
En esta edición hablamos de:
Gestión de la soledad
DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO
SOLEDAD, ¿SUCESO O SENTIMIENTO?

@mca.cordova.98

Leía hace poco sobre la experiencia de escalar el Monte Everest, la montaña más alta de la Tierra (casi 9 mil metros de altura, sobre el nivel del mar), una experiencia apta para muy pocos, por su peligro, esfuerzo y preparación. Me impresionó que quienes lo logran más o menos tardan tres meses en la expedición, pero me llamó mucho la atención que los escaladores hablan sobre una de las cosas que más disfrutan: la soledad, el aislamiento mental, poder estar con sus pensamientos, aclararse y estar lejos.
Comento lo anterior porque hace poco un amigo me decía que se sentía solo, que incluso estando con gente, en su trabajo o en su casa, sentía tristeza, angustia, como miedo a estar muy aislado, vacío, desconectado; le pregunté si a menudo le pasaba y me dijo que se le presentaba como en episodios cada tanto tiempo.
Poniéndome a investigar sobre soledad, me encontré que básicamente, por su distinción fundamental, existen dos tipos: el primero tiene que ver con el aislamiento social, es algo que sucede, no tienes contacto con personas o con algunas personas, y esto puede ser elegido, como lo que platicaba de los que realizan actividades donde están principalmente solos, y esto les agrada, o bien cuando no lo elegimos directamente pero ocurre por trabajo, o por determinada circunstancia obligatoria, pero podemos convivir perfectamente con este tipo de soledad.
En cambio, la segunda es el sentimiento de soledad, la valoración subjetiva, nos sentimos solos, y este sentimiento nos genera malestar, angustia, nos mantiene intranquilos, nos definimos como emocionalmente incompletos, no tiene incluso que suceder realmente, no importa, es como lo interiorizamos, podemos estar cerca de muchas personas y padecer soledad, todo se basa en nuestros pensamientos.
Y ahora, con todo el tema de las redes sociales, y observar fotos de los demás siendo muy felices, pues en su mayoría son las fotos que se suben, por comparación te empuja en algunos casos a sentirte solo, aunque está demostrado que la mayoría de quienes las suben sienten igual angustia por soledad, sólo que publican lo contrario.
Lo primero es, como en todo lo que tiene que ver con mis emociones, reconocerlo, no invalidarlo, aceptar que lo tengo; recordemos que sentirlo puede ser automático, no puedo hacer nada al respecto, pero cómo me recupero, eso sí puedo desarrollarlo. En segundo lugar, reúne la voluntad para modificar tus pensamientos respecto de este tema, y esto se logra mediante un plan de acción; siempre es aconsejable la ayuda profesional, pero también el poner límites a la realidad virtual y acercarte a grupos de amigos que no frecuentas normalmente, simplemente para saludarlos; acercarte a tu familia; hacer algún deporte; hacer trabajo voluntario; es decir, hacer algo diferente, pero a cada actividad ponle fecha y hora, y desarrolla la disciplina para no dejarlo de hacer. Y, en tercer lugar, ya que está el plan en marcha, trabaja en la autocompasión, cambia tu expectativa de que siempre deseas algo diferente a lo que tienes, permite a tu juez interno que no sea tan estricto, sino accesible a lo que va pasando; en nuestro ser interior somos juicios y patrones, en mucho esto es nuestra personalidad, pero es aprendida y, por tanto, modificable, cada día podemos empezar a hacerlo.
Le comenté todo esto a mi amigo, le gustó, ojalá le funcione.
En pocas palabras, Mario opina que:
“La soledad puede ser un hecho o un sentimiento, una oportunidad o un malestar; es necesario reconocerla, gestionarla y hacer un plan para atenderla; depende de nuestro trabajo diario, con autocompasión y agradecimiento podemos volver a sentirnos acompañados, incluso, cuando no hay nadie.”
ATISBOS DE CONCIENCIA
LA SOLEDAD COMO UN ESPACIO DE ENCUENTRO

