y si tuviera que dejarte con una sola idea sería ésta: la verdadera libertad empieza el día en que entendemos que pensar no es lo mismo que creer, y que no todo lo que aparece en la mente merece quedarse en el corazón.
En pocas palabras, Andrea opina que:
“Y ahí empieza la regulación del diálogo interno: no en silenciar la mente, sino en discernir. El discernimiento es un superpoder que nadie nos enseña. Se trata de aprender a distinguir cuál pensamiento viene desde mi esencia… y cuál viene desde mi herida.”

Casado, papá de 2 hijos.
Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.

Casada, 4 hijos, 8 nietos.
Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.

Lic. en Diseño Industrial.
Esposo y papá de 2 niñas.
Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.

Mamá de Andrés.
Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.

