
En esta edición hablamos de:
Autocompasión
DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO
¿AUTOCOMPASIÓN O AUTOCOMPLACENCIA?

@mca.cordova.98
Estábamos, hace unas semanas, un grupo de amigos cenando; nos vemos periódicamente y siempre la idea es ponernos al día en lo que a cada quien le sucede y disfrutar de volver a contar anécdotas viejas que siempre son iguales pero nos provocan la misma risa. Uno de los que estaba ahí empezó a describir una situación que le estaba sucediendo con respecto a su negocio, no estaban tan bien las cosas, pero me llamó mucho la atención que él expresara que entendía lo que le sucedía, lo aceptaba, y que él pensaba que siempre le pasaban cosas malas, y que así como hay gente con mucha suerte y las cosas le salen, existen otros que muy pocas veces tienen fortuna, pero que a este mundo habíamos venido a ser felices y que no se iba a sentir mal.
Quise investigar este concepto porque no me dejó tranquilo su plática, era demasiado pasivo y conformista. Encontré un tema que es la autocomplacencia, que se define como la satisfacción excesiva e indulgente consigo mismo, sus actos o sus cualidades, pudiendo manifestarse como una actitud poco crítica que impide la mejora, pero más aún no ayuda para nada al bienestar emocional, es decir no nos sentimos más tranquilos, al contrario, nos genera emociones desagradables como la tristeza, el enojo o la envidia, y que es muy común manifestarlo para aparentar, o formar un escudo ante ti y los demás sobre lo que te pasa.
Pero, entonces, si partimos de que atender mi salud emocional tiene que ver con aceptar la realidad, ¿cómo sería el aspecto positivo de esta plática de mi amigo? Encontré un concepto distinto llamado autocompasión, totalmente diferente al que expliqué anteriormente; entendemos que la compasión es el sentimiento de tristeza o inquietud que puede producir en una persona el ver que un tercero está padeciendo, y provoca que la persona que la siente quiera ayudar, o acompañar, y de alguna manera contribuir a mejorar esa situación. Por tanto, entenderíamos que la autocompasión tiene que ver con el proceso mediante el cual la persona logra compadecerse de sí misma en un caso desfavorable que haya tenido.
Kristin Neff, especialista en temas de autocompasión, la divide en tres aspectos: el primero, la bondad con uno mismo, que básicamente es comprenderte, escucharte responsablemente; el segundo, la humanidad compartida, que significa comprender que todos están pasando por problemas, y que tu padecimiento no es único y aislado, sino que todos tienen sus preocupaciones; y el tercero de estos aspectos es el de la atención plena, que tiene que ver con establecer un plan de acción, con entrenar mi voluntad y hacer cosas con fecha, con hora, diferentes que me lleven a volver a ilusionarme, a vislumbrar posibilidades: sólo te pasarán cosas si quieres que te pasen, hay que emocionarse con el juego de la vida, con los desafíos, y hay que ser protagonista. Está demostrado que cuando llevas a cabo este proceso de autocompasión, en tu cerebro ocurre un proceso químico que al hacer distinto y tener tu plan empiezas a ver oportunidades en muchos lugares, pero necesitas echar a andar, traerte al presente y actuar, eso sí genera bienestar emocional, tranquilidad mental, que es lo que muchos buscamos.
Esta información se la di a mi amigo y al parecer su plan va funcionando.
En pocas palabras, Mario opina que:
“La autocompasión no es conformismo, sino un acto de bondad y conciencia hacia uno mismo. Implica reconocer lo que vivimos, entender que todos enfrentamos dificultades y tomar acción con voluntad y propósito. Sólo así transformamos el dolor en crecimiento y recuperamos la ilusión por la vida.”
ATISBOS DE CONCIENCIA
SIN CONFUNDIR, AUTOCOMPASIÓN NO ES LÁSTIMA DE UNO MISMO

