
En esta edición hablamos de:
Estrés
DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO
ESTRÉS, ¿MI ENTORNO O SOLO PERCEPCIÓN?

@mca.cordova.98
El día de ayer conversaba con un amigo sobre el trabajo y me decía que desde hacía ya un buen tiempo no disfrutaba lo que hacía; sentía mucha presión y estaba agotado, como que los problemas lo iban debilitando, e incluso físicamente percibía que estaba desmejorado; por ello, me comentó, una parte de su día la dedicaba a hacer actividades que lo hicieran sentir bien, que no tuvieran que ver con su vida profesional, sino que fueran una pausa para encontrarse y divertirse, y a raíz de esta actividad se iba sintiendo cada vez un poco mejor. Esta reflexión de mi amigo me llamó la atención y quise investigar sobre eso.
El estrés, de manera general, es "cualquier estímulo o situación que modifique o interfiera con el equilibrio fisiológico normal de un organismo", y desde el punto de vista psicológico podemos observar que el estrés "es una relación personal entre un individuo y su ambiente, que es evaluada por la persona como una imposición o exigencia o como algo que excede sus recursos, poniendo en peligro su bienestar”.
De estas definiciones podemos observar que el estrés puede ser originado por dos fuentes principales: la primera, la externa, es decir los factores del entorno; y la segunda, la interna, desde mi pensamiento y sucede como percepción; pero en ambos casos debe pasar por el filtro de mi juicio y asimilarlo como peligro, como amenaza, y entonces es cuando mi organismo dispara múltiples reacciones físicas y emocionales; pero, entonces, quién puede regular la cantidad de estrés que siento: en efecto, mi pensamiento, mi valoración de la realidad, esas sumas y restas mentales que hago para determinar si estoy en peligro y qué tanto.
Gestionar el estrés tiene que ver primero con aceptar que todos vamos a sentirlo, reconocer que estos pensamientos a los que se les denomina como automáticos los vamos a vivir a menudo, sin embargo debo cuidar que estos pensamientos no me lleven a magnificar las situaciones, a polarizar mis ideas, o bien a generalizar que todas las situaciones me generan riesgo, cuando esto sucede se le llaman pensamientos deformados, que me generan mucha intranquilidad.
Hay múltiples técnicas para gestionar el estrés: ayuda profesional, apoyo social, actividad física, respiración, entre muchas otras, pero todas provienen de mi decisión de estar mejor y esta voluntad transformarla en una actividad específica. Hay un comentario que me gusta, que dice que la depresión es lo opuesto a la expresión; es decir, cuando puedo ponerle nombre a lo que pienso, lo acepto, y tomo acción para mejorarlo, estoy gestionando mi bienestar, que es un trabajo de máxima importancia en el desarrollo de una persona.
Hay una técnica a la que se le denomina "Detención del Pensamiento", y consiste en poner un alto a mi cerebro cuando me doy cuenta de que las reflexiones que estoy haciendo solo me generan dificultades, me hacen más difícil la situación real o hipotética, cuando esto ocurre debo forzarme a producir pensamientos positivos y sustituir los negativos; es un método que empieza de a poco, y que después puede llegar a convertirse en un hábito que está al alcance de nosotros.
Gestionar el estrés es una tarea diaria, personal y voluntaria.
En pocas palabras, Mario opina que:
“Gestionar el estrés tiene que ver con mi valoración de la realidad, con mi pensamiento, esas sumas y restas mentales que hago para determinar si estoy en peligro o no tanto.”
ATISBOS DE CONCIENCIA
¿ES POSIBLE QUITAR EL ESTRÉS DE NUESTRA VIDA?

