Logo
Alegría, la más buscada La vida es lo que sucede cuando estás haciendo planes
NEWSLETTER #40
En esta edición hablamos de:

Perdón y Cierre de Ciclos


DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO

HABLANDO DE PERDÓN, ¿QUIÉN ES EL ENEMIGO?

Norma Campos
Por Mario Córdova
@mca.cordova.98

Perdón y Cierre de Ciclos

Hace algunas semanas, un buen amigo me pidió platicar sobre un tema que le estaba dando vueltas en la cabeza y quería rebotarlo con alguien que le diera un punto de vista diferente al suyo. Cabe mencionar que esto es muy positivo ante cualquier dificultad porque te permite ver la situación desde varios ángulos. Mi amigo y yo quedamos en vernos en un café, llegamos y le pregunté cuál era el asunto que quería platicar, y empezó a decirme que desde hace mucho tiempo él viene pensando que no encaja del todo en sus diferentes relaciones de amor, amistad o laborales, que siente que las personas no lo valoran y cree que lo acercan por compromiso solamente, incluso para sus familiares más cercanos él no es la primera opción ni para invitarlo, ni para pasar tiempo, es lo que él siente, pero que por fin después de mucho darle vueltas, considera que ha encontrado la fuente del porqué es así, y me contó una historia sobre cuando él era pequeño, más o menos a los ocho años su mamá decidió irse a vivir a otro lado por un tema de trabajo, y los dejó a él y a su hermana con su papá, que todo el día trabajaba.

Me platicó que la pasó muy mal en ese tiempo, se sentía abandonado, lo recuerda con mucho dolor, fueron casi cuatro años de ver en muy pocas ocasiones a su mamá, y que cuando por fin regresó nunca le comentó nada para no hacerla sentir mal, incluso hasta el día en que ella falleció mi amigo nunca le habló de ese sentimiento, y que sin duda era parte de la razón por la que no podía construir relaciones exitosas.

Me quedé con el tema pensando qué aconsejarle, le pedí unos días para poder darle una opinión más informada y me puse a investigar, encontré un tema fundamental en el bienestar emocional de las personas como lo es el perdón. Básicamente el perdón significa dejar de sentir ira, dolor, no tiene nada que ver con el olvido, ni con la debilidad, menos con la compensación del daño, ni siquiera con que la persona involucrada lo sepa. Tiene relación sólo conmigo.

Aprendí que el perdón es un proceso, no un suceso, y que puedo construir. Empiezo aceptando que el daño existió, dando lugar, claro, a que me duele, después debo ser consciente de que quiero perdonar, convencido de hacerlo. Posterior a ello darle perspectiva, es decir, de todo lo que siento en general, qué tanto lugar ocupa esta dificultad en específico y, por último, integrar la experiencia a mi vida, entender que tengo que reconstruirme incluso con eso que me pasó. Al leerlo parecen sencillos estos pasos, pero requieren de mucho coraje y determinación contundente de cerrar ciclos de forma sana.

En el perdón, el verdadero enemigo a vencer es el odio, no tanto el responsable al que le atribuyó lo que pasó, el odio es el verdadero veneno que debo eliminar.

Después de platicarle todo esto a mi amigo, le gustó el enfoque que le compartí, decidió trabajar en terapia sus temas, pero sobre todo pudo observar que puede construir siempre, en el presente y todos los días, las cosas no están terminadas definitivamente, somos capaces de gestionar nuestras emociones, hace poco lo volví a ver y me dijo que se siente mucho mejor, que está trabajando en sí mismo.

En pocas palabras, Mario opina que:

“Hablando de perdón, el verdadero enemigo a vencer es el odio, y es propio construir para gestionarlo e incorporarlo a mi vida.”



ATISBOS DE CONCIENCIA

UN CAMINO A LA LIBERTAD Y LA PAZ INTERIOR

Norma Campos
Por Norma Campos
@normacamposmx

Perdón y Cierre de Ciclos

Está bien estar enojados, o sentirnos dolidos, decepcionados o traicionados; sin embargo, no es sano permanecer resentidos. Desde que fuimos niños aprendimos a manejar de cierta manera los sentimientos y quizás tuvimos ejemplos de cómo reprimirlos hasta convertirlos en resentimientos. Pero ahora que hemos crecido, podemos ponernos en contacto con nuestros sentimientos, sentirlos, expresarlos y liberarlos.

Los sentimientos no tienen moralidad: no son buenos ni malos, únicamente nuestra conducta es sujeta a juicio. Si no los sentimos hoy, los perpetuamos y necesitaremos enfrentarlos mañana. A esto se le llama resentimiento: volver a sentir, seguir sintiendo.

En ocasiones, hemos vivido una experiencia con otra persona y nos hemos sentido víctimas; o cometemos errores de los que después nos arrepentimos, y terminamos aferrados a ese pasado. Lo hemos hecho a través de la ira, del dolor, o de la culpa y la nostalgia, y eso se prolonga hasta convertirse en resentimiento, ya sea hacia otros o hacia nosotros mismos. Todo esto ha sido un desperdicio de valiosa energía.

