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Acerca del Día de la Candelaria

La iglesia católica instituyó el 2 de febrero como el día de la Purificación de la virgen María, conocido en Hispanoamérica como el “día de la Candelaria”

2 febrero, 2023
Acerca del Día de la Candelaria. Foto: Ilda Yolanda Ochoa Ramírez
Acerca del Día de la Candelaria. Foto: Ilda Yolanda Ochoa Ramírez
La iglesia católica instituyó el 2 de febrero como el día de la Purificación de la virgen María, conocido en Hispanoamérica como el “día de la Candelaria”. Lo anterior, de acuerdo con el rito judío (Ley de Moisés), en el que después de cuarenta días del alumbramiento de un varón (80 días si era niña), se realizaba el rito de purificación de la madre.
 
Cuando llegó el día, llevaron al niño a Jerusalén. Allí lo consagraron al Señor, tal como está escrito en la Ley: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor”. Además, ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley: “una pareja de tórtolas o dos pichones”. (San Lucas 2,22-40).
 
Se le atribuye al Papa Gelasio I instituir la “fiesta de las velas” para celebrar la purificación de María, una procesión de luces para erradicar los cultos paganos que se celebraban en febrero. En Roma se celebraban las februarias (februare significa purificar), fiestas que dieron el nombre a este mes y en las que se practicaban rituales propiciatorios de fertilidad, en Irlanda el 1 de febrero se celebraba el “Imbolc” el rito celta de la fertilidad y el inicio de la primavera con la diosa Brigida, las fiestas lupercales romanas se celebraban del 13 a 15 de febrero. En los rituales de fertilidad se encendía el fuego sagrado y se realizaban procesiones con antorchas y velas.
 
La fiesta de Purificación de María suscitó un problema teológico al interior de la iglesia, cuestionado en el concilio in Trullo (692), ya que la virgen no tuvo parto, por lo cual se intentó sin éxito prohibir su celebración.
 
La costumbre permaneció y se fortaleció en España a partir de la aparición de la virgen de la Candelaria a dos pastores guanches en la isla canaria de Tenerife en 1392, una virgen morena, cuya devoción se expandió en Hispanoamérica a partir del siglo XVI.
 
En España las velas festonadas expuestas para su venta en los puestos a la entrada de los templos anuncian el día de la Candelaria. Las velas no son cirios de todos los días, son la más acabada expresión del arte de modelado de ceras policromas, encintadas y decorados con una gran variedad de diseños, obras de arte bendecidas en la iglesia ese día y conservadas en los hogares durante todo el año, solamente son encendidas para proteger a las viviendas ante la amenaza de tempestades.
 
En regiones del norte y centro de España se acostumbra que los niños lleven a la misa hogazas de pan (torta) y dos palomas vivas que rememoran la ofrenda prescrita por Moisés para esta celebración. En ocasiones, la torta es un pastel que forma parte de una procesión y que al final de la fiesta es rifado (Foster 1962).
 
En Francia el día de la Candelaría lo celebran con La Chandeleur, la fiesta de las crepas, una antigua costumbre pagana que cristianizó Gelasio I, curiosa coincidencia con México, donde se celebra con la abundancia de tamales, comida prehispánica por excelencia que se consume para celebrar este día por haber tenido el infortunio (antes era de buena suerte) de sacarse la estatuilla del “niño dios” en la rosca de reyes (día de la epifanía).
 
Finalmente, y de manera curiosa, llama la atención que en México se celebre en este día al niño dios y quede relegada en un segundo plano la virgen María, a quien está dedicada esta fiesta, confeccionando para esta ocasión un ropaje especial para el infante, cuya costumbre tuvo su origen en un convento femenino del siglo XVIII.
 
Y si aún alguien tiene duda de la importancia de este día, recordemos que, de acuerdo con Fray Bernardino de Sahagún, al año mexica iniciaba el 2 de febrero y que, en algunas regiones de Europa, en este día se vaticina cómo será el resto del invierno: “Si la Candelaria plora, invierno fora y si no plora, ni dentro ni fora”. Otro proverbio dice: “Si la Candelaria ríe, invierno sigue”.
Texto escrito por:  Víctor Joel Santos Ramírez, Centro INAH Sinaloa
 
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