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En esta edición hablamos de:

Trauma y sanación


DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO

TRAUMA, ACCIÓN U OLVIDO… ¿QUÉ CONVIENE MÁS...?

Norma Campos
Por Mario Córdova
@mca.cordova.98

Trauma y sanación

Hace unos días me tocó una plática muy interesante con una amiga de la primaria. La recuerdo como una niña seria, sentada en la fila de enfrente, con muy buenas calificaciones y pocos amigos.

Me contó que había hecho un movimiento de filantropía para ayudar a las personas a superar sus traumas. Mi primera pregunta fue: “¿Y tú qué tienes que ver con el tema? ¿Estudiaste psicología? ¿O por qué apoyaste esa causa?”. Y me platicó algo que no esperaba: desde los 5 a los 11 años sufrió abuso. Quizá uno da por sentado que donde vive es seguro, por eso me llamó mucho la atención cuando me explicó que, siendo niña, sentía que su casa no era segura, que su cama no era segura.

Jamás me habría imaginado por lo que estaba pasando cuando estábamos en la escuela, pero yo estaba muy chico: ni las maestras ni sus familiares pudieron identificarlo. Me dijo que jamás lo habló con nadie, y que llegó a pensar que algo hacía mal y que provocaba lo que estaba pasando.

También me contó que cuando tenía alrededor de 35 años era una mujer totalmente aislada, con dificultad para expresar sus emociones y para concentrarse, y que sentía mucha desconfianza cada vez que alguien se acercaba. No tenía idea de qué pasaba, creía que era su personalidad, y decidió poco a poco empezar a platicar lo que sentía con las pocas personas de confianza con las que en ese momento contaba. Me impresionaron las respuestas, la mayoría despectivas, que le dieron en esas conversaciones: “¿Estás segura de que eso pasó? ¿No puedes simplemente perdonarlos y seguir adelante? No digas nada, devastará a la familia. Estaban haciendo lo mejor que podían. ¿Por qué no les dijiste que pararan?". También hubo muchas conversaciones incómodas, momentos de ensordecedor silencio e intentos de cambiar de tema para no volver a abordarlo. En cada uno de estos momentos se enfrentaba a la prueba de asumir su verdad, y cada vez que lo platicaba sentía que algo mejoraba en su mente.

La palabra trauma deriva del griego y significa herida. Una definición más exacta es una herida duradera que puede ser provocada por variadas situaciones. Todos pasamos por momentos difíciles, sin duda, pero cuando el daño que produce ese o muchos momentos es duradero o no fue posible atenderlo para sanarlo, se convierte en un trauma. Estos temas son muy diferentes en cada persona y, como todo lo que nos ocurre mentalmente, primero tenemos que reconocerlo y aceptarlo. En el caso de mi amiga, lo que más le ayudó fue buscar ayuda profesional, y luego encontrar grupos de personas que hubieran pasado por algo similar. Después empezó a desarrollar mecanismos para poder disfrutar el presente, dejar de aislarse, celebrar sus logros, y al final, encontrar significado a lo que pasó. Hoy tiene 51 años, y todo mi reconocimiento. 

En pocas palabras, Mario opina que: 

“Trauma significa herida; una herida duradera, producida por una o varias situaciones. Reconocerla, atenderla y sanarla es un proceso personal que requiere herramientas y apoyos.”



ATISBOS DE CONCIENCIA

UN TRAUMA PUEDE SANARSE, AUNQUE QUEDE CICATRIZ

Norma Campos
Por Norma Campos
@normacamposmx

Trauma y sanación

¿Te pasa que algunas veces reaccionas de forma desproporcionada ante una situación? Por ejemplo, ¿te das cuenta de que no toleras y reaccionas mal (recuerda, de manera desproporcionada) cuando alguien llora o te asusta sobremanera cuando un perro se te acerca o ladra, o te intimida cuando estás con alguien muy molesto o iracundo, o cualquier otra situación? Es importante saber que este tipo de reacciones tienen su explicación en eventos que vivimos en períodos sensibles de nuestro desarrollo y que se quedaron almacenados en nuestro cerebro en calidad de trauma. Y nuestras reacciones provienen del estrés que se genera al recibir un estímulo que activa un recuerdo inconsciente. A eso se le llama precisamente estrés postraumático. 

A veces hablamos de sucesos traumáticos como si los sucesos en sí mismos fueran el trauma. Pero como lo expresa Gabor Maté, y yo coincido con él, un trauma no es lo que sucede, sino lo que pasa dentro de la persona ante lo que sucede. Y aún más, en la mayoría de los casos el trauma es por lo que NO sucede: el consuelo y la contención que necesitamos en ese momento, la ausencia de un espacio seguro para expresar el dolor, el miedo o la rabia o el amor que no sentimos y que sí necesitamos.