Y sucede que vivimos en el pasado, en ocasiones recordando el daño que otros nos hicieron, o bien, sintiendo culpa y lamentándonos de nuestros errores. Pero llega un momento en la vida en que el alma nos pide una tregua, porque ha comprendido que no puede seguir avanzando con el peso de lo que ya no le pertenece, para liberarnos, no para justificar el daño que otros nos hayan causado, sino liberarnos del vínculo emocional con el que estamos atados al pasado. 

Cerrar un ciclo no significa olvidar o alejarse, significa reconciliarnos y perdonar lo que dolió y soltar lo que ya no vibra con nosotros.

Conviene cambiar nuestro diálogo interno y el cuento que nos hemos contado, comenzar a hacernos preguntas más constructivas: en lugar de “¿por qué me lo hicieron?”, cambiarlo a “¿qué aprendí de esto?”. El perdón florece cuando decidimos y podemos decirnos: “ya no necesito cargarlo más”. Así, recuperamos nuestra energía, nuestra voz y nuestro poder interior. Cerrar ciclos es un acto espiritual de amor propio. Es mirar atrás sin resentimiento y reconocer que incluso cada persona, cada pérdida, cada error, fue un maestro disfrazado.

Un cierre de ciclos no necesita palabras, ni disculpas o explicaciones. A veces basta con un suspiro, cuando entendemos que el pasado no necesita reparación, sólo comprensión. Entonces, el corazón se abre a nuevos comienzos y la vida, con su infinita sabiduría, nos recompensa con paz.

En pocas palabras, Norma opina que:

“Perdonar no es un acto de absolución al otro, sino de reconciliación con nuestro pasado, un encuentro espiritual para soltar y elegir la paz sobre el orgullo, y la libertad interior sobre el resentimiento que nos ata al pasado.”



CREER PARA VER

SANANDO A MI NIÑO INTERIOR

Norma Campos
Por Kush Espinoza
@kushep

Perdón y Cierre de Ciclos

Hace unos años tuve una sesión de terapia muy fuerte de la mano de Norma, mi terapeuta. No fue una sesión cualquiera de conversación. Esta vez fue una especie de meditación guiada bien profunda, lo que en psicología se conoce como un ejercicio de visualización terapéutica o regresión ligera. No estás del todo dormido, ni hipnotizado como tal, simplemente entras en un estado de relajación consciente que logras observarte con una claridad impresionante.

Durante la sesión, Norma me fue guiando con su voz hacia distintos momentos de mi infancia. Poco a poco aparecieron imágenes de ese niño que fui: curioso, sensible, con ganas de entender el mundo que me rodeaba, pero también con muchos miedos y heridas que se habían escondido por muchos años. No entraré en los detalles, porque creo que cada quien tiene su propia historia que sanar, pero sí puedo compartirte que fue uno de los ejercicios más reveladores que me ha tocado vivir o experimentar.

A través de la respiración y la visualización, logré conectar con ese niño y, por primera vez, pedirme perdón a mí mismo. No por haber hecho algo mal, sino por haber cargado durante tanto tiempo con ciertas culpas, exigencias o silencios que no me correspondían. Lloré muchísimo. Pero de ese llanto que sientes cómo te limpia, el que saca lo que pesa y deja espacio para nuevos pensamientos. 

Ese día entendí que sanar no es olvidar aquello que me dolió, sino abrazarlo desde otro lugar, con otra intención. El perdón no siempre debe ser hacia afuera; muchas veces empieza con uno mismo. Con soltar esa manera tan dura con la que nos juzgamos, con dejar de hablarnos de maneras que no nos traen nada bueno a nuestras vidas.

Si tuviera que compartirte una herramienta para el perdón y cierre de ciclos sin duda te recomiendo esta terapia de regresión, pero hay otro tip que quiero recomendarte. Desde aquella fecha, comencé con un ritual que me nació gracias a ese día de terapia. Busqué en el álbum familiar una foto mía de chico, una con cual sintiera una conexión especial por cómo salía en la imagen y lo que me provocaba al verla (Un sentimiento de paz y alegría), soy yo, de unos siete años de edad, sonriendo, con una gorra de Frutico (La empresa de mi Papá) y la mantengo en el escritorio de mi oficina, a un lado de mi computadora; todas las mañanas la veo, sonrío y le digo un par de líneas entre las que incluyo: “te perdono, me perdono”, y no lo hago de manera triste, es en un tono alegre, el verme en esos ojos me llena de energía para iniciar mi día. 

Pero también trato de recordar a ese niño cuando me siento frustrado, enojado o triste. Y hacerme la pregunta: ¿Qué necesitaría escuchar hoy? Y casi siempre la respuesta es la misma: “estamos bien, no pasa nada, no tienes que saberlo todo, sigamos caminando”.