@normacamposmx

“Yo disfruto de la soledad”, o bien “A mí no me gusta estar solo”, son frases que no nos dicen mucho sobre cómo la soledad aporta o no al bienestar de quien lo dice. Porque es probable que en algunas ocasiones la soledad nos represente un refugio para no enfrentar situaciones o personas; o bien, evitar la soledad sea una forma de no encontrarnos frente a frente con nuestros propios “fantasmas”. Vamos a reflexionar en la soledad como un recurso de bienestar, en cómo poder construir en ese espacio una oportunidad para ampliar nuestra consciencia y descubrirnos. Porque al bienestar sólo puede llegarse en la medida en que hacemos las paces con nosotros mismos, y esto requiere de autoconocimiento.
Hemos escuchado discursos o frases en las que el concepto de soledad se ha asociado con tristeza, con abandono, con una carencia de tribu. Pareciera que la soledad, como sinónimo de estar solo, significa un fracaso social, o un déficit de habilidades o atributos merecedores de compañía. Sin embargo, quiero referirme al concepto de soledad como ese estadío temporal en que nos alejamos del bullicio, de la actividad y de personas, para dedicarlo a uno mismo. Dedicar tiempo a solas es una habilidad necesaria para equilibrarnos. La mayor parte de nuestra vida transcurre en tiempo de actividad, de intercambio social, de trabajo. Durante este tiempo estamos actuando hacia fuera, empleando nuestros recursos para tener éxito y ser eficaces en lo que hacemos. Otra parte de nuestra vida transcurre en los tiempos para relacionarnos, esos tiempos de uno a uno que requieren nuestras relaciones. En estos espacios se pone a prueba nuestra capacidad de escuchar y de tener empatía hacia el otro, así como de abrirnos en intimidad para darnos a conocer.
Y si usamos una lógica simple podemos darnos cuenta que tanto en un caso, el tiempo de actividad, como en el otro, el tiempo de uno a uno, podríamos ser mucho más eficaces si tuviéramos fortalecidos nuestros recursos internos. ¿A qué me refiero con ello? Al conocimiento que tengamos de nosotros mismos, a la comprensión que alcancemos de nuestras reacciones, a la certeza que logremos de nuestras necesidades y nuestros deseos, a la seguridad que nos brinda conocernos. Y esto, indudablemente, no puede lograrse en medio del bullicio. Nada más idóneo para el desarrollo de la autoconciencia y el fortalecimiento de la personalidad que el tiempo a solas empleado en la reflexión, escribiendo, leyendo, escuchando o meditando. Y aun así, el tiempo en soledad no debería ser un espacio empleado únicamente para ejercitar nuestra conciencia. En muchas ocasiones, el tiempo a solas se puede emplear para el ocio, el descanso o simplemente para parar, para poner en pausa pensamientos o actividades, porque en ocasiones, no hacer nada es lo mejor que podemos hacer.
En pocas palabras, Norma opina que:
“La soledad puede ser un gran recurso para el desarrollo personal, para el crecimiento y para mejorar nuestra eficacia en todos los ámbitos, siempre y cuando no sea un refugio que nos limite, o una opción para no encontrarnos con nosotros mismos.”
CREER PARA VER
LA SOLEDAD: MI MEJOR CONSEJERA

@kushep

Diariamente tengo la costumbre de salir a caminar entre 20 y 30 minutos. Más que un tema de ejercicio físico, lo hago como un acto de salud mental por así decirlo. Al principio era algo que no disfrutaba mucho siendo bien sincero. No sé si a ti te pase, pero en esos momentos solo, caminando, en el gym (a este no voy tanto como debería jajaja) o inclusive manejando, estás tú solo con tus pensamientos a todo lo que da. Ese ruido interno me causaba incomodidad. Muchas veces prefería andar distraído antes que enfrentar todo eso que aparece cuando te quedas a solas contigo.
Con el tiempo, entre terapia psicológica y lecturas que he compartido en este espacio con ustedes, fui aprendiendo a sostener mejor esos espacios. A no correrle a mis pensamientos y a usarlos a mi favor. Justo ahora que preparaba este tema de gestionar la soledad, me encontré con un libro que me llamó la atención: Solitude and Loneliness: A Buddhist View, de Sarvananda. Lo que plantea es simple pero súper poderoso: No es lo mismo estar solo que sentirse solo.
Y esa línea tan sencilla me dejó pensando, por eso quise compartirte un poco más acerca de lo que pude investigar al respecto. La soledad elegida, la que busca silencio, claridad, pausa, es un espacio para escucharte. La soledad que duele es cuando ese silencio se convierte en abandono. Y, como en todo, hay una línea delgada entre una y otra que es cómo te hablas cuando nadie más está alrededor. Con eso entendí que mis caminatas no eran el problema; era mi manera de llevarme con mis pensamientos.
Sarvananda explica que la clave está en trabajar una conciencia amable: observarse sin juicio, sin regaños, sin etiquetar las cosas como buenas o malas. Y cuando leí eso, pensé en cómo ha cambiado mi relación con esos momentos. Cuando dejo de pelearme con lo que siento, la soledad se vuelve más ligera y se convierte en mi mejor consejera.
Hoy me atrevo a decir que esas caminatas que antes evitaba son donde ahora pienso más claro. Donde mejor entiendo por qué siento lo que siento. Donde más le pongo orden a mi cabeza. La soledad empezó a ser ese espacio donde puedo revisar mis miedos sin esconderlos, mis ideas sin apresurarme y mis emociones sin ponerles tanto drama.
También entendí que cuando aprendes a estar bien contigo mismo, casi, por añadidura, mejoras tus relaciones con los demás; porque ya no te relacionas desde esa carencia, o desde el ruido, ni desde la necesidad de que alguien más llene lo que tú no quieres ver. Estar contigo no te aísla, al contrario, te prepara para conectar mejor con los demás.
Hoy entiendo que la soledad no me abandona; me acompaña. Y, cuando la escucho con calma, siempre regresa a mí para darme nuevas enseñanzas. Gracias por estar aquí. Te abrazo.
En pocas palabras Kush opina que:
“La soledad no es un castigo ni un vacío: es un espacio para escucharte. Cuando aprendes a habitarla de manera amable, deja de dar miedo y empieza a ser una de tus mejores herramientas para crecer.”
ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER
HABITAR LA SOLEDAD