Tampoco podemos decir que todos los traumas se han instalado solamente en la infancia, que es el período más sensible del desarrollo, ya que una persona puede vivir una experiencia en su vida adulta, como haber tenido un accidente automovilístico en el que, además, falleció una persona cercana, y eso le haya ocasionado un trauma. Y tampoco podemos hacer una lista para nombrar los traumas, porque cualquier situación que nos ocurra puede quedarse en calidad de trauma, o no. Y es que, recordemos, no es lo que nos pasa, sino lo que no nos pasó y lo que experimentamos internamente. Influyen muchos factores. 

¿Es posible sanar un trauma? Sí, sí es posible ¿Cómo se sana un trauma? Lo más importante es comenzar con identificar lo que hemos desarrollado como un mecanismo para protegernos. ¿Nos hemos adormecido emocionalmente, aparentando estar bien por fuera, pero destrozados por dentro? ¿O nos hemos cubierto con una coraza por miedo a ser vulnerables? O quizás un trauma infantil nos impulsó a dejar de ser niños demasiado pronto, o bien, a buscar la perfección porque cometer errores era demasiado peligroso. O, en muchos casos, traumas infantiles ocasionan que interioricemos creencias tan limitantes como “no soy suficientemente bueno”, o “no soy merecedor”, o “no soy capaz”. Dependiendo de la situación vivida, nuestras reacciones son diversas, pero para sanar el trauma es fundamental explorar dichos mecanismos.

¿Importa sanar los traumas infantiles? ¿Qué caso tiene si lo que los provocó son cosas que ya pasaron? Importa, y mucho. Porque esos mecanismos que desarrollamos realmente están dando forma a nuestras vidas y están impactando en nuestras decisiones y en nuestra plenitud. Por ejemplo, si nos hemos acorazado para no sentir, si nos hemos desconectado del dolor, nos desconectamos también de la alegría, del amor y del sentimiento de realización. 

En realidad, sanar un trauma puede lograrse a través de diversas formas, la mayoría de las veces con el acompañamiento de un profesional. Esto no significa que se olvidará; podrá recordarse. Y la sanación dejará una cicatriz que, cuando la veamos, nos recordará de dónde proviene, pero que ya no dolerá como una herida abierta ni nos impedirá vivir una vida más plena y más feliz.

En pocas palabras, Norma opina que:

“Un trauma se instala no por la situación que nos sucede, sino por lo que no sucede durante la situación. Pensar que el trauma no afecta nuestra vida es parte del trauma.”



CREER PARA VER

LAS ENSEÑANZAS DE JOBS: EL LABRADOR QUE ME ACOMPAÑÓ DURANTE 13 AÑOS

Norma Campos
Por Kush Espinoza
@kushep

Trauma y sanación

Hace unos días murió Jobs, mi viejo, mi labrador color miel clarito, casi blanco. Estuvo conmigo trece años, acompañando cada etapa importante de mi vida: desde mis últimos años en casa de mis papás, hasta mudarme para formar un hogar con mi esposa y ver crecer a mis dos hijas. Jobs no solo fue mi perro: fue mi compañero, mi testigo y, sin saberlo, mi terapeuta más grande.

Su partida me hizo entender algo que tenía tiempo sin experimentar: el duelo, sin duda, es una forma de trauma. No importa si lo que pierdes es una persona, una mascota, un lugar o una etapa de tu vida: este tipo de trauma llega cuando algo que hacía sentido en tu vida y te daba cierta estabilidad desaparece y no estamos preparados para perderlo.

Como paréntesis, te comparto que seguido repito la frase: “Siempre todo se acomoda”, y creo que no es casualidad que hoy esté aquí sentado escribiendo este artículo sobre el trauma, pero nuevamente mi viejo llegó para dejarme una nueva enseñanza: el camino a la sanación. Personalmente pienso que la sanación no se trata de borrar una herida, sino de aprender a vivir con ella sin que nos consuma.

Los animales tienen una habilidad que nosotros, que somos seres más complejos, a veces olvidamos: ellos viven en el presente, aman sin condiciones y aceptan la vida tal como viene. Y aprendiendo de esto, te quiero compartir que hoy en este duelo he intentado practicar los siguientes puntos:

  • Estar presente, aquí y ahora. No adelantarme a lo que viene ni quedarme atrapado en lo que ya pasó.
  • Aceptar mis emociones. No tapar la tristeza, la culpa o el enojo. Sentirlas es parte de soltar.
  • Buscar apoyo. Sanar no es un trabajo solitario; hablar, escribir o recordar con otros ayuda a darle sentido al dolor.
  • Encontrar un significado. Honrar lo que se perdió encontrando formas de que siga presente en nuestras vidas.

El trauma, sea por la pérdida de un ser querido o por cualquier otro golpe de la vida, siempre nos obliga a decidir entre quedarnos atrapados en lo que pasó o transformar esa herida en un recordatorio de lo que importa.