Quiero agradecer a Norma y a esa sesión, porque me ayudó a recordar que todos llevamos a ese niño que necesita ser visto, escuchado y, sobre todo, comprendido. Y que cada vez que lo hacemos, cerramos un ciclo; uno de ésos que ni siquiera sabías que seguía abierto.

En pocas palabras Kush opina que:

"A veces el perdón inicia con uno mismo. La terapia de regresión y escucha del niño interior es una forma de verte de verdad, sin máscaras ni juicios. Porque solo cuando reconoces tus heridas sin miedo, puedes transformarlas en sabiduría y seguir creciendo en paz."



ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER

EL ARTE DE SOLTAR SIN PRISA

Norma Campos
Por Andrea Valenzuela
@avrivas

Perdón y Cierre de Ciclos

Hay momentos en los que quisiéramos poder cerrar un ciclo con un simple acto de voluntad. Decidir soltar, perdonar, dejar atrás. Y aunque la mente dice “ya fue”, el cuerpo, las emociones y la memoria no siempre están listos para obedecer y guardan esas memorias que calan hondo. Por muchos años mi forma de acercarme al perdón fue soltar, dejar ir y seguir adelante, aventar los recuerdos al aire y seguir adelante un pie tras de otro.

Un día hace no mucho tiempo, leí a Cole Arthur Riley quien me pareció lo trata con una belleza serena y que me dio paz: “El perdón le llegó, no como un gesto dramático ni una comprensión repentina, sino que creció en ella tan lenta y naturalmente como las uñas coronando sus manos. Participas en él. Proviene de ti, pero también es algo que te sucede sin que necesariamente te des cuenta. No creo que tengamos tanto control sobre nuestro perdón como pensamos. No puedes forzar al cabello a crecer más rápido de lo que tu cuerpo permite. Y creo que eso está bien”.

Esta frase me recuerda que el perdón no se impone, se cultiva. No se trata de olvidar lo que pasó ni de justificar el daño. Se trata de permitir que el corazón, poco a poco, deje de vivir en el mismo lugar donde ocurrió la herida. He pensado mucho en esto últimamente. En cómo el perdón, cuando finalmente llega, no lo hace como una revelación ni como una victoria. Llega como una calma nueva. Como si el cuerpo dejara de pelear con una historia que ya pasó, y de pronto hubiera más espacio para respirar.

A veces ese perdón tiene que ver con heridas tan profundas que marcaron el rumbo entero de nuestra vida. Con experiencias que nos hicieron vivir divididos por dentro, ausentes de nosotros mismos. Y, sin embargo, llega un día en que te das cuenta de que algo cambió. Que la memoria ya no duele igual, que lo que antes era un abismo ahora es tierra fértil donde creció otra versión de ti: más libre, más consciente, más viva.

En mi caso, supe que había perdonado cuando regresé a mi cuerpo. Después de años de desconexión, de contención y de miedo, un día simplemente respiré distinto. Sentí mi piel, el aire, el pulso. Reí de verdad. Disfruté lo cotidiano sin la sensación de estar observando mi vida desde fuera. Me encuerpé de nuevo, y ese regreso fue el signo más claro de que algo dentro de mí había sanado.

El perdón no borra el pasado, pero sí transforma la relación que tenemos con él. No justifica lo que fue injusto ni resta gravedad a lo que dolió. Lo que hace es devolvernos la soberanía sobre nuestro propio corazón. Permitirnos vivir sin que la herida siga ocupando todo el espacio.

Si estás en ese proceso, empieza por ofrecerte silencio. No el silencio que evade, sino el que escucha. El que da permiso para que algo en ti se acomode sin forzarlo. Y cuando sientas que algo ha cambiado, haz un gesto de renovación: abre una ventana, deja entrar luz a un rincón que habías mantenido cerrado, cambia algo de lugar. Son actos sencillos, pero significan mucho. Son formas de decirle a la vida: «Aquí sigo, distinta, pero entera».

Cerrar un ciclo sano implica mirar atrás sin quedarte ahí. Agradecer lo que fue posible, despedirte de lo que ya no lo es y abrir espacio para lo que viene. Y eso, más que una acción, es una disposición interna: elegir vivir en el presente, sin seguir discutiendo con el pasado. ¿Y si en lugar de apresurarte a perdonar, simplemente te dieras permiso de estar en proceso?

En pocas palabras, Andrea opina que:

“El perdón no borra el pasado, pero sí transforma la relación que tenemos con él. No justifica lo que fue injusto ni resta gravedad a lo que dolió. Lo que hace es devolvernos la soberanía sobre nuestro propio corazón”.



Juan Méndez
Mario Córdova
Casado, papá de 2 hijos.

Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.
Juan Méndez
Norma Campos

Casada, 4 hijos, 8 nietos.

Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.

Juan Méndez
Kush Espinoza

Lic. en Diseño Industrial.

Esposo y papá de 2 niñas.

Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.

Juan Méndez
Andrea Valenzuela

Mamá de Andrés.

Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.

10 noviembre, 2025
×
Boletín Tus Buenas Noticias