@normacamposmx
“No sé por qué actué así, me arrepiento de haberlo hecho”, “Me pesa haber tomado esa decisión; me merezco esto que me está pasando”.
Es fácil juzgarnos y ser negativos por nuestros errores pasados. Pero aquí es mucho más sano que nos veamos a nosotros mismos y a nuestro pasado con mayor comprensión; es decir, podemos tener compasión por nosotros mismos, para ello necesitamos desarrollar la capacidad de ser compasivos: primero, con uno mismo, y en seguida lograremos serlo también con los demás. Esta capacidad es un gran recurso para salir de sentimientos dañinos como la culpa o la vergüenza, que sólo deterioran nuestra autoestima.
Es importante establecer que sentir compasión no tiene que ver con sentir lástima: no hay que confundir. La lástima no ayuda a nadie, lo victimiza; y sentir lástima por nosotros mismos nos lleva a esa victimización disminuyendo nuestro poder, nos quita dignidad.
Si nos hemos dado cuenta de que en el pasado cometimos algún error, o no actuamos con madurez emocional, podemos reconocerlo y, de ser posible, en su caso, reparar algún daño. Así también podemos reconocer que esas acciones y decisiones las tomamos en otro momento, bajo otras circunstancias, en las cuales no teníamos el crecimiento y la experiencia que nos van brindando los recursos necesarios para vivir y adquirir mejores formas de dar amor. Cualquier relación personal o laboral que hayamos tenido nos enseñó lecciones que eran necesarias para nuestra vida, y que ahora nos han brindado un mayor conocimiento que hoy podemos aplicar en nuestra actualidad. Antes no sabíamos realmente qué queríamos, o qué necesitábamos. Hoy podemos saberlo mejor.
Tener autocompasión es reconocer que nuestros errores eran necesarios para prepararnos para vivir lo que sigue, que nuestros fracasos también nos ayudaron a aprender y crecer, y que en cada paso que dimos estábamos avanzando en el camino que nos llevaría a donde estamos hoy. La autocompasión nos ayuda a descubrir lo que aprendimos, en lugar de quedarnos atascados en la culpa o la vergüenza. En ocasiones nos cuesta trabajo reconocer que pasamos exactamente por las experiencias que necesitábamos para convertirnos en lo que somos hoy. No tenemos que exigirnos perfección, no tenemos que tener lástima por nosotros mismos, sólo tenemos que comprendernos y seguir adelante, sin darnos palmaditas que nos dejen estancados sin avanzar.
La autocompasión nos ayuda también a saber que está bien sentirnos como nos sentimos, que está bien tener problemas, cometer errores y tener dudas sobre lo que queremos, confiando en que podemos resolverlo y tomar acciones para ello. La lástima nos arroja al pantano del victimismo y nos limita para actuar. Las víctimas no actúan, esperan a ser rescatadas. En cambio cuando podemos ser compasivos con nosotros mismos, sin juzgarnos ni criticarnos, tenemos la certeza de que podemos hacerlo diferente, de que nuestros errores pueden ser corregidos y que, finalmente, podemos seguir siendo valiosos.
En pocas palabras, Norma opina que:
“Tener autocompasión significa que no nos juzgamos ni nos criticamos por nuestras fallas, y tenemos la certeza de que a pesar de ellas somos valiosos. La lástima nos anula y nos resta valor.”
CREER PARA VER
CAMBIA LA MANERA EN LA QUE TE HABLAS