Jobs se me fue, pero con su partida me recuerda que en la vida hay que estar presentes, aprender a amar sin condiciones y vivir como si cada día fuera suficiente por sí mismo. Tal vez en esa forma sencilla de estar en el mundo esté la verdadera sanación. ¡Gracias por estar aquí! ¡Te abrazo!

En pocas palabras Kush opina que:

“La sanación no significa borrar las heridas, sino aprender a vivir con ellas, encontrando en cada experiencia difícil una oportunidad para estar más presentes, aceptar lo que sentimos y darle un sentido nuevo a lo que vivimos.”



ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER

TRAUMA Y SANACIÓN: EL CORAJE DE MIRAR HACIA ADENTRO

Norma Campos
Por Andrea Valenzuela
@avrivas

Trauma y sanación

Por mucho tiempo pensé que el pasado debía dejarse atrás. Que lo que dolió, lo que rompió, lo que traicionó… simplemente debía superarse, olvidarse, enterrarse bajo capas de optimismo o productividad. Pensaba que, si me detenía a sentirlo, si le daba espacio al dolor, me iba a desbordar. Que no iba a salir de ahí nunca.

Así que, sin darme cuenta, lo anestesié. Lo oculté detrás de una sonrisa que decía “todo está bien”; detrás de fiestas, de ruido, de alcohol, de distracciones, de personas. Me convencí de que era más fuerte si no lo sentía. Si lo negaba, no me tocaría. Si no lo nombraba, no existía.

Pero el trauma, sea cual sea su forma, no desaparece solo porque lo ignoremos. Se queda.

Se guarda en el cuerpo, en los vínculos, en los pensamientos repetitivos, en las reacciones que no entendemos. A veces se manifiesta como un enojo desmedido, como tristeza sin causa aparente, como un miedo irracional al abandono. O como esa necesidad de demostrar que todo está bien, incluso cuando por dentro nos sentimos hechos pedazos.

Durante años me moví en automático. Estaba viva, pero no del todo presente. Tenía momentos de alegría, claro, pero algo en mí seguía desconectado, como si la vida me pasara por encima y yo apenas pudiera sostenerme. Hasta que un día, algo dentro de mí ya no pudo más. No fue una gran revelación, no fue un evento dramático, fue, más bien una rendición. El darme cuenta de que si quería vivir de verdad, tenía que dejar de huir.

La sanación empezó para mí el día que me atreví a dejar de correr. Cuando, con todo el miedo del mundo, me permití sentir. Sentir la pérdida, la traición, el dolor, el vacío. No para quedarme ahí, sino para dejar de vivir huyendo de eso.

Ha sido un camino largo y complejo. No se recorre en línea recta. Hay avances y retrocesos, días en los que parece que todo va a estar bien y otros en los que duele como si fuera ayer. Pero con cada paso he aprendido algo esencial: si no me permito sentir el dolor, tampoco me permito sentir el amor. Si no me abro a lo difícil, también me cierro a lo bello.

Poco a poco, la herida se ha ido volviendo cicatriz. No porque haya desaparecido, sino porque ya no sangra igual, porque aprendí a mirarla sin miedo, con compasión. Porque ahora sé que mi historia no me define, pero sí me explica. Y en esa explicación hay espacio para el perdón, para la ternura, para empezar de nuevo.

Sanar un trauma no es olvidar. Es recordarlo de una forma distinta. Es dejar de cargarlo en silencio para integrarlo con verdad. Es elegir todos los días construir una vida en la que el dolor tenga un lugar, pero no el control.

Si tú también estás en ese camino, te abrazo. No tienes que hacerlo todo hoy. No tienes que hacerlo sola. Pero sí puedes empezar por algo pequeño: darte permiso de sentir. A veces ese es el acto más valiente y también el más difícil de todos. Y en mi caso, en este último tramo del camino no he ido sola. He encontrado una red de mujeres que me han sostenido cuando no pude más, que me han cuidado sin condiciones, que me han escuchado sin prisa y, sobre todo, que nunca me han juzgado. Ellas saben quiénes son. ¡Y desde lo más profundo de mí, gracias infinitas!

En pocas palabras, Andrea opina que:

 “Sanar un trauma no es olvidar. Es recordarlo de una forma distinta. Es dejar de cargarlo en silencio para integrarlo con verdad. Es elegir todos los días construir una vida en la que el dolor tenga un lugar, pero no el control.”



Juan Méndez
Mario Córdova
Casado, papá de 2 hijos.

Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.
Juan Méndez
Norma Campos

Casada, 4 hijos, 8 nietos.

Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.

Juan Méndez
Kush Espinoza

Lic. en Diseño Industrial.

Esposo y papá de 2 niñas.

Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.

Juan Méndez
Andrea Valenzuela

Mamá de Andrés.

Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.

18 agosto, 2025