@normacamposmx
Desde una lógica natural, podemos decir que cuando nos enfrentamos a situaciones recurrentes que nos roban el bienestar suele ser más productivo que, en lugar de combatir lo que nos roba el bienestar, nos enfoquemos en la raíz de ello. Así, por ejemplo, si tenemos dolores de cabeza recurrentes, en lugar de estar buscando el mejor medicamento que me calme el dolor, convendría mejor buscar la causa de lo que me está provocando el padecimiento. Y, ahora, pensemos en el estrés como factor de riesgo para el bienestar. ¿Es posible quitarlo de nuestra vida? No del todo, ni nos conviene, porque el estrés es una respuesta a una amenaza y puede salvarnos.
Seguramente hay algunas personas que viven reaccionando de manera más mesurada que otras ante el estrés, pero esto no significa que no lo vivan. Mi apreciación es que estas personas han logrado desarrollar la capacidad de manejarlo de tal manera que el drenaje de energía que provoca el estrés sea el menor y no se convierte en un estrés crónico.
¿Cómo entonces podemos reducir, gestionar o manejar el estrés? Las fuentes de estrés son muy diversas y muy personales. Lo que para mí puede resultar estresante, para otra persona no lo es. El cortisol, la hormona del estrés que genera cada persona ante una circunstancia, está en función de su percepción personal, de su temperamento y de su historia de vida. Así que no hay eventos estresantes en sí mismos, sino eventos que pueden ser detonadores de estrés para algunos, y no para otros. Con esta consideración, creo que podemos comprender que reducir el estrés en nuestra vida no es una cuestión de evitar que sucedan ciertas situaciones, sino de aprender a gestionarlas de tal manera que no nos abrumen o deterioren nuestro bienestar físico o emocional.
Hoy tenemos mucha información sobre los recursos que ayudan a reducir nuestro estrés: el ejercicio, una buena higiene del sueño, la meditación, la respiración consciente, la organización de agendas, el balance de tiempos, entre muchos otros. Y yo quiero mencionar uno de los aspectos que considero fundamental como fuente de estrés: los conflictos en las relaciones. El famoso estudio de la Universidad de Harvard, uno de los más largos y completos sobre la felicidad y el bienestar humano, iniciado en 1931 y activo hasta la fecha, concluye que el factor más decisivo para una vida saludable y feliz es el contar con relaciones de calidad.
Si hay algo seguro en las relaciones es que surgen las diferencias y los conflictos, por lo tanto, uno de los recursos que creo que a todos nos conviene desarrollar es nuestra capacidad para solucionar conflictos de manera eficaz con habilidades de comunicación y el desarrollo de la empatía para saber que no solo yo tengo derecho de cubrir mis necesidades, sino la otra parte del conflicto también. Muchas situaciones que suceden en las relaciones y que nos generan un problema en ocasiones las dejamos sin resolver. Tenemos miedo de confrontar, no sabemos poner límites o nos conformamos fingiendo aceptación para evitar un conflicto.
Tener estrés es inevitable y, en ocasiones, hasta puede ser un impulsor en nuestra vida. Atender el estrés que nos limita en el bienestar o nos enferma es responsabilidad personal.
En pocas palabras, Norma opina que:
“Hacernos de recursos para gestionar el estrés no es un lujo, es una responsabilidad personal que cubre una necesidad vital para enfrentar la vida con salud, con claridad y con fortaleza interior.”
CREER PARA VER
¿Y SI MEJOR PIENSAS QUE TODO VA A IR BIEN?

@kushep
Hace unos días publiqué una storie en mi Instagram que decía: “El 90 por ciento de las preocupaciones que están en tu cabeza no llegan a suceder.” Varios me contestaron con la misma duda: “¿Entonces hay un 10 por ciento que sí puede pasar?”. Qué increíble es la mente del ser humano, ¿no? Cómo nos cuesta soltar el miedo a ese porcentaje más pequeño y cómo tendemos a pensar que algo malo probablemente está por llegar a nuestras vidas.
Esa frase la tomé de una de mis psicólogas y escritoras favoritas, Marian Rojas Estapé, quien lo explica de una forma tan clara que me dejó impactado al analizarlo: El cuerpo no distingue entre lo que estás viviendo y lo que estás imaginando. Si tu mente imagina peligro, tu cuerpo reacciona como si fuera real. Liberas cortisol, te pones en estado de alerta y entras en una espiral que muchas veces no tiene nada que ver con lo que está pasando en realidad. ¿Te suena familiar este comportamiento? Es así como te invito a abordar el tema de esta edición: el estrés, ese compañero silencioso tan de moda en esta época.
Muchos de nosotros vivimos bajo ese estado de alerta sin darnos cuenta. Como si siempre estuviéramos esperando que algo malo suceda. Y lo más fuerte de todo esto es que, como bien lo explica Marian, ese nivel constante de preocupación afecta no solo tus pensamientos, sino tu cuerpo completo: se altera tu sistema inmunológico, tus niveles hormonales y hasta tu capacidad de disfrutar las pequeñas cosas de la vida.
Personalmente me he cachado muchas veces en este estado, en esa sobreactivación constante, y he aprendido algo que quiero compartirte: el estrés no se trata solo de lo que pasa afuera, sino de cómo lo interpretamos desde adentro.
En terapia aprendí una técnica que me ha servido muchísimo para bajarle dos (o varias) rayitas al estrés. Se conoce como la conciencia del observador, y consiste en tomar distancia de tus pensamientos para verlos desde afuera, sin engancharte con ellos.
A veces, basta con hacerme dos preguntas:
¿Esto que estoy pensando es real o está solo en mi imaginación?
¿Puedo hacer algo al respecto hoy o solo me estoy torturando de oquis?
¡Ojo! No se trata de negar lo que sientes, se trata de hacer una pausa y verlo desde otra perspectiva. Dejar de ser el protagonista atrapado en la película de tu cabeza y convertirte, aunque sea por un momento, en el espectador que simplemente observa lo que está pasando.
Aunado a esto hay muchas técnicas que ayudan a manejar el estrés en el día a día. Algunas de las que más me han funcionado son:
- Respirar profundo, lento y consciente por unos minutos. Sé que suena básico, pero realmente lo cambia todo.
- Mover el cuerpo, aunque sea con una caminata corta. El estrés necesita una salida física.
- Escribir lo que estás pensando o sintiendo, sin filtro. Sacarlo de la cabeza ayuda a verlo con más claridad.
- Cerrar los ojos y enfocarte solo en lo que está pasando aquí y ahora. Ni el futuro ni el pasado. Solo este momento, irónicamente, el único que realmente existe.
El estrés no va a desaparecer por completo, pero sí puedes entrenarte para que no te controle. Y para eso, convertirte en observador de tu mente es una buena manera de empezar, anímate a practicarlo y verás como poco a poco vas a lograr tomar el control de esos pensamientos. ¡Gracias por estar aquí! ¡Te abrazo!
En pocas palabras Kush opina que:
“La mente crea escenarios que la gran mayoría de las veces no se cumplen. Aprender a respirar, observar tus pensamientos y confiar un poco más puede ser la mejor forma de bajarle el volumen al estrés diario. Porque la vida ya trae lo suyo… como para que además nos la pasemos imaginando lo que tal vez nunca ocurra.”
ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER
REGRESAR A CASA