@kushep
En estas semanas no he dejado de pensar en lo bonito que se siente haber lanzado el primer libro en coautoría con Norma, Andrea y Mario. Durante las presentaciones que hemos hecho, cada uno ha aportado su perspectiva, vivencias y aprendizajes alrededor de la creación de este proyecto de En Pocas Palabras. Algo que ha resonado mucho conmigo son las palabras de Mario cuando explica que somos una fábrica de pensamientos. Hace una analogía muy interesante: somos dueños de esa fábrica, y cada día decidimos qué queremos producir en ella.
De aquí nace la idea de abordar la autocompasión desde un ángulo muy práctico: cambiar la manera en la que nos hablamos a nosotros mismos.
Porque, hay que ser bien sinceros, a veces nuestra propia voz interna es más dura que cualquier crítica externa. Nos repetimos frases como “no soy suficiente”, “me falta mucho”, “la estoy regando otra vez”. Y aunque parezca inofensivo, ese diálogo constante va moldeando nuestra forma de sentirnos y de actuar.
Aquí es donde entra la diferencia entre autocompasión y autocomplacencia:
- La autocompasión es tratarnos con amabilidad en momentos difíciles, reconocer que estamos haciendo lo mejor que podemos y darnos espacio para aprender.
- La autocomplacencia, en cambio, es justificarnos siempre sin avanzar, poner esas excusas de por medio que nos dejan estancados.
Autocompasión no significa decir “Hey, todo está bien” cuando en realidad hay cosas por mejorar. Significa hablarte como lo harías con alguien que estimas: con honestidad, pero también con ese toque de cariño.
En lo personal, me ha servido mucho darme cuenta de que no todo lo que pienso es verdad. Si soy dueño de la fábrica de mis pensamientos, también puedo elegir qué frases entran a la línea de producción. Y ahí es donde el ejercicio práctico empieza: Hacer una pausa, observarme y reestructurar el pensamiento o la idea.
Algunas prácticas sencillas que me funcionan:
- Detectar el tono de mi diálogo interno. ¿Me estoy hablando como el malo de la película o como un buen amigo?
- Pausar y cambiar la frase. De “la estoy regando otra vez” a “hoy no salió como esperaba, pero puedo aprender de esto”.
- Celebrar siempre esos pequeños pasos. A veces no es llegar a la meta, sino reconocer que sigues avanzando poco a poquito.
Cuando cambias la manera en la que te hablas, no desaparecen los problemas, pero sí cambia tu forma de enfrentarlos. Empiezas a sentir que llevas a un aliado dentro de ti y no a un enemigo. Y esa es, quizá, una de las mayores herramientas para atravesar momentos difíciles sin rendirte. Gracias por estar aquí. Te abrazo.
En pocas palabras Kush opina que:
"La forma en la que te hablas puede ser la gasolina que te impulsa o el peso que te hunde. Practicar la autocompasión no es rendirse, es elegir ser tu mejor aliado en lugar de tu peor juez."
ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER
AUTOCOMPASIÓN: UN ACTO DE REBELDÍA SILENCIOSA

@avrivas
Nos enseñaron a ser implacables con nosotras mismas. A exigirnos más de lo que exigimos a cualquiera, a tratar nuestros errores como juicios definitivos, a pensar que la dureza es sinónimo de fortaleza. Por eso, hablar de autocompasión puede sonar tibio, débil, casi un retroceso. Pero lo cierto es que tener compasión hacia mí no es un gesto blando: es un acto de poder.
Porque en un mundo que premia la autoexplotación, cuidarme sin condiciones es casi un escándalo. Elegir no lastimarme cuando todo alrededor me grita que me empuje más allá de mis límites es una rebelión íntima. La autocompasión no es decir “pobrecita de mí”, es decir “no me traicionaré en nombre de la productividad ni del perfeccionismo”.
En los días difíciles, la autocompasión no se parece tanto a un abrazo suave como a poner límites claros. Es tener el coraje de detener la maquinaria interna que me grita “haz más, corre más, demuestra más” y atreverme a decir: basta. A veces, la manera más compasiva de estar conmigo es dejar de perseguir esa meta imposible que me roba la vida.
No son prácticas de “calma momentánea”. Son entrenamientos de dignidad. He encontrado autocompasión cuando me levanto del escritorio a mitad de un día agotador y decido que mi cuerpo no es una máquina. Cuando me permito nombrar que algo me dolió, aunque parezca insignificante. Cuando elijo no quedarme en un lugar donde no me siento valorada.
La autocompasión, entonces, no es ternura pasiva. Es disciplina radical. Es sostenerme en la misma medida en que me exijo. Es no abandonar la dignidad de mi propia vida, incluso en los días en que me siento rota.
Ser compasiva conmigo no me hace débil, me hace libre. Porque no hay mayor fuerza que estar de mi lado en un mundo que me enseñó a vivir en contra.
La autocompasión no es un descanso del camino. Es la forma más valiente de seguir caminando sin convertirme en mi propio verdugo. Es un acto silencioso de resistencia, un pacto íntimo con mi humanidad: “Pase lo que pase, no voy a dejar de ser mi aliada y de ver siempre por mí”.
En pocas palabras, Andrea opina que:
“La autocompasión no es ternura pasiva. Es disciplina radical. Es sostenerme en la misma medida en que me exijo. Es no abandonar la dignidad de mi propia vida, incluso en los días en que me siento rota.”

Casado, papá de 2 hijos.
Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.

Casada, 4 hijos, 8 nietos.
Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.

Lic. en Diseño Industrial.
Esposo y papá de 2 niñas.
Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.

Mamá de Andrés.
Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.