@avrivas

En los últimos meses he pensado mucho en la soledad. No en esa versión triste y estigmatizada que nos enseñaron a temer, sino en la soledad real: esa que aparece cuando se hace silencio afuera, cuando los planes se caen, cuando la casa se queda quieta… y nos quedamos frente a nosotros mismos. He aprendido a realmente disfrutar esos momentos conmigo.
Por mucho tiempo pensé que la soledad era algo a evitar. Que estar sola era señal de que algo había fallado. Hoy sé que no. Hoy entiendo que la soledad no siempre es ausencia; a veces es invitación. Es la puerta que se abre cuando la vida quiere que recordemos quiénes somos sin el ruido del mundo, sin las expectativas, sin la prisa de estar para todos.
La gestión de la soledad no es llenarla de actividades. No es distraernos, ni anestesiar, ni correr hacia afuera para evitar mirar hacia adentro. Gestionar la soledad es aprender a quedarnos con nosotros mismos sin abandonarnos. Es sostener la mirada, aunque incomode.
Es decirnos: “Estoy aquí, contigo. No me voy a ir”.
En ese espacio aparecen preguntas que no llegan cuando estamos rodeados de ruido:
¿Qué quiero de verdad?
¿Qué necesito?
¿En qué partes de mí he dejado de confiar?
¿Qué estoy postergando por miedo?
Y quizá la más importante: ¿Quién soy cuando nadie me está mirando?
Lo mágico es que la soledad, cuando la habitamos con honestidad, se convierte en una maestra paciente. Nos revela límites, nos muestra deseos escondidos, nos recuerda lo que ya no queremos negociar. Ahí, en ese espacio íntimo, podemos volver a la raíz: reconocer nuestra voz interna, darle fuerza, devolverle autoridad.
Transformar la soledad en crecimiento no es un evento; es una práctica. A veces es tan sencillo como preparar la comida sólo para ti con el mismo cuidado con el que cocinarías para alguien que amas. O caminar sin audífonos para escuchar tu respiración. O escribir una frase que te duela admitir, pero que necesitas liberar. O simplemente permitirte descansar sin justificarlo ante nadie.
Lo que descubrimos en la soledad, cuando la escuchamos de verdad, se convierte en claridad. Y esa claridad transforma todo: cómo amamos, cómo elegimos, cómo nos tratamos, cómo decidimos estar o no estar en ciertos lugares. La soledad bien vivida nos devuelve la brújula.
Porque estar bien con uno mismo no es una meta final. Es una relación. Una relación que merece tiempo, cariño, paciencia; una relación que se fortalece cuando dejamos de huir y empezamos a habitar.
Y si tuviera que dejarte con una sola idea sería ésta: La soledad no viene a vaciarnos, viene a ordenarnos por dentro. Y cuando aprendemos a estar con nosotros mismos, dejamos de aceptar cualquier compañía que rompa nuestra paz.
En pocas palabras, Andrea opina que:
“Hoy entiendo que la soledad no siempre es ausencia; a veces es invitación. Es la puerta que se abre cuando la vida quiere que recordemos quiénes somos sin el ruido del mundo, sin las expectativas, sin la prisa de estar para todos.”

Casado, papá de 2 hijos.
Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.

Casada, 4 hijos, 8 nietos.
Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.

Lic. en Diseño Industrial.
Esposo y papá de 2 niñas.
Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.

Mamá de Andrés.
Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.