@avrivas
Hay momentos en los que la vida —tanto personal como profesional— se siente como demasiado; como si tuviera en mis manos mucho más de lo que puedo sostener. El estrés se cuela por las rendijas de la rutina: una bandeja de correo sin fondo, una conversación pendiente, una sensación continua de no estar haciendo suficiente. Y en medio de todo esto, olvido algo esencial: que no estoy hecha para funcionar como máquina. Estoy hecha para sentir, para pausar, para respirar. Para volver a casa dentro de mí. Comienzo a comprender que la clave no está en evitar el estrés, sino en escucharlo con curiosidad y compasión.
Por mucho tiempo creí que era importante “estar bien” siempre; no demostrar si me sentía cansada, triste, enojada, frustrada, pues lo consideraba una derrota. Hoy entiendo que el estrés no es señal de debilidad; es una señal; una voz interna que me pide atención. Escucha. Cuidado. Desde ese lugar de escucha interna, empiezo a explorar formas de acompañarme mejor cuando el estrés aparece en mi vida.
En lo personal, manejar el estrés comienza con recordarme que merezco descanso, incluso cuando no me lo he “ganado”. Que el autocuidado no es un lujo, sino un acto radical de presencia. A veces, el primer paso es tan simple —y tan profundo— como colocar una mano en el pecho y otra en el estómago para decirme: Estoy aquí. Estoy haciendo lo mejor que puedo.
Crear pequeños rituales puede ser un ancla: una caminata sin rumbo al final del día, escribir unas líneas en un diario, apagar el teléfono por una hora, permitirme llorar. Lo pequeño también cuenta. Lo pequeño también sana. Decir que no, puede sentirse liberador. Así como me acompaño con ternura en lo personal, también descubro que en lo profesional hay espacio para la suavidad y el permiso de no poder con todo.
En lo profesional, donde las expectativas y las exigencias pueden hacerme sentir abrumada, también hay espacio para la suavidad. Debo recordar que no me define mi productividad solamente, que puedo poner límites, decir no, delegar, pedir ayuda; no porque esté fallando, sino porque soy humana.
Gran parte del manejo del estrés es hacer las paces con la imperfección. Es soltar la narrativa de que debo tenerlo todo resuelto para estar bien. Puedo estar en proceso y estar bien. Puedo estar en caos y aun así merecer compasión. Y cuando todo parece demasiado, recordar que no tengo que cargar con todo es parte esencial del proceso.
Y quizás lo más importante: no tengo que hacerlo sola. El estrés se aligera cuando lo nombro, cuando lo comparto, cuando me ayuda una red a sostenerlo —una amiga, un terapeuta, una comunidad. Esto apenas lo estoy practicando. Por mucho tiempo creí que podía y debía resolverlo todo.
Este camino no se trata de eliminar el estrés por completo. Se trata de desarrollar una relación diferente con él. Más consciente. Más compasiva. Más real. Más humana.
Y si estás leyendo esto en medio de un día largo, quizás también necesitas este recordatorio: si sientes que llevas demasiado, que estás al borde, detente un momento. Respira. Recuérdate que no estás sola. Que lo estás haciendo bien. Que puedes comenzar de nuevo, una y otra vez. Que está bien no tener todo resuelto, ni saber cuál será el resultado.
Solo hay que dejarse sentir: ¿cuál es el siguiente paso que me acerca a estar en una versión mía más honesta y alineada con quién soy?
Regresar a ti misma es siempre una opción, incluso —y especialmente— cuando el mundo te exige lo contrario.
En pocas palabras, Andrea opina que:
“Este camino no se trata de eliminar el estrés por completo. Se trata de desarrollar una relación diferente con él. Más consciente. Más compasiva. Más real. Más humana.”

Casado, papá de 2 hijos.
Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.

Casada, 4 hijos, 8 nietos.
Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.

Lic. en Diseño Industrial.
Esposo y papá de 2 niñas.
Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.

Mamá de Andrés.
